τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

sábado, 9 de junio de 2007

Picos de Europa. La 1ª gran ruta

Crónica de una aventura especial por Picos de Europa. PARTE I

Sábado 9 de junio de 2007. 8:00 am. Tronan los despertadores en una casita de Potes, Cantabria. El sol luce espectacular. Se barruntan nubes sin importancia entre las montañas.

8:58 am. 16,5º C. Una representación del foro Bikezona de seis bikers montan en sus aparatos para iniciar una ruta esperada durante algo más de un mes. Un mundo. Ni idea de lo que les esperaba.

Echada la llave de la casa, los seis ponen ruta a Potes para desayunar. Cola Caos, cafés y tostadas serán suficientes para rellenar cinco estómagos vacíos. Cinco, no seis. El sexto prefirió dejarlo inerte, inapetente. Unos azucarillos en su bolsillo por aquello de la pájara, pero nada más.

Comienza el pedaleo, suave, dirección FuenteDé. Son unos 11 kms de asfalto por una carretera bastante transitada y se ha de llegar hasta el desvío de Mogrovejo. La carretera comienza a picar hacia arriba. Nada importante.

Una vez en el desvío, algunos ciclistas se deshacen de la ropa sobrante. Todo aquello que no sea vestimenta de puro verano sobraba. La humedad altísima ayudaba a intensificar la sudoración. Cuidadín con las bebidas.

Empieza la ascensión, los primeros metros por asfalto. Pero pronto cogen una pista que les llevará hasta Peña Oviedo. Pero para ese momento queda mucho sufrimiento y casi 1000 metros de desnivel acumulado. Una ruta completa por la sierra de Madrid. Más, menos. Durante la subida se alcanza el 20% de desnivel con relativa normalidad, y raro es que se baje del 10%. Un infierno. Por el contrario, empuja y gratifica el paisaje, ajeno a los seis aventureros. Las cimas de los Picos de Europa se van acercando muy poco a poco. El verde les rodea, les engulle, hipnotiza el grupo. Las paradas se repiten. Reagrupamientos necesarios. Fotos que inmortalicen sensaciones. La palabra “impresionante” se desgasta, se funde con las palabras. El sol acompaña la ascensión, y pica. En más de una ocasión se echa pie a tierra para seguir avanzando. Una voz machacona: “no os paréis, seguid hacia delante”, anuncia la sabiduría de Peguero.

Peña Oviedo. Los kilómetros más duros de la ascensión ya quedan atrás. Pero son demasiados como para pasar inadvertidos en las piernas. Pablo está fundido; Jose aguanta como un lobato; Iván, sorprendentemente, no ha necesitado sus azucarillos; Sportbilly, a su bola, abriendo camino; Delfi2 sin descolgarse absorto por lo que le rodea; y Peguero como si con él no fuera la cosa, ahora pedalea delante, ahora detrás.

La ruta continúa. Próximo destino, los Puertos de Áliva. El paisaje deja atrás los pinares y se vuelve más agreste. Se alterna un microclima propiamente mediterráneo con los rigores de la meteorología alpina en las zonas más elevadas. Allí aún perviven especies arbóreas autóctonas: encinas, alcornoques, robles y hayas, formando intrincados y bellos bosques en el que sobreviven especies protegidas como el oso, el corzo o el urogallo.
El camino sinuoso ofrece algún respiro pulmonar, pero pronto indica la realidad de la pendiente, aunque los porcentajes se suavizan considerablemente.

Cima. Culminación. Bendición. Qué descanso para las piernas, y qué regalo para la vista. Delante, los seis bikers observan emocionados un paisaje sobrecogedor, alucinante. Una extensión verde da forma a un altiplano a 1450 metros de altitud y rodeado por picos que superan con facilidad los 2000 mtros. Allí, mezclados, caballos, potrillos, vacas y terneros, ovejas y cabras con algún toro bravo de cuernos singulares dan fe todos los días del embaucador paisaje.

Superado este momento, comienza el descenso. UUUUUUUUUUF! Qué descenso. Play al videojuego. Uno tras otro machacan sus calas contra los automáticos e inician un sueño a 50 kms por hora.

