τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

sábado, 22 de mayo de 2010

10.000 del Soplao 2010. Gracias Cabezón!

Poco a poco me voy quitando esa fina capa de satisfacción, cansancio y resaca que me ha embadurnado por todo mi cuerpo esta edición de los 10.000 del Soplao. Normalmente me cuesta volver a la realidad del día a día después de cualquier aventura encima de la bici, pero en esta ocasión el tiempo de reacción ha sido más que duplicado. Las razones de este estado de embobamiento adormecido vienen por el disfrute que me ha provocado el fin de semana completo junto a un grupo de amigos haciendo lo que más me gusta: montar en bici.

Después de varios meses de preparación para poner el cuerpo más o menos a punto, me encuentro con que el viernes 21 de mayo ya ha llegado. Ya no queda nada para el gran momento. Objetivo: Bajar de 10 horas en hacer los 165 kms y 4200 de dap+. Ese mismo día por la noche vienen Juanma y Jose a casa. Cenaremos juntos a modo de despedida ya que Juanma ha elegido para ese fin de semana derroteros más turísticos y ejercerá por unos días de egiptólogo, mientras que Jose acaba de llegar de Córdoba y se subirá a Cabezón de la Sal junto conmigo y con Luis (Peguero).

Y así, el sábado por la mañana, Jose, Luis y yo salíamos desde El Escorial dirección Cabezón de la Sal, mientras que el grupo de Jorge, Jimmy, Nacho y Dani viajarían por la tarde. En 4 horas y pico estábamos desembarcando en la localidad cántabra y, como lo primero es lo primero, nos dirigimos a la carpa de la organización para recoger los dorsales y ver un poco el ambientillo pre-maratón. Esto es como inyectarte en vena una ultradosis de emociones y nervios que sólo desaparecerán cuando la prueba haya finalizado. Son grandiosos estos momentos, y son parte de lo que me empuja a estar año tras año tras la línea de salida de los 10.000 del Soplao.

Después de saludar al máquina de Tony (este chico es insaciable) y a unos amigos suyos del Club Mammoth, nos vamos a Cos, en el barrio de Mazcuerras, donde habíamos alquilado una preciosa Casa Rural (la misma del año pasado y espero que la misma que la del año que viene). Fue llegar, dejar los trastos y sacar las bicis para rodar un poquito por la zona.

Ya por la tarde-noche y con todo el grupo de Villalba en la casa, nos hicimos una suculenta cena a base del único alimento posible durante los días previos: pasta, pasta y más pasta. Y con los estómagos llenos de hidrocarburo intentamos conciliar el sueño lo antes posible.



Día 22.- Es el día. Suena mi despertador a las 5:45 am. Boté de la cama a cámara lenta. Poco a poco se desperezan Jose y Luis. En esta ocasión, no había que dilucidar qué tipo de ropa había que ponerse. El día amaneció con un sol espléndido y las temperaturas se esperaban en torno a los 30ºC, con lo que todos elegimos equipación corta, aunque para la espera en la salida y los primeros kms quizás unos manguitos iban a venir bien. Lo justo.




A las 6:45, salimos los tres como avanzadilla hacia Cabezón, mientras los “Pandilleros Garrapateros” apuraban sus relaciones con las sábanas. A las 7:00 estábamos colocados en la salida. Diría que bien colocados, a unos 70 metros del arco de meta con 200 o 300 bikers por delante. El primer objetivo del día estaba cumplido. Buena señal.

Al poco de llegar, vemos a Tony y sus colegas, y entre la multitud de cascos creo distinguir a Raúl (Sanmy), un amigo cántabro con el que hicimos una ruta por Picos de Europa hace tres años. Nos deseamos toda clase de suerte y seguimos en la tensa espera hasta las 8:00 am, hora de la traca de salida que, como siempre, se ve acompañada por los acordes del Thunderstruck de AC/DC.

