τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

miércoles, 25 de noviembre de 2009

A Cueva Valiente por Santa Catalina

Con este cartel empieza lo bueno.

El 25 de noviembre fue fiesta patronal en Majadahonda, y en honor a la Santa que nos ha ofrecido este día de asueto laboral, organicé una peregrinación en su nombre al monte de Cueva Valiente (alt 1903), situado al noroeste de El Escorial, al sur de El Espinar y al este del municipio avulense de Peguerinos.

A las puertas del invierno, la mañana nació soleada, con cierta temperatura y poco o nada de viento, cuestiones importantes para discurrir por los maravillosos parajes que nos ofrece esta zona de la sierra límite de Madrid con Ávila.

La ruta, que parte de El Escorial, no tiene un kilometraje excesivo (apenas llega a los 50 kms), en cambio tiene un desnivel acumulado ciertamente importante y concentrado en dos o tres subidas de las de corazón en boca. Además, ha sido la primera de las cuatro ascensiones a Cueva Valiente que realizo en solitario y sin mapas de apoyo. En las anteriores (, , ), siempre he ido bien escoltado por el grupo de escurialenses, señores de estas tierras y maestros bicicleteros de primer orden en las nobles artes de subir y descender por lugares imposibles.


Una hora al Alto de Abantos y descanso forzoso.

Es en estas excursiones donde la incertidumbre del “¿me perderé?”, causa mella en los nervios desde momentos antes de comenzar a pedalear. Hasta me tuve que hacer una chuleta para salir de San Lorenzo de El Escorial y enlazar con las primeras cuestas del puerto de Malagón –gracias, Peguero-. Una vez encaucé el camino, ya con las pulsaciones por encima de 150 gracias a las potentes rampas que te sacan del Real Sitio, el olor a pino se hizo ostensible y me sumergió en un estado placentero que me ayudó bastante durante los sesenta minutos que tardé en llegar al alto de Abantos (alt.1590).

A la altura del embalse de la Aceña.

Cuando el recorrido me zambulló en Pinares Llanos, después del desvío desde la Casa de la Cueva, los sentidos se dispararon y tuve que poner en alerta mi escaso sentido de la orientación. Aunque tampoco estaría mal perderme -pensaba- por estos increíbles bosques de indiscutible valor paisajístico, atravesados por senderos que son un deleite para el más exigente de los aficionados a la bici de montaña.


Pista hacia el Collado de la Gargantilla.

La llegada al Collado de la Gargantilla la hice sin más novedad y compañía que la sensación de soledad absoluta, y esto, sin duda, es un privilegio que le debo a nuestra afamada Santa Catalina, ya que ha sido ésta mártir, que vivió en el S.IV, quien me ha permitido realizar este ejercicio de navegación en una profunda intimidad con estas tierras del valle de Enmedio de Peguerinos.


Hay que subidita más maja...

La subida a Cueva Valiente es la subida a Cueva Valiente. 315 metros de desnivel en unos dos kms duros, muy duros, desequilibrantes, rotos, y algo frustrantes si no estás suficientemente entrenado en el ascenso a porcentajes del 20%, o superiores, sin el apoyo de una buena tracción. Son estos exámenes los que te ponen la realidad de cara y, en mi caso, me demuestran cual torpe sigo siendo en este tipo de terrenos. Un par de veces tuve que poner pie a tierra para superar esos 50 metros de terreno impracticable que se encuentran a mitad de ascensión.

Hacia el oeste.

Hacia el sur.

Hacia el este.

Al cielo.

Y me piro...

Arriba todo se olvida. Había consumido 2h30 para llegar hasta aquí y tocaba disfrutar de las vistas espectaculares miraras a donde miraras. Y de la sensación de soledad, que ahora la percibía más acrecentada por el fastuoso silencio que allí se respiraba. El viento relajado permitió que echara un buen rato en esta cima antes de ponerme manos a la obra con la siempre complicadilla salida de esta montaña dirección a Collado Hornillo. Senderos, piedras, escalones y bajadas trialeras son ahora los protagonistas, y aunque soy poco amigo de estos tramos extremadamente técnicos, intento exprimir estos momentos disfrutándolos desde una actitud de aprendizaje.

Salida hacia las trialeras.

El cerro de la carrasqueta y su refugio.

Alucinantes vistas en el búnquer de la cuerda.

Tras llegar al Collado Hornillo, cogí la senda que me subiría hacia el Cerro de la Carrasqueta sobre un terreno bastante complicado por el desnivel e impracticable por los graciosos que se dedican a cruzar troncos en el camino. Las tormentas del año pasado han dejado este tramo bastante perjudicado, aunque merecía la pena superarlo para tomar el camino de los refugios que enlaza con la pista del Campamento de Peñas Blancas.

Sendero de la cuerda.

Puro éxtasis.

Cuando accedí a la cuerda de Abantos, comprobé como el paisaje que se abría hacia el norte era increíble, y aunque las nubes estaban llegando desde el noroeste creando cierta neblina en el ambiente, todavía se apreciaba bien el espectáculo que la naturaleza tenía pactado ofrecerme en exclusiva. La tontuna que me creó la anestesia cerebral por lo contemplado durante toda la mañana, generó algún problema que otro para encontrar el sendero que me habría de bajar hasta Peñas Blancas.

En el bosque llegando a la pista de Peñas Blancas.

Superado este momento de incertidumbre y la dura subida hasta Abantos por la Fuente de las Negras, me dejé caer por la carretera hasta el sendero del “silencio” y, más adelante, lo enlacé con el de los “puntos”. Son dos bajadas salvajes que me pusieron la adrenalina a mil quinientos mientras sorteaba los pinos que, como en un videojuego, iban saliéndome al paso. Qué disfrute! Pero no todo acaba aquí, más adelante me esperaba un pseudo cortafuegos que me bajó como un misil hasta la zona de la presa, donde el año pasado Edu rompió su cadena.

El puntazo final con el sendero de los "Puntos".

Y poco a poco comencé a sentir de nuevo la civilización, con los estudiantes de la Universidad María Cristina saliendo y entrando de sus clases y, el gesto fruncido de, en general, todo aquel que se encontraba laborando. Son las 14:30, llego al coche y me llama la atención la cara de bobo con la que aparezco reflejado en el cristal del portón trasero. Gesto que le debo a Santa Catalina de Alejandría, patrona de Majadahonda.

Maravillosa ruta!

Los datos para quien quiera disfrutarla por primera o enésima vez:
48 kms
1475 de desnivel acumulado.
1903 m punto más elevado (Cueva Valiente)
1032 m punto más bajo (San Lorenzo de El Escorial)
1500 m media de altura registrada
4h34 de tiempo total.
<7/13> ºC


sábado, 21 de noviembre de 2009

Pinilla-Malagosto-Navafría-Pinilla. Una ruta Cinco Estrellas


En general, las cosas que cuesta más conseguir, las que más tardan en llegar desde el deseo inicial, son las que más valoramos y con más cariño tratamos. Yo todavía tengo guardado como un tesoro el Scalextric que me trajeron los Reyes Magos después de pedirlo dos o tres años sin respuesta alguna. Cuando, por fín, vi consumado aquel circuito de carreras en mi habitación, la ilusión casi me impidió comenzar a jugar. De esto hace ya treinta años pero, de año en año, los coches salen a correr bajo la tutela de los peques de la casa.

La ruta que hice el sábado junto con mi amigo y maestro Luis (Peguero) ha estado latente desde este verano dentro de mi cabeza, una vez que Chemabtt la explicó muy acertadamente en su blog. Ya terminado el recorrido, el resultado ha quedado como aquel regalo ansiado que se resiste a llegar. Y es que han tenido que pasar tres años dando vueltas con la bici por la Sierra de Guadarrama para descubrir este rincón de los Montes Carpetanos. Increíble escenario para una ruta Cinco Estrellas. Debí sospechar lo especial de esta zona cuando Luis decidió salir al “extranjero” desde sus territorios escurialenses y acompañarme en esta aventura.


Tras salir de Pinilla del Valle sobre las 9:30 de la mañana y con 7ºC, la pista que une esta localidad con Alameda, Oteruelo y Rasafría, viene a ser un buen calentamiento durante unos 6 kms. Después llegarán las primeras rampas del puerto de las Calderuelas (alt.1998) y el puerto de Malagosto (alt.1930), aunque entre ámbos nuestras bicis llegaran a una cota de 2011 metros.


En el puerto de las Calderuelas se acaba la pista tras superar 900 metros de desnivel y unos 10 kms desde Rascafría. La ascensión ha sido relativamente cómoda, en gran medida por la conversación amena de mi compañero de fatigas. Tanto tiempo sin vernos ha dado para mucha charleta y algunas risas. A partir de este punto comenzó un devenir por la cuerda de la montaña donde hubo que superar un par de rampones estilo “Tres Provincias” de cuidado. Uno de ellos con una longitud y un porcentaje más allá de lo razonable.


Detrás de mí, la rampa de lanzamiento del puerto de las Calderuelas. Unos 200 metros de tierra y piedra suelta con un porcentaje del 20%. El viento del suroeste, siendo de cola, no terminaba de favorecernos para mantener el equilibrio en una superficie tan dura de domesticar. Ahí íbamos los dos superándonos cuando el de delante ponía pie a tierra.


Cruz de Juan Ruiz “Arcipreste de Hita” situado en el puerto de Malagosto, un impresionante balcón expuesto a las inclemencias meteorológicas desde los cuatro puntos cardinales. A estas alturas de la ruta, la naturaleza nos ofrece ya este regalo espectacular bajo un cielo enmarañado por multitud de nubes altas pero con el sol como espectador principal. Uno siente un cosquilleo especial al pensar que el autor del “libro del Buen Amor”, durante la primera mitad del s.XIV, anduvo por estos lares uniendo las poblaciones de Rascafría y Navafría. Vaya atributos debía tener el tipo.


En la misma atalaya donde se encuentra la cruz, una bandera española con el lema “A España servir hasta morir”, ondeaba orgullosa mientras Peguero se encaramaba hasta lo alto de la roca para divisar la meseta norte infinita. Este lugar acoge el segundo domingo de cada verano una misa precedida por una romería que reúne a montañeros, vaqueros y pastores que escenifican el encuentro del Aripreste de Hita con la Chata.


“Creo que nunca he estado tanto tiempo en bici a más de 2.000 metros”, me dice Luis mientras rodamos por la cuerda de la montaña, ya con Malagosto a nuestras espaldas. Es en una gran pradera -estábamos avisados de que el camino desaparecía (alt. 2138)-, donde decidimos consultar mapas y meternos algo más sólido que las dichosas barritas: “Vivan los bocadillos de chorizo”. El viento parecía amainar y el sol calentaba lo suficiente para mantenernos en el lugar. Las ventiscas y los temporales en este lugar deben ser para echarse a temblar, no hay más que mirar los escasos cms que la vegetación asomaba por encima del raso. Mientras comíamos, el Nevero (alt. 2209) vigilaba nuestra posición señalándonos la salida de tan salvaje lugar.


Tras seguir las indicaciones de Luis, salimos atravesando una portezuela y comenzamos a perder altura en busca de la ladera por la que bajar a Navafria (alt.1194). Son momentos para disfrutar encima de la bici ya que estaremos descendiendo por senderos pedregosos, llaneando por bosques de pinos con figuras caprichosas, y cayendo por pistas forestales durante casi una hora para perder cerca de 1000 metros de altura. El puerto que termina en la población segoviana, con una pista excelente y un largo kilometraje, recuerda a la bajada hasta Espot desde el Coll de la Portella en la Pedals de Foc pirenaica.


Por fin abajo. Después de tomar una Vía Pecuaria, llegamos a la Cañada Soriana que nos introduce en Navafría, nuestro destino segoviano. Serían sobre las 13:00 horas. El tiempo había pasado volando. En este punto llevábamos unos 45 kms y 1250 de desnivel. Desde luego, lo más duro de la ruta había pasado ya, pero en una ruta nueva, siempre puede haber sorpresas, ¿verdad Luis?


Salimos a la carretera que sube al puerto de Navafría y, al poco, nos desviamos a la derecha por una pista que nos subirá a lo alto de la montaña. La densidad del bosque y lo salvaje de la zona, distinguen esta parte de la sierra de las áreas más pobladas y conocidas por todos. “Seguro que por aquí, además de jabalíes, hay venados, corzos y zorros”, pensamos mientras pedaleamos despacio pero sin pausa. Las rampas del puerto no son pecata minuta para unas piernas que ya empiezan a notar el castigo.




Casi arriba y a más altura que el alto del puerto nos paramos en el refugio de Navalcollado, cuyo techo sirve de mirador hacia el este para divisar los Horcos y algunos montes más que rodean nuestra fantástica y vertiginosa posición. También se divisan otras pistas que surcan las laderas opuestas en dirección al puerto de Navafría (alt. 1773).


En el alto, echamos unos minutos de charla mientras vemos como las nubes comienzan a ocultar el sol. La temperatura arriba no pasaba de 7 grados así que antes de quedarnos fríos comenzamos a bajar por la carretera. Buscábamos una pista que debería salir a la derecha del asfalto y que nos dejaría cerca de nuestro punto de partida al borde del embalse.


Tras un par de dudas y salidas de los tramos correctos, la pericia de Peguero en encontrar lo inencontrable nos presenta la guinda de la ruta. En un área recreativa entre los kms 9 y 10 del puerto, hay un sendero escondido que nos deslizará por la montaña entre un sinfín de pinos primero y robledales después. Según bajábamos nos íbamos mirando con cara de alucinados y disfrutando como aquellos niños que reciben ese tardío Scalextric.



A mitad del descenso, paramos para saborear nuestra posición sobre el Valle de Lozoya. A la derecha, Pinilla, nuestro destino; a la izquierda, Lozoya; y en el centro, el embalse de Pinilla se abre ante nosotros dándonos la bienvenida pasadas ya las 16:00 horas.



En la hipnosis del descenso nos desviamos del camino correcto una vez más y nos introducimos en una vía muerta que no nos desgastó demasiado. Corregido el error, seguimos bajando, pero la pista casi ni se percibe porque la montaña y la vegetación casi la han engullido. Los arbustos fustigan nuestras piernas cual látigos al pasar a gran velocidad por sus dominios, pero nuestros sentidos siguen en grado de éxtasis alucinando con el maravilloso final de ruta que nos hemos encontrado.


El marco final, con los robledales despidiéndose, el cielo ya gris y la encrucijada de caminos como último cruce a resolver antes de llegar a la base de la montaña, es una situación esplendorosa donde uno ya comienza a relamerse por lo pasado. La salida de la montaña la hacemos por un portón situado justo enfrente del desvío de la carretera a Pinilla del Valle, con lo que terminamos de una forma perfecta esta ruta de Cinco Estrellas, digno regalo tardío en un rincón de los Montes Carpetanos.

Maestro, un verdadero placer!

Finalmente los datos que arrojaron los cuentas fueron:
69,35 kms
2005 de desnivel acumulado
6h52 de ruta (4h59 de parcial)
13,88 km/h
Temperatura <7/10>ºC

La crónica del Maestro.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Malagosto, ko; Morcuera, Canencia, y algo de aventura, ok

Chema btt me abrió los ojos en agosto cuando escribió la crónica de una ruta que había hecho por el Puerto de Malagosto y las Calderuelas. El recorrido me pareció sencillamente genial, y los paisajes que describía me atrajeron por su belleza salvaje y de difícil acceso. Si a esto le añado mi fanática afición de surcar territorios desconocidos, solo faltaba ponerle fecha a esta nueva aventura de bici, montañas y mapas.

Saliendo de Pinilla con Peñalara al fondo.

Por unas razones u otras, ha sido este domingo de mediados de noviembre donde he tenido el hueco para intentar disfrutar de este recorrido. La climatología, siempre caprichosa, no ha dejado de asustarme con sus nubarrones y amenazas de lluvia desde los primeros días de la semana a través de la web de Aemet. Pero las ganas de afrontar este reto pudieron con todo ello y me sacaron de casa prontito para llevarme hasta Pinilla del Valle, lugar escogido para comenzar a pedalear.

A pesar de que en el trayecto por la N1 los bancos de niebla apenas dejaban ver a 50 metros y las nubes negras presagiaban lo peor, a medida que me adentraba en el valle de Lozoya, la niebla desaparecía y dejaba paso a abundantes nubes altas que viajaban deprisa azotadas por el intenso viento. “Con un poco de suerte esquivaré la lluvia”, pensaba. Y así fue.

Inicio de Malagosto con el robledal cobijando la subida.

De Pinilla, salgo por la pista que hay junto al embalse y que me llevará por los pueblos de la comarca hasta Rascafría (alt. 1100). Son unos kms llanos que me sirven para entrar en calor antes de ponerme a retar a los porcentajes del Puerto de Malagosto. Además, como tenía intención de bajar desde el alto de Navafría hacia Lozoya, el fin de ruta lo tendría más a mano en Pinilla que no más adelante.

Las primeras rampas de Malagosto me presentan una pista en perfectas condiciones con porcentajes suaves que no llegan al 10% en ningún punto. Voy atento a lo que me rodea, un inmenso robledal de tonos ocres oculta la primera parte de la montaña. El día, gris, parece que no ha seducido a la gente a salir de sus casas y por momentos tengo la sensación de que estoy solo en el mundo.

Ruta abortada, y ahora qué?

Pasado el km 6 o 7 se vislumbran los primeros pinos, que toman el relevo de los robles en ese inmenso tapete que decora toda esta sierra limítrofe de Madrid con Segovia. Continúo pedaleando y veo el coche de un forestal 200 metros más adelante. Estaré más o menos en la zona llamada el Raso de la Cierva, a unos 1700 metros de altitud. Cuando estoy llegando a la altura del vehículo, se baja un tipo que me da el alto y me dice que nos se puede pasar por que hay una batida de caza en esa zona. Le miro incrédulo y le digo: “No será verdad!!!”. “Lo siento, no se puede pasar”, insiste el forestal. Iniciamos una conversación donde me explica que los cazadores tienen los puestos en la pista y que, además, hay un cartel al comienzo del puerto. Y era verdad, pero también había otro en la senda que subía hacia Tres Provincias hace dos semanas y no vi ninguna escopeta. Y es que muchas veces, los avisos se los dejan en el monte hasta el año siguiente.

Imponente Peñalara.


La vedad es que considero indigno que cualquier tipo de actividad secuestre el monte hasta el extremo de no dejar el paso “por seguridad” a ninguna persona que quiera disfrutar de la naturaleza en su tiempo libre. Indigno e inmoral. Como decía el amigo forestal: “Tendrían que venir los jueves, y así no molestan a nadie”. Bueno, a nadie, a nadie... Que se lo pregunten a los cuatro jabalíes que quedan por esta sierra a ver qué les parece.

Sin poder creer todavía que estaba obligado a renunciar a la ruta elegida, me despido del guardabosques y comienzo a bajar pensando: “Y ahora qué cojones hago”. Se me pasa por la cabeza irme al coche y olvidarme del día de bici. Son poco más de las 10:30 y me encuentro en una montaña a la que no puedo subir... Peñalara a mi derecha, Morcuera al frente y el valle de Lozoya a mi izquierda... Pienso en varias opciones y las posibilidades de cada una. La retirada se va desvaneciendo y, mientras sigo comiéndome la cabeza, me paro en una curva a disfrutar del paisaje que me estaban robando... y a comer algo.

Parón en la fuente de Canencia.

Continúo bajando. Me comienza a seducir la idea de subir Morcuera por el lado norte e ir improvisando. Ya en Rascafría cojo una carretera que me llevará por delante de la urbanización 'Los Grifos' y que me dejará poco más adelante del Puente del Perdón. A falta de Malagosto, Morcuera me ofrece 13 kms de escalada y 550 metros de desnivel hasta el refugio del alto. Durante la subida, con el viento arreciando, comienzo a encontrarme con alguna presencia humana en forma de varios senderistas y tres ciclistas. Voy jodido. Toda la semana preparando una ruta y resulta que ahora estaba pedaleando en dirección contraria a Navafría, mi destino segoviano tras superar Malagosto.

Poco a poco me voy centrando en la nueva excursión que me llevará, terminado este segundo ascenso de la mañana, a Canencia y su famosa fuente. El paso de la Morcuera a Canencia vestía sus mejores galas, tonos otoñales por los cuatro costados, pista húmeda ofreciendo un agarre extra, y pocos senderistas a los que asustar con el “biciiiiiiiiiiii”.

Por la dehesa del Lozoya.


A estas alturas no llegaba a 50 kms y 1200 de desnivel, números que había que seguir engordando antes de acabar la ruta. Para ello, me dirijo por el área recreativa de Canencia hacia las pistas que suben desde la parte baja del puerto y que solemos subir en los 88 de Mammoth
. Aquí comienzan unos momentos de jolgorio interior increíble por lo divertido del terreno y el fantástico bosque de pinos en el que me he adentrado. Son estos momentos los que no se pagan con dinero y, además, son difícil explicarlos por lo complejo e intenso de las sensaciones que provocan.

El Lozoya deslizándose por sus dominios.

Llega un punto en que mi pista se divide en tres. La de la izquierda es la que subimos en la carrera de Mammoth, la de la derecha es la que sube a Cabeza de Braña (ufff!), y la central... La central no se a donde va, así que es la que cojo. Pronto me alegro de la decisión, ya que la pista se convierte en un camino salvaje que pierde altura rapidamente y termina transformándose en una arrastradera con curvas cerradas que son un deleite total. “Qué maravilla, mira que no haber descubierto esta senda antes”, pensaba mientras iba trazando curvas y acumulando desnivel negativo... Zash!!! Y ahora?... La pista había desaparecido! “Joder, y ahora, qué?”. No podía pensar volver sobre mis pasos con todo el desnivel que tenía a mis espaldas. A mi izquierda, un cortado con zarzas y rocas... De frente una tapia de piedras y, al otro lado, vacas.

Decido saltar la tapia e indagar alguna escapatoria. Las vacas puede que tengan perros pastores, así que solo queda tirarme por la pendiente que tengo a mi izquierda y esquivar plantas, rocas y piedras mientras desciendo un 48%... Para ir montado! Consigo llegar hasta un arroyo que lleva una cerca paralela. La salto y me adentro de nuevo en el pinar de Canencia. Ahora toca tirar de la bici para arriba para llegar a una zona donde pueda comenzar a bajar. Por fin puedo buscar la parte baja de la montaña. Las zarzas me están destrozando las piernas, pero bastante tengo con que sus pinchos no lleguen a las ruedas de la bici.

El embalse de Pinilla.


Cuando oigo los ruidos de los coches que bajan de Canencia siento que el mal trago ha pasado. Más de media hora y algunos arañazos me ha llevado salir del atolladero. No es la primera vez que me veo en una de estas... Y no será la última.

Salgo a la carretera en el km.16. La duda que tengo ahora es cómo atravesar las montañas que tengo enfrente y que me separan de Pinilla del Valle. No estoy seguro de que la pista que sube por la ladera sur hacia el Collado del Hontanar me deje a la altura de la que baja por la ladera norte. Y subir 500 metros de desnivel sin estar seguro... Pregunto a unos aldeanos, que caminan por la carretera hacia Canencia de la Sierra, y me aconsejan ir hacia las dehesas del Lozoya bordeando toda la sierra que tengo enfrente, y el embalse de Pinilla cuando esté en la vertiente norte. Salen bastantes más kms pero creo que es la salida más segura.

Lo bueno de este último tramo es que voy por una pista en buen estado, aunque con zonas bastante rompepiernas, que voy descubriendo por primera vez. Una vez que dejo atrás el pueblo de Canencia, atravieso varios robledales y prados llenos de ganado que te miran mientras pastan sin darte la más mínima importancia.

Iglesia de San Miguel Arcángel, s.XV. Imponente la entrada al pueblo en el final de ruta.

Ante mí se va abriendo la sierra de Navafría (mi ruta frustrada), con la cuerda que llega hasta Somosierra a la derecha. Una vez que llego al embalse, enlazo con una pista que lo bordea por el lado norte y que me dejará tras casi 8 kms rodadores en mi punto de partida a las 15:14 de la tarde. Fin de ruta. Fin del disfrute y de algunas penurias. El tiempo, amenazante, ha terminado por sujetarse y sólo la temperatura ha flojeado algo a lo largo de la primera parte de la mañana.

Después del improvisado recorrido los números son:
78 kms
5h37de aventura (4h31 parcial)
1650 de desnivel acumulado.


En fin, las fenomenales experiencias vividas durante todo este tiempo no han sido las previstas. Tocará volver a Pinilla para saldar la cuenta con Malagosto y las Calderuelas... y dar fe de las palabras de Chemabtt y otros muchos que han disfrutado esta ruta antes que yo.

Gracias a todos ellos por compartir esas experiencias.