Llegada al altiplano. Redisfrute. Los animales se apartan cautos ante el paso de las máquinas. Otros, defienden su territorio con amenazadoras miradas. “Hasta pronto amigos”.

Avanzados unos pocos kilómetros, el grupo encuentra la pista para seguir el descenso. Pista peligrosa por la cantidad de grava suelta que la forma y acentuada por una pendiente considerable. El grupo bufa junto, unido. Un integrante se destaca hacia delante abriéndose paso al grito de “empujad, esspartanos”. Y CATACRASHH-ZAS! Tortazo descomunal. Casi al mismo tiempo, Delfi2 había visto a la Virgen en una excursión por el campo de las que no se olvidan. Parada y fonda. Iván, aún con su bici encima, y unos cuantos arañazos y contusiones en su cuerpo, ruega que le quiten el cacharro de encima. Sportbilly, que iba tras el en la alocada bajada definió la caída como un “trastazo volador donde la rueda trasera consiguió superar a la delantera”. Delfi2, mientas, no acertaba a comprender como había superado todas las enormes piedras que salpicaban el terreno tras su salida de pista. “Hay que tener cuidado, no se puede bajar así”, aseguraba una voz coherente de entre el grupo.

Tras los dos sustos, se reinicia la marcha. Queda bastante bajada hasta Sotres y los seis amigos toman nota de cómo las gasta esta pista. Pablo aprovecha para adelantarse y sacar unas fotos del grupo bajando. Cinco centellas. El último en pasar es Sportbilly. El destino, y posiblemente “la falta de técnica”, dan un giro radical a la aventura. Tras una curva a izquierdas, Pablo pierde el control de su bici y se empotra contra cientos de piedras puntiagudas que inundan el suelo. CATACRASHH!!! Otra vez! Esta caída era un poco más seria. Policontusiones, abrasiones y una herida muy fea en la parte trasera del brazo derecho fue el resultado del batacazo. Suerte que unos excursionistas lo vieron y alertaron a Sportbilly que, raudo, subió para socorrer al accidentado. No queda otra que continuar.

Finalizada la bajada en la fuente de Vegas del Toro, esperaban Delfi2, Jose, Iván y Peguero. Nunca pensaron que el retraso de Pablo y Sportbilly se debiera a una caída.”Será un reventón”, pensaron. Tras una cura con vendas y betadine, el grupo comienza andar. Pero un semblante de anestesia embarga el rostro de sus componentes. Pablo iba muy mal, un gran hematoma en la palma de una de sus manos le impedía agarrar fuerte el manillar de su bici. Pintaba mal.

Pero Dios aprieta pero no ahoga. El golpe pudo tener peores consecuencias. Igual que los dos sustos anteriores. Un hueso roto en ese lugar, sin ninguna cobertura telefónica, hubiera sido un auténtico drama. Además la climatología, tan amenazante en sus previsiones, continuaba estable.
“Camino se hace al andar”, se dijeron unos a otros, y el pedaleo silenció tan dramáticos momentos. En la cabeza de todos tan solo cabía llegar a Sotres, a unos kilómetros todavía de ese punto topográfico. Dicho y hecho, y tras una durilla subida por asfalto, la deseada población se presenta como tabla de salvación. Una cura a Pablo y unos bocadillos para el resto vendrían de perrillas. Ni una cosa ni otra. El pueblo no tiene médico ni, por supuesto, centro de salud. Y la comida no fue de lo más agradable.

Había que seguir. Para ello había que superar 2 kms de subida al 15% para salir de Sotres. Y además por asfalto. Un calvario. Se hacen largos estos momentos. Pero el premio llega pronto. Superados unos “falsos llanos”, descritos así por Peguero, para llegar al Collado Caballar, un nuevo descenso hacia el Hayedo de Valdiezma suelta los agarrotados pedales de los aventureros, siempre pendientes de la posición de un Pablo muy arropado por un grupo que se da una lección así mismo de compañerismo y amistad.

En un abrir y cerrar de ojos la climatología había cambiado. “No me gustan esas nubes, van a descargar”, pensaba alguno en voz alta. El cielo se estaba cerrando y el grupo tenía que agilizar la marcha. Se barruntaba tormenta. Y una tormenta en Picos es cosa seria.

El paso por el Vao de los Lobos, un desfiladero indescriptible ofrecía un nuevo toque de riesgo mezclado con belleza al camino. Al otro lado del mismo se intuía entre las nubes la famosa bajada de Tresviso. Qué locura.

Llega la lluvia, comienzan a oírse los truenos. Poco a poco se acercan. Más y más. Quedaba una impresionante bajada en zigzag hasta Bejes, pero antes los chubasqueros se hicieron protagonistas. Ya caía fuerte. La bajada, donde había que salvar cerca de 350 metros en poco más de 3 kilómetros, vuelve a provocar fuertes emociones en cinco de los bikers, ya que descender a toda pastilla con los rayos cayendo cerca de sus cascos, no es moco de pavo.

Ya en Bejes, el grupo entra en un sanedrín para disponer la estrategia a seguir. Se decide que lo más adecuado es el vuelo de Peguero y Sportbilly hasta Potes por la peligrosa carretera del Desfiladero de la Hermida y la vuelta a Bejes con un coche donde se evacue a Pablo. José, Delfi2 e Iván esperarían junto al herido.

Pero el destino vuelve a dar un giro a esta aventura y presenta en la escena a Manín, un vecino de Bejes que oía desde el porche cubierto de su casa la conversación de los ciclistas. “Le llevo yo en coche, la bici la guardamos en la leñera y ya vendréis a recogerla”. Dicho y hecho, Pablo se metió en el VW Golf de Manín junto a su mujer y una amiga, quienes le acercaron los 15 kms que quedaban para llegar a Potes.

El resto del grupo continuó la ruta hacia el infierno de Collado Pelea, donde se desata una gran tormenta. Pero esta historia la contará el amigo Peguero en la II Parte de esta crónica.
Datos de la aventura:
Duración total: Unas 10 horas (De 9:00 a 19:30)
Tiempo de pedaleo: 5 horas 45 mtos
Distancia recorrida: 64,74 kms
Desnivel acumulado: 2207 metros
Velocidad media: 11,2 kms/h
Pendiente media de subida: 11%
Pendiente media de bajada: 10%
Pendiente máxima de subida: 33%
Pendiente máxima de bajada: 36%

PARTE II
Por Peguero

Solucionada inesperadamente la evacuación de Pablo, gracias al amabilísimo vecino de Bejes, que sin pedírselo se ófreció a llevarle en su coche hasta nuestro alojamiento; los demás barajamos la posibilidad de acabar la ruta por donde habíamos previsto: la ascensión (y descenso) al Collado Pelea.

Desde este pequeño pueblo, mirábamos y mirábamos el terrible collado. La primera impresión es de : ``eso está en casa-dios´´. Lo cierto es que después del percance de Pablo, nos habíamos enfriado bastante, con respecto a si volver por el famoso collado o no, pues ya habíamos hecho idea de bajar hasta la Hermida y volver por carretera. Pero al cambiar las circunstancias inesperadamente...

Despues de sopesar pros y contras en una breve charla, nos animó el que en ese momento las nubes se retiraban, pues la bajada a Bejes desde el Jito de Escrandi la habíamos hecho bajo una fuerte tormenta. Unos que sí, otros que no. La mayoría relativa se impone, así que todos p´arriba.

En el comienzo de la subida (puente la Llambre), hay un cartelito que el Cdo. Pelea está a casi 1000 m. de altitud. Estamos a 560 m. y la distancia hasta arriba es de poco más de 2 Km. Estas cifras, dificilmente asumibles, las verificaremos según subamos. El firme es de hormigón (con rayas), así es que si no subimos montados , no podremos echarle la culpa al empedrado. Pongo mi cuenta en la opción pendiente %, y sin más dilación comenzamos.

No hemos recorrido 100 m y empiezo a ver 17, 18, 19, ... Dudo si he puesto bien el cuenta, pues no sé si es la pendiente lo que marca o el DST (parcial). Pero no. Son ciertas las cifras, 23, 24, ... El plato pequeño y el piñón grande hace rato que están engranados. Alguno damos a la palanquita desesperadamente por si aparece un piñón 38 ó 40. No hay. No existen. Hay que emplear todas nuestras dotes escaladoras para no echar pié a tierra: concentración, técnica, barbilla pegada al manillar, algo más de fuerza,...

Observo que llevo la horquilla bloqueada, también el amortiguador. Voy rebotando en las rayas del hormigón. Miro el cuenta. Tres por hora, dos por hora, ... 29 %, ¡¡TREINTA!! Cuando el medidor marca 32%, no sé qué hacer, si reir o llorar. Pierdo la concentración, la trayectoria y hasta la vergüenza. Es imposible: pié a tierra. Todo tiene un límite. Por detrás de mí veo a Sportbilly y a Delfi2. A José e Iván no se les divisa. Todos suben andando. Cuando uno empuja la bici por estas pendientes, se da cuenta de lo que pesan realmente. Al rato cede la pendiente un poco. Sólo marca 20 ó 22 %. Llevamos recorrido un km más o menos. Lentísimamente, gateamos por esa cuesta inhumana. Como ha llovido y ha salido el sol, observo por primera vez en mi vida, como un caracol trepa pausadamente por un radio de mi rueda delantera. Vamos tan despacio que damos tiempo a que nos sorprenda una nueva tormenta. Otra vez. A llover. Fuerte.

Empapados. Rayos, truenos y centellas mellizas. ¡Qué mal rollo me dan los rayos en el monte! Andando y con las calas de la zapatillas haciendo toma de tierra... Nuevo repecho. Otra vez 30 % en otro punto. Este sí le paso sin bajarme. Paulatinamente la pendiente va cediendo, el piso es peor, pero estamos tan hartos de ir pedaleando al límite, que algunos optamos por ir andando. Delfi sube montado hasta arriba. Se atisba el cartelito que marca el collado. Ha dejado de llover y tronar.

Collado Pelea. Quien puso el nombre a este sitio, acertó. Pues para subir hasta aquí nos lo hemos tenido que pelear bastante Entre foto y foto y alguna barrita, nos rodea la niebla que sube desde Bejes. Agotados pero felices, nos encaramos al descenso que nos lleva a Potes. La bajada tiene su guasita. Dicen que, hasta el rabo, todo es toro. Uno se piensa que porque lleva frenos de disco puede bajar por cualquier sitio más o menos controladamente. Pero, ¿qué es lo que hay que hacer cuando después de dos o tres km. de bajada por pista de hormigón, con bastante pendiente, llega un momento en el que los frenos no paran la bici?

A los cinco nos pasó lo mismo. ¿Sería ahí donde marcó mi cuenta 36 % en bajada? El resto, por buen asfalto, lo hicimos disfrutando y relamiéndonos del pedazo de ruta que habíamos hecho. Una pena que Pablo no pudiera culminar la excursión por culpa de la tremenda caída que sufrió. En cualquier caso, los Picos están ahí y nadie se los va a llevar, por lo que podemos repetirla en cualquier momento. ¿En otoño...? Saludos a los amigos Pablo, Juanma, Jesús, José e Iván. Quedé gratamente sorprendido por su actitud siempre positiva (nunca negativa), a pesar de los costarrones por los que les metí.

domingo, 3 de junio de 2007

De Villalba a la Jarosa

Hoy hemos tenido una nueva variante de quedada. Dos grupos,uno salía de El Escorial y otro de Villalba se encuentran en un punto (El alto de Los Leones). De allí parten juntos en desenfrenadas bajadas por pistas y trialeras hasta el área recreativa del embalse de La Jarosa. Allí se despiden para volver cada uno a su lugar de inicio.

No habrá llegado a la hora la cabalgada conjunta de los 9, pero ha sido digna de algunas emociones fuertes. Bajadas a 50 por hora por pistas peligrosas llenas de grava en las curvas. Sergio (del grupo del Escorial), Juanma y yo mismo, las hemos pasado canutas para salir encima de la bici de un vértice complicado en una de las curvas. Y todo con un guía de lujo, todo un descender: Delfi2.
Desgraciadamente en estos descensos, la cubierta trasera de la bici de Jose se ha rajado obligándole en estos tramos a tomar mas precauciones de lo normal.

Antes de este inolvidable momento y hasta llegada al Alto de los Leones, Delfi2, Juanma, Jose, Kiko y yo mismo saliamos de Villalba a las 9,20 con la baja de última hora de Delfi 1. Lástima. Tras una hora pedaleando alcanzamos Los Molinos (primera toma de contacto con el grupo de El Escorial), y de allí comienza una larga subida porel camino del Arcipreste hacia la cumbre del día.
Tras algún que otro y cornudo descanso alcanzamos la cima del León donde el grupo escurialense llevaba esperando ya un rato. El resto hasta la separación de los dos grupos ya lo hemos leído.

Tras la separación, nuestro grupo tiene un plácido camino hasta Villalba y aprovecha para hacer algunas fotos junto a la Jarosa. Y desde allí hasta Villalba solo quedaba una plácida vuelta donde Kiko mostró sus grandes dotes de contrarelojista.

50 kms de ruta
3 h 10 pedaleando
15,5 de velocidad media
881 de desnivel acumulado
68,9 de velocidad máxima (que gran bajada en Guadarrama)
Temperaturas entre 17 y 27 grados

Por Peguero
Señalar que la ida del Escorial a Guadarrama por carretera, fue lo más peligroso de toda la ruta. Bastante más que las vertiginosa bajadas por pistas rápidas y senderos del pinar de la Jarosa.

Cuando nos separamos en el merendero de este bonito embalse, teníamos varias opciones para volver. Aunque ya era un poco tarde (sobre todo para mí) y aunque la opción más rápida estaba en volver de nuevo por carretera, no estábamos dispuestos a pisar de ninguna manera asfalto. Así que optamos por regresar por la maraña de pistas que tejen este tremendo pinar.

La opción buena era ir acercándonos hasta la tapia del Valle de los Caidos, saltarla (está prohibido) convertirnos en delincuentes durante unos kilómetros, y volver a saltarla nuevamente para salir de ese enorme y controlado recinto.

En una ocasión ya nos pilló la Guardia Civil y nos desviaron hacia la salida ipso facto. Otra vez nos topamos con los forestales de Patrimonio Nacional cuando estábamos a punto de saltar la valla para salir, y casi nos hacen volver a Guadarrama de nuevo. Íbamos a tentar a la suerte una tercera vez.

Silenciosamente y casi sin hablar, nos fuimos acercando paulatinamente hasta el poblado que hay dentro del Valle. Bifurcación. Por la de arriba o la de abajo. La de abajo parece menos transitada. A toda pastilla. Casi llegando al poblado, frenazo en seco.

En esas circunstancias, llevas los ojos como platos y generalmente tú ves antes de que te vean. Efectivamente, a unos cien metros el coche de la Guardia Civil del que se bajaban dos números, y sin percatarse de nuestra presencia, entran en un edificio. ¡Qué susto! Si llegamos a bajar un poco más rápido, nos damos de bruces con ellos.

Rápidamente variamos radicalmente el rumbo para no pasar por delante de la casa en la que han entrado. Pero las decisiones precipitadas generalmente no son buenas. La pista que hemos tomado no va a ningún sitio, así que nos toca volver al mismo punto donde vimos a los guardias. Cruzamos el pueblo por otra calle, haciéndonos los tontos, como si perteneciéramos a un poblado de veinticinco habitantes. Dábamos más cante que Manolo Caracol.

Afortunadamente nadie ``peligroso´´ nos ve. Eso sí, todo el vecindario miraba: ¿Dónde irán esos colgaos? Sergio: - paso tanta tensión con estas historias que creo que pierdo pelo-.

Después de un rato interminable conseguimos llegar a la tapia de salida. Desde aquí y por las pistas y senderos que atraviesan la solana del incendio de El Escorial, llegamos a casa sin contratiempos. ¿La próxima vez por dónde cruzaremos el Valle de los Caidos?