8:00 am.- Salida. Como siempre super puntuales. Más de 3.200 ciclistas comienzan a rodar por carretera y, ya en la primera pendiente sobre asfalto, los ánimos se desatan. Pierdo a Jose y a Tony, pero veo a Luis unos metros por delante. “Ese de Forobici, vamos que nos vamos”. Enseguida nos metemos en las pistas que nos acercarán al Monte Corona y dónde se forma con el paso de las bicis una buena polvareda. Mi Polar empieza a pitar casi de forma compulsiva. “Joder, me quedo sin pila en el receptor del imán”. En cambio el cuenta si funcionaba bien con lo que las referencias de tiempos para cumplir el objetivo los iba a tener que sacar por las horas de paso.



La estrategia de carrera era ir tranquilo, sin pasarme de pulsaciones en ningún momento para no pagarlo en los puertos finales. Ir fuerte pero contenido. En la primera subida del día hacia la Ermita de San Esteban coincido con Santi (compañero del Club de Noe), al que me pego durante casi toda la subida ya que le vi con buena cadencia. Sentí no poder decirle nada, pero bastante tenía con no perder la respiración. La vegetación en esta zona es de un incalculable valor, de hecho estas pistas atraviesan el Parque Natural de Oyambre, un conjunto de hayas y olmos cuya altura apenas deja pasar algún tibio rayo de sol.


En menos que canta un gallo, nos plantamos en Caviedes (km 22), donde la organización ha plantado el primer avituallamiento. No paro. Voy bien de agua y las sensaciones son buenas. De aquí hasta la subida de Las Lastras no hay deamasiado, de hecho, estaba comenzando a subirla media hora después. Me voy exigiendo contención continuamente, el cuerpo quizás me pedía ir más fuerte, pero la cabeza me frenaba para no hacer ningún exceso innecesario.


Comienza la subida de Las Lastras. Tak, Tak. Plato pequeño y barbilla hacia abajo. “Joder, esto es una delicia”. Tras sortear con dificultad el inicio pedregoso de los primeros metros, el resto de la subida no tenía nada del asqueroso barro de otros años y se pedaleaba bastante dignamente. Quizás, alguna dificultad en sortear a algún biker que subía andando, pero poco más. Creo que no tardamos ni 20 minutos en llegar arriba, donde un numerosísimo público nos animaba con vítores y todo tipo de gritos. Desde aquí, mil gracias a todos ellos porque es impresionante lo grande que te hacen sentir.


Tras un pequeño descanso comienza otra subida, la del Soplao. Es una pista tendida donde los porcentajes no son muy altos y se hace relativamente cómoda. La ascensión a las Cuevas termina con unos kms de asfalto, al final de los cuales se encuentra el segundo avituallamiento. Pensé en seguir sin parar, pero no!. “Para aunque solo sea para mear”, pensé. Aproveché para comer un plátano y rellenar el bidón con Aquarius. Dos minutos.

La bajada a Celis es posiblemente la única dificultad técnica de toda la ruta. Una trialera con bastante porcentaje pero que se baja bien si no arriesgas. Otros años he visto unas caídas de pánico en este lugar. Decido bajar ágil pero sin jugármela. Me adelantan 4 o 5 que iban mucho más rápidos y a los cuales cedo el paso gustoso. Unos disfrutan bajando y yo, casi, lo hago más subiendo…

Ya abajo, comienza un tramo largo de carretera que nos llevará a través de las localidades de Puente Nansa y Carmona hasta el inicio del Monte Aa. Son unos 10 kms de asfalto donde es fácil cebarse para ganar insignificantes minutos y perder demasiadas fuerzas. Con la lección aprendida me pongo detrás de una bici que iba deprisa y que, al poco, me pide que le de un relevo. Le digo que “si”, que cuando alcance a los dos que iban por delante a unos 200 metros, jeje… Cuando llegamos a la altura de esa pareja, tomo yo las riendas y durante 500 metros voy abriendo camino hasta que llegamos a otro grupo de unos 5 o 6 ciclistas. Ahí me quedo a rueda, mientras los que iban detrás de mí toman el relevo y comienzan a tirar. Y de qué manera. Me había salido la jugada perfecta porque hasta la entrada al Monte Aa iríamos en pelotón unas 20 o 25 bicis sin prácticamente hacer esfuerzo. Qué sensación la de rodar sin dar pedales! Qué sensación la del rozamiento de 50 ruedas contra la calzada! Los pelos de punta. Qué grande es el ciclismo!

Hasta las rodillas de agua.
Km 48 de carrera: Subida a Monte Aa. Despacio pero con buena letra. El grupo de la carretera se queda partido en las primeras rampas. Aquí no queda otra que concentración y no desgastarse demasiado. Lo duro, duro, con rampas de hasta el 23%, pasa en 2 kms, y los dos kms finales son tendidos y muy llevaderos. La llegada a la cumbre es otro momento de gran excitación ya que compruebo que son las 10:20 am y que voy con casi una hora menos que el año pasado en ese punto.

Toca bajar a Ruente por una pista que parte en dos un bosque digno de Elfos y gnomos. Seguro que los había pero la velocidad no nos permite observarlos. Ya en Ruente, pasamos por un puente estrecho por donde solo cabe una bici. Este es uno de los momentos inolvidables de todos los años. En esta localidad siempre hay una concentración de público digna de la Vuelta a España y, además, no paran de aplaudir y dar ánimos. Sencillamente genial.


Una carretera local nos acerca hasta el cuarto avituallamiento, el del Área Recreativa Casa del Monte (km 63). De pronto veo a Jose en una cuneta cambiando un pinchazo. “Que putada”... Paso a su lado y le doy un cachete pero no paro. “Que mal compañero”, aunque él me dice a gritos que siga. Cinco minutos después veo a Tony delante. Me pongo a su altura y le pregunto que cómo va. Me dice que ha empezado muy fuerte y que necesita comer. Yo le cuento que voy con pequeñas molestias en el estómago, aunque nada importante. Son las 10:50 de la mañana con lo que llevo 2h50', 55 minutos menos que el año pasado. Hasta aquí llevábamos una media de casi 22 kms/h. “Esto marcha bien”.

En el avituallamiento paramos y me bebo una Coca Cola con un plátano y una barrita. Dos minutos. Reconozco que este sitio es para tumbarse en la yerba al lado del río pero mis piernas están a otra cosa... Le digo a Tony que salgo y él decide esperar un poco más.

Es el momento de afrontar el primer puerto del día, los 12 kms y casi 700 m de dap del Moral. Lo peor de este puerto se concentra al principio, en los 4 o 5 primeros kms, donde las rampas son duras y se asciende entre una sucesión de horquillas que te elevan rapidamente. En esta zona el calor apretaba de lo lindo y el aire brillaba por su ausencia, así que había que ir muy pendiente del agua. Cuando las rampas se empiezan a suavizar veo pasar un avión a mi derecha. “Vamos Pablooo”, espeta el misil. Era Jose, que subía desatado. Pensé en no intentar seguirle ya que no iba a sacar nada bueno de esa persecución. Continué a mi ritmo mientras vigilaba al Sputnik a unos 200 metros por delante. En la cumbre estoy en 1h06 desde abajo, con lo que le sigo ganando tiempo a mis previsiones. Paro a beber un par de vasos de sales y me tiro para abajo en busca de la carretera que me lleve a Bárcena Mayor.


Esta pista la he bajado bastantes veces -en el Soplao o en rutas por la zona- y no la recuerdo con el suelo tan suelto y con tanta grija. La bici bajaba como un caballo desbocado y caerse era cuestión de nada. Ante esta situación decido bajar soltando piernas mientras me pasan tres o cuatro de forma desaforada. Y a media bajada uno de ellos se pega un ostión de cuidado. Al pasar a su lado le pregunto si está bien, pero el hombre no era capaz de emitir un sonido comprensible. Ummmm, ummmmm, ummmmm. Delante veo un ciclista con el culotte roto y le pregunto si se ha caído, “Joder, el tío ese , ha entrado en la curva como un loco y me ha llevado por delante”. “En fin”, pensé, “que se recupere pronto y que no tenga nada, pero... hay que bajar con más cuidado”.

En la carretera (Juzmeana) hay, como todos los años, un montón de gente aplaudiendo. La tomo dirección Bárcena Mayor. Pronto dos bikers me pasan como exalaciones. Justo lo que necesitaba. Me uno al dúo para ir volando hasta el tercer avituallamiento (km 92), donde se enlaza con el puerto rey de la etapa, Cruz de Fuentes. Los 15 kms de esta ascensión se hacen muy largos como no los tomes adecuadamente. La primera parte tiene unos 3 kms sin apenas pendiente, pero a medida que se avanza el porcentaje sube paulatinamente hasta llegar a los últimos 5 kms, que son los verdaderamente cabrones.

Del avituallamiento de Bárcena salí con otra CocaCola, medio sandwich, media naranja y una barrita energética. Las molestias en el estómago se habían convertido en un intenso dolor. Creo que fueron las barritas de proteínas que comí al principio. “Ese cemento me la ha jugado”. Iba avanzando lentamente por las primeras pendientes del puerto. El tiempo previsto para este puerto era de 1h15 y dudaba si iba a conseguirlo. Sé lo que es una pájara en esta subida sin carrera de por medio.

El dolor seguía ahí pero yo iba bien de piernas. Decidí subir con el 22 y un piñón intermedio, lo que me daba bastante cadencia. De pronto los dolores aminoran su intensidad y veo como puedo bajar otro piñón para subir algo más rápido. El cuerpo humano es increíble, unos metros atrás iba retorciéndome encima del sillín y ahora subía como un tiro. Comencé a coger ciclistas sueltos, parejas, tríos y grupos enteros. Pude adelantar a 30 bicis en los últimos 6 kms de puerto. Además, con el pitido continuo del cuenta parecía que iba pidiendo paso. Disfruté esta subida como pocas. Me dio hasta rabia que se acabara el puerto pero cuando vi la Cruz en el alto pensé: “otro obstáculo menos”. Además había subido por debajo de mi previsión. Parada técnica en el avituallamiento. Un Aquarius y a seguir.

Camino al puerto de Palombera y dado el ritmo hasta ese momento y mi estado de fuerzas, no iba a ser dificil conseguir llegar antes de mi objetivo de las 10 horas. La llegada a Ozcaba y la subida hacia Venta Vieja la hago con otros dos bikers. Ibamos cómodos y decido no apretar para conservar energía. Iba realmente preocupado con el dolor de estómago que se estaba convirtiendo en pinchazos abdominales insufribles. “Tiene cojones”, murmuraba hacia mis adentros. En Venta Vieja, mis dos compañeros me dejan en la bajada aunque uno de ellos se queda tirado con su Cube por culpa de un problema con los cables de cambio. “Mejor ir con dolor que quedarte tirado por una avería”, aunque esta parte del descenso hacia Colsa y Los Tojos la padecí de narices. Como dice Luis, en montaña no hay kms gratis, bajes o subas. En ese pedregal de pista no puedes aprovechar y recuperar, tienes que conducir en tensión y no es hasta que se llega a la carretera cuando cuerpo, brazos y manos descansan de verdad.

Por Los Tojos pasé como una exalación en busca de las revueltas que me dejarían en Juzmeana para subir el verdadero demonio de esta prueba: el Moral, de vuelta. Para afrontar estos 8 kms finales paro en el avituallamiento. Coca Cola, relleno el bidón, cojo un botellín de agua y me tomo una barrita. Al poco compruebo que con todo esto me he equivocado. Vuelven los dolores que ya no me abandonarán hasta la meta.

Mientras subo, veo bajar a Nacho al que pego un grito. “Mierda, como duele”. Paro a mear, a ver si poniéndme de pie se me pasa algo. El cuenta ya no dejaba de pitar. No me faltaron ganas de arrancarlo del manillar y tirarlo al río. Con todo no me veía subiendo demasiado mal aunque no sabía si iba ser capaz de bajar de la hora en esta subida (tiempo de referencia).

Esta subida se come a los ciclistas que se hayan desfondado en los kms anteriores. Me pasó a mí el año pasado y le estaba pasando a alguno que otro este año. Mientras dura la ascensión no dejo de cruzarme con gente que bajaba ocupando el lado bueno de la trazada, así que los que subíamos teníamos que apañarnos con pedalear encima de la grija. Poco a poco continúo subiendo hasta que corono el puerto en 55 minutos. “Buah!”, ya estaba terminado.

En el avituallmiento de la cumbre no quedaba agua, así que tiré para abajo rápido. Me quedo perplejo al ver a un buen número de bikers como coronan su primer Moral, y muchos de ellos !!!andando!!!

Durante el descenso me cruzo con un coche de la organización que anuncia por megafonía que estamos en ritmo de !!!9 horas!!! Haciendo cábalas compruebo que quizás pueda llegar antes de ese tiempo. Decido bajar tranquilo y jugármeo todo en la carretera hasta Cabezón. “Si pillara un grupo!”.

Termino de bajar el Moral con bastante dolor en el estómago pero con la ilusión de terminar cuanto antes. En el Área Receativa me pasa un Asturcon y un ciclista del CC de Buelna. Me pego a ellos. Se unen dos más por detrás y cogemos a otros dos. “Me ha oído Dios”, ahí tengo mi grupeta. El del CC de Buelna le ponía ganas pero no íbamos todo lo rápido que yo quisiera. El viento en contra dificultaba la tarea. Decido pasar a tirar y meto todo el desarrollo. Solo quedan 5 kms hasta Cabezón. No se a qué velocidad íbamos porque iba sin cuenta pero todo pasaba muy deprisa. Se pone a mi altura uno de los que llevaba detrás y me dice que a esa velocidad no pueden darme relevos. “Da igual, sigo yo”, le respondo a casi 170 pulsaciones. Llegando a Cabezón me cruzo con Jose que volvía ya a Cos. “Menudo tiempazo que se ha debido marcar este”. Las dos últimas curvas las hacemos todos pegados a modo de trenecito... nadie entra al sprint. 50 metros, 30, 20, 10... META!!! Miro el reloj y lo paro en 8h56 minutos!!! Posición 120 (43 de mi categoría <35-44>). 1h42 menos que el año pasado.

La posición que me mercaron el sábado fue la 114.
Dos de mis compañeros de grupeta me dan las gracias por el esfuerzo y me pegan un abrazo. Yo estaba en una nube. Había venido a bajar de 10 horas y logré hacer la ruta en menos de 9. Más que satisfecho.

Ahora solo quedaba ir a la carpa, descansar y esperar que el dolor de estómago se aliviase a base de cervezas... jajaja. Al rato me voy hasta Cos a reunirme con Jose, el cual había terminado en 8h39 en el puesto 84 de la general. “Uffff, he estado cerca de esta bestia corrupia”. Este señor es la motivación que me anima cada día a salir a montar en bici y a quien, en parte, le debo el tiempo que he hecho este año. Gracias amigo por todos los ánimos y fuerzas que me has dado este invierno.



Poco a poco van llegando el resto del grupo. Luis y su Klein terminan en un sorprendente tiempo de 10h33 en su primer Soplao. Increíble lo del Maestro. Además tuvo que ir desde el km 15 con una buena herida en la rodilla derecha producto de una inoportuna caída. Es otro ejemplo de lo que uno quiere llegar a ser dentro de unos años, aunque con la mitad de su sabiduría ciclística me conformaría.




Ya en la carpa logro hablar con Tony, al que veo profundamente disgustado por cómo se habían desarrollado los acontecimientos. Se había preparado el Soplao a conciencia y traía una ilusión de campeonato, pero... la mala administración de las fuerzas y la falta de comida y bebida en los momentos adecuados le habían vaciado de energía demasiado pronto. Amigo, quedan muchos Soplaos por delante. En este has fallado, pero todos sabemos que tu posición está junto a nosotros, o un poco por detrás, jejejeje!

Y de pronto: suena mi móvil. Es Jorge. Eeyyyy!!! Los “Pandilleros Garrapateros” han terminado. Qué alegría me dio verlos a todos, allí estaban, se habían comido el tan temido Soplao como quien vence a una lagartija. Enhorabuena!

Queda en mi debe no haber podido saludar a gente con la que mantengo un contacto más o menos asiduo: Noe, Mepete, Óscar, Move y sus MTB Cantabria, etc... Espero que haya más oportunidades para conocer a todos estos campeones.

El domingo 23, como empieza a ser costumbre después del Soplao, nos fuimos a Los Tojos a saciar nuestro cansancio con un buen cocido montañés y unos chuletones de buey de 1,5 kgs.

El año que viene, quizás caiga otro Soplao, ya veremos. De lo que si estoy seguro es que animaré ferviertemente a todo el mundo a que disfrute esta prueba por lo menos una vez y desde el principio hasta el final.

Gracias a la organización por regalarnos este fin de semana y gracias a la gente que se tira a la calle para vernos pasar. Sin ellos esto no sería igual. Gracias Cabezón!

Ah! Por cierto, ganó Fran Ventoso, aunque me hubiera gustado que fuera Cacigas. Me cae bien este señor. Enhorabuena a todos ellos también.

martes, 18 de mayo de 2010

Fin de semana pre-Soplao

Sábado: Va de puertos… por el Valle de Lozoya

Parece mentira pero ya está aquí. El Soplao llama a las puertas de nuestras piernas para situarse el penúltimo día de esta semana. No se si alegrarme o no, pero el caso es que ya no hay vuelta atrás y el pescado está ya totalmente despachado. Para estar en paz con mi conciencia ciclista programé un sábado y un domingo intensos, ya que los objetivos del fin de semana pasado fueron claramente incumplidos. Lo conseguí a medias.


El sábado decido que lo mejor es entrenar la subida a puertos. Para ello me programo una ruta en carretera para maximizar el tiempo. La salida la sitúo en Miraflores de la Sierra, y allí llego en el coche con mi bici a punto para comenzar a pedalear a las 9:30 de la mañana. El día había salido de perros, las nubes estaban bien agarradas a las montañas y la temperatura no superaba los 4ºC.
Ante la sensación térmica que me iba a encontrar en los descensos decido ir con el chaleco cortavientos y con el chubasquero largo en un bolsillo de la chaqueta. Entre barritas y kit antipinchazos me vuelvo a quedar sin espacio para la cámara de fotos. Ainssss!

1º Puerto: Subida al Puerto de la Morcuera
8,8 kms
0:45:15
11,7 km/h
630 da+
7% desnivel medio
164 pul max
144 pul med
4ºC

Como era la primera subida del día me la tomo con calma, pero no con la calma de ir despacio, sino con la de controlar las pulsaciones. Una vez que llegué a la cumbre, me encuentro con 0ºC. Chubasquero y volando para abajo. El descenso por carretera desde el Alto al valle de Lozoya es increíble, las vistas son espectaculares y las curvas, salvo dos o tres muy cerradas y peligrosas, puedes tomarlas a cierta velocidad. Una vez en Rascafría, cojo la 604 hacia Lozoya, de donde me separan 10 kms y desde donde comienza la subida al puerto de Navafría.

2º Puerto: Subida al Puerto de Navafría
11,7 kms
0:49:38
13,9 km/h
675 da+
6% desnivel medio
162 pul max
148 pul med
4ºC

Preciosa subida al Alto de Navafría por una solitaria carretera llena de curvas entre densos pinares. Me encuentro cómodo y termino en la cumbre más o menos fresco. Pero fresco me quedé de verdad cuando compruebo que las densas nubes que cubrían la parte alta de la montaña comienzan a soltar copos de nieve. Y para abajo por donde vine, me tiro otra vez hacia Lozoya en una espectacular bajada que disfruté lo que me dejaba la visibilidad y el intenso frío. Ya en la parte de abajo, llegando a Lozoya, me cruzo con un nutrido grupo de los Comando Centro Nevasport a los que doy ánimo con varios gritos.

En Lozoya, vuelvo a engancharme a la 604, y me dirijo hacia el desvío de Canencia de la Sierra. Lo habéis adivinado. El siguiente puerto era el de Canencia por la vertiente norte. Tardo en llegar unos 45 minutos a este bonito pueblo serrano después de unos tramos algo rompepiernas. Allí paro un segundín para quitarme el chubasquero.

3º Puerto: Subida al Puerto de Canencia
8,8 kms
0:33:42
15,8 kms/h
375 da+
4% desnivel medio
163 pul max
149 pul med
7ºC

Pedazo de subida por lo bonita y lo sufrida. Los datos son engañosos porque desde el pueblo de Canencia las rampas son muy leves y se sube rápido, y no es hasta 4 kms del final cuando el piso se endurece hasta el 10-12% entre revueltas oscuras por la densidad del bosque que atraviesan. Era la primera vez que subía por aquí y me quedé gratamente sorprendido por los parajes que atraviesa esta calzada. Las sensaciones en las piernas ya no son de tanta frescura, quizás porque ya no hacía tanto frío. Uffff.

Desde el cartel del Alto de Canencia hasta Miraflores de la Sierra intento recuperar y eliminar la sensación de pesadez en las piernas. Llevaba unos 85 kms y el coche me esperaba al finalizar el puerto. Como bajando el cansancio desaparece y la mente queda abierta a pensar muchas estupideces, una de ellas, tras llegar al coche, me obliga a parar solamente a rellenar el bidón y enlazar con una nueva subida al alto de la Morcuera. Así terminaría la ruta de forma capicúa, jeje.

4º Puerto: Subida al Puerto de la Morcuera (2ª vez)
8,8 kms
0:45:10
11,7 kms/h
630 da+
7% desnivel medio
164 pul max
153 pul med
12ºC


En la comparación con los otros dos puertos, me doy cuenta lo cabrón que es este puertaco. Rampas duras que no te dejan ir ágil en ningún tramo si no eres como el carretero que me pasó al comienzo de la subida. Como un avión. Esta vez llego arriba verdaderamente exhausto, con un viento de cara que me frenaba y te elevaba dos puntos el porcentaje y te bajaba otros dos la moral. Con todo, llegué arriba 5 s antes que al inicio de la ruta, aunque en esta ocasión, el corazón me salía por la boca. Qué viejo estoy!!!

Moral, moral. Hablando del Moral. El sábado nos tocará subirlo dos veces también, espero que la segunda no se atranque como el año pasado.

Al término de la ruta salen los siguientes datos:
105 kms
5h10 horas totales
4h50 horas de pedaleo
22 km/h
2550 da+
140 puls medias

… y la satisfacción de haber rodado por unos lugares increíbles sobre piso de asfalto… La flacucha me la van a tener que regalar los Reyes Magos. Cada día disfruto más de estas “tortuosas” rutas.


Domingo: A estirar piernas a la Casa de Campo.

Día de excursión familiar al mirador del Robledo, preciosa atalaya sobre Rascafría, y sobre el valle de Lozoya, ideal para una excursión con el sector infantil de la familia. Después de la salida en bici del sábado, estos momentos vienen que ni pintados para relajar cuerpo y alma.

Y después de un espléndido día de senderismo, mantelito y siesta bajo la mirada de la recién nevada Peñalara, tocaba estirar piernas en la casa de Campo con la bike. La idea era esa al menos, pero como suele ser habitual, descubro un compañero de viaje del que pensé que iba a sacar el beneficio de ir a su rebufo, y me equivoqué.

El amigo era un carretero que cuando olió mi rueda tras la suya aceleró varios puntos su velocidad. Yo ya no estaba para renunciar a esos tirones y, al menos, iba a intentar seguirle. Cuando nos quisimos dar cuenta, ámbos nos vimos enfrascados en una secuencia de relevos durante cerca de 35 kms que nos puso la media por encima de los 31 kms/h. “Y yo había salido a estirar las piernas”, le digo. “Te has enganchado bien, eh!”, me contesta, mientras me dice que llevaba casi un mes sin salir con la bici. “Joder”, pienso… “Menos mal que está poco entrenado, si no me pasa por encima”. Una vez que nos despedimos, yo seguí a un ritmo un poco más normalito.

Al final la salida “estira-piernas” se tradujo en 74 kms en 2h37 minutos con algo menos de 500 m de da+ y unos pequeños pinchazos en la rodilla derecha. Espero que no sea nada. La próxima cita será ya en Cabezón de la Sal donde nos espera un día grande de bici junto con otros 3000 bikers.

Toda la suerte del mundo para mis compis de aventura: Jose, Luis, Jorge, Jimmy, Dani, Nacho y Tony; y para todos aquellos que tienen en la marcha cántabra algún objetivo, ya sea terminar en menos de 8, 9, 10, 11, 12 horas… o simplemente disfrutar y finalizar. El reto que me tiene a mi a piñón fijo es el de bajar de las 10 horas. Ya veremos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Un Soplao a la madrileña


A mitad de semana Tony enviaba un mail promoviendo una ruta imposible que había visto publicada en no se que revista. Entre los receptores de ese correo me encontraba yo. Sin pensarlo dos veces, sin mirar demasiado el recorrido ni la altimetría, me alisté en la aventura que mecionanba la publicación y cuyos protagonistas habían dividido en tres etapas. Como telón de fondo aparecía el Soplao y su preparación: la escusa perfecta para meterse en esta locura.



Como a medida que pasaban los días no había ningún otro incauto que se apuntase a la megaruta, Tony y yo organizamos todo para el sábado 1 de mayo. La salida sería desde Mazanares El Real. Tras un madrugón épico logramos ponernos a dar pedales unos minutos después las 8 de la mañana.


Siguiendo la rueda de mi amigo, enfilamos las pistas que bordean la entrada a La Pedriza hacia Mataelpino. Comenzamos a meternos por senderos estrechos entre matorral bajo con un cielo azul sobre nuestras cabezas pero con un montón de nubarrones agarrados a toda la cuerda de la sierra. La Maliciosa, con su granito esplendoroso, nos vigilaba desde su posición de privilegio.

Ajenos a todo esto, mi compañero y yo continuamos avanzando dirección Cercedilla. Pronto empiezan los primeros problemas. Una herida en mi ingle, provocada por la rozadura de las miles de horas de pedaladas en los últimos días, comenzaba a molestar y, aunque llevaba una tirita, el rozamiento de la pierna me hacía ir en un grito. La única solución era pedalear con la pierna derecha algo más abierta. Por otro lado, el freno delantero había perdido presión y la maneta casi tocaba el manillar. Cojonudo.



En Cercedilla ya me recuerda Tony que vamos con retraso sobre el horario previsto. "Buenoooo, vaya cagaprisas", pienso. Y llevamos poco más de 20 kms. La subida a la Fuenfría la iniciamos tranquilos, aunque superados los tramos más duros de asfalto (donde saludamos a un bicicletero que estaba comenzando el Camino de Santiago), la velocidad de crucero aumentó lo suficiente como para terminar el puerto en apenas 55 minutos. "Este no es el ritmo", le digo a Tony. "Si seguimos así en el km 100 estamos rilados". Pasamos por el alto de la Fuenfría sin parar e iniciamos la bajada hacia la Fuente de la Reina. La vertiente norte del camino de la República nos saluda entre una intensa niebla y 7ºC. Mal rollo.

Tras la parada técnica en la fuente de la Reina, seguimos bajando hacia los Montes de Valsaín, y antes de llegar a ellos, nos cruzamