τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 28 de diciembre de 2008

A Navahonda, por tradición

Lo que aparecía como un fin de semana poco definido en términos ciclistas para despedir un prolífico 2008, dio un giro a última hora y se presentó con siete bikers para marchar desde El Escorial a la Ermita de Navahonda. Este recorrido ya se hizo el último fin de semana del 2007, con lo que podría estar naciendo una bonita tradición.

Los siete susodichos quedamos a las 9:00 de la mañana en la estación de RENFE de El Escorial. Allí nos presentamos puntuales Carrascosa, Chango, Celes, Carpetano, Jimmy, Frenetikow y un servidor para, al poco, comenzar a pedalear con 3 grados y un cielo cubierto pero tranquilo hacia el parque de la Manguilla y la calzada romana, la cual provoca los primeros descabalgamientos de todos los integrantes de la grupeta.

Una vez superado este histórico escollo, pedaleamos hacia Zarzalejo en un ambiente relajado donde Chango saca a relucir sus cualidades como fotógrado y caza las primeras instantáneas en movimiento, siempre un lujo para recrear los recuerdos de las rutas.

Aprovechamos estos primeros kms sin ninguna dificultad para acelerar el ritmo y adentrarnos en el Camino de las Hoyas y sus rápidas pistas, que en un plis nos dejan en la carretera de las antenas de la base aeroespacial de Robledo de Chavela. Estos apéndices de hierro llegan a tener 70 metros de diámetro para no perder detalle de lo que ocurre allá afuera.

Dejamos atrás el complejo de la NASA y giramos hacia la derecha para comenzar a subir a la Ermita de Navahonda, que toma el nombre de un desaparecido poblado medieval y que fue construida a finales del siglo XVI. Proponemos la primera parada porque en este punto las tonterías se han acabado. Comemos barritas y galletas y, por supuesto, hacemos las fotos de rigor, nos miramos las cubiertas que llevamos unos y otros (por si alguien las ha cambiado y tiene que hacer algún comentario positivo o negativo) y charlamos de lo que se nos viene encima.

Y lo que tocaba era subir por unas rampas con unos porcentajes considerables durante 1,5 kms aproximadamente hasta el Collado de la Almenara. Lo peor de la subida lo tenemos al principio, donde una sucesión de rocas, la mayoría de ellas redondeadas, pondrán en dificultad nuestro paso con continuos resbalones y harán muy difícil la permanente estancia de las calas dentro de los pedales, aunque como bien avisa Carpetano “es bastante factible subirlo del tirón” si tienes un pelo de suerte en dos puntos clave; máxime cuando han mejorado-estropeado la ascensión y allanado su firme respecto al año pasado para que las procesiones y romerías no sufran tanto las inclemencias del terreno. Aunque, eso sí, los porcentajes no se los han llevado. Y, en ellos, Frenetikow sigue desenvolviéndose como pez en el agua. Es tremendo lo que le cunde al chico su viaje a tierras griegas.

Del Collado de la Almenara hasta Robledo de Chavela se coge bastante fuelle tras la extenuante ascensión ya que se disfruta de un descenso rapidillo aunque con zonas de bastantes piedras que te hacen ir muy alerta. De todas formas, esta bajada también ha sido “tocada” por los fieles.

El cielo sigue nublado pero no amenaza agua y la temperatura, no muy alta pero sin viento, hace bastante agradable la pedalada. Cruzamos tranquilos Robledo recordando la subidita que nos espera a las afueras del pueblo para llegar al Collado del Fraile. Esta remontada, dividida en dos partes, nos termina de machacar (bueno a algunos, no). La primera, al norte de Zarzalejo, nos obliga a circular por una pista muy rota con porcentajes suaves pero que exige una concentración alta para no perder de vista la trazada buena y evitar así poner pie a tierra. La segunda parte, eleva considerablemente los porcentajes y tiene un firme arenoso y desigual que, además, está agravado por el paso de quads y motoristas que dejan unos surcos muy tramposos para nuestras “finas” cubiertas. Lo único bueno de este tramo es que no es demasiado largo y que, una vez arriba, nos espera la bajada por el Sendero de los Indios, un deleite para el mountain bike y para los ojos por las espectaculares vistas que ofrece de las montañas que rodean El Escorial.

En el Collado del Fraile algunos insinúan alargar la ruta y subir por las Zetas de Abantos, pero son rapidamente acallados por la mayoría del grupo, y como esto es democracia… Algún día tenemos un golpe de estado.

Tras el breve descanso nos vamos en busca de los Indios, siempre detrás de Carpetano, que realizó a la perfección sus funciones de cicerone. Este trecho nos obliga a ir en fila de a uno y con distancia entre las unidades para no tener sustos ya que el sendero en muchas zonas está contraperaltado y nos podría empujar ladera abajo en una tarascada de varios cientos de metros. Además, restos de la nieve caída en las últimas semanas trabajaba a favor de la prudencia.


Tras disfrutar de este trayecto llegamos a las dos barreras que mantienen el ganado en su sitio, pero que nosotros tenemos que saltar para continuar con las emociones del día. Y las que llegaban eran las más fuertes de la ruta. Primero para bajar por un rampón con un 25% de desnivel aunque bastante limpio hasta el bosque de la Herrería, y después para deslizarnos paralelos a la tapia del Castañar por lo que los escurialenses conocen como el sendero o “atajo Saligari”, un descenso espectacular de 1 km aproximadamente con continuas eses y firme copado de hojarasca por el que tienes que intuir el paso a más de 40 kms/h derrapando en las curvas y pasando a cms de muchos de los robles que pueblan el lugar. Impresionante.

De este lugar hasta la estación de Ferrocarril de El Escorial solo quedarán unos minutos de regocijo por el día de bici pasado, sin caídas, pinchazos ni averías (salvando alguna salida de cadena). Llegamos al final de la ruta a las 13:50 con 5 grados de temperatura y mas contentos que unas castañuelas aunque tocados físicamente por la dureza del recorrido, que concentra sus poco más de 1000 metros de desnivel en dos subidas, aunque te lo paga con buenas y variadas bajadas.

Los datos finales que salieron fueron:

48,7 kms
3h22 minutos de pedaleo
14,4 km/h
1020 de desnivel acumulado

Ha sido un placer.

Y como muy tarde que se repita el último finde de 2009.


La Ermita de Navahonda from Carrascosa on Vimeo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

1+1-1… La Hoya de San Blás

Después de tres semanas sin pisar la sierra ya tenía ganas de pedalear por cualquier parte de ella, aún aventurándome a encontrarme unos buenos cms de nieve que me impidiesen rodar con normalidad.

Escojo la Hoya de San Blás por la relativa poca altitud que se coge en esta ruta (sobre los 1400). Y si la cosa se da bien remataría la mañana con una segunda vuelta a la Hoya para completar una ruta de 55 kms y 1500 de acumulado.

Salgo del Miratoros a las 9:20 con un grado negativo y la promesa de un día espectacular. El cielo se ha presentado totalmente azul y sin resquicio alguno de nubes. Según avanzaba hacia la montaña por los páramos que separan Soto de la Morcuera, la temperatura ascendía casi sin control. Ya en la barrera donde comienza el ascenso al puerto, el termómetro marcaba 12 grados. El día prometía.

Comienzo a subir sin prisa. La idea es terminar la primera vuelta en menos de 2h30 para poder hacer la segunda vuelta con relativa tranquilidad de tiempo. Tras superar las primeras zetas parece que la pista está libre de nieve. “Ha sido un acierto venir”, pienso aliviado. Sigo subiendo y veo más adelante las primeras manchas blancas en el suelo. Las supero con facilidad. Pero el problema acababa de comenzar. Las manchas cada vez son más grandes y más extensas. Cuando en una de ellas compruebo que el espesor ronda los 15 cms comienzo a preocuparme.

En el desvío al alto de la Morcuera me encuentro con Juan, un biker de Miraflores que ha salido con su flamante pepino (una Spe Stumpjumper!) a darse una vuelta por la Hoya después de algún tiempo de inactividad. Después de una breve charla decidimos continuar juntos. A partir de este punto las cosas se ponen feas, mucha nieve en la pista y solo por los bordes del camino se podía transitar medio bien. Estaba claro que la cantidad ingente de pinos de esta zona no habían podido impedir que la nieve se adueñara de la ruta.

Tras descender por el primer sendero y comenzar a ascender las primeras pendientes de la Hoya, mi compañero me dice que se da la vuelta. No se encontraba con el fuelle suficiente para acometer con garantías esta segunda parte. Tras despedirme continúo subiendo, a ratos montado, a ratos empujando. A estas alturas ya tenía claro que de segunda vuelta nada de nada. Y gracias si completaba la primera.

Según me acercaba al Sendero del Peligro, el espesor de la nieve iba en aumento. En algunos tramos no podía ni empujar la bici… la nieve me llegaba casi por las rodillas y las ruedas no podían realizar su giro natural. “Hasta las narices de la nieve”, me decía insistentemente. El día espectacular, todo muy bonito, mucho blanco, pero yo había venido a montar en bici y ya llevaba un buen rato con el maldito ‘empujabike’.

Decido echarme la bici a la espalda al estilo mochila. Está claro que así voy más cómodo que tirando de ella. Y así continúo un buen rato “disfrutando” de la singular situación. Pienso en el grupo que quería subir a la Fuenfría y en lo mal que deben estar las cosas a 1800 mts. La nieve por el cuello cuando menos.

Por fin llego al comienzo del ‘sendero del peligro’ y comienzo a bajarlo pensando más en terminar con este suplicio que en disfrutar lo que me quedaba por delante. Las zetas de las curvas estaban tan llenas de nieve que estos giros tan cerrados era peliagudo trazarlos bien. El punto más complicado de la bajada que tiene un escalón de roca estaba completamente abnegado por el blanco elemento.

Termino el descenso y enfilo a Soto por la pista. La nieve presente ya no era obstáculo, pero si lo era la ausente, aquella que ya se ha derretido y encharca los caminos de lo lindo. Me parece mentira rodar con tranquilidad, y en un plis estoy en el coche un poco decepcionado con lo que podía haber sido y no fue. Como de todo se aprende, raro será que me vuelvan a ver en una parecida, aunque la montaña llame insistente dentro de mi cabeza.

Al final, completo los 31 kms de la ruta en 3:05, casi una hora más de lo que se tarda en buenas condiciones. La media de 9,9 kms/h es como para haberse echado una siesta bajo cualquier pino de este impresionante rincón de la sierra.

En breve volveré y espero poder quitarle el negativo al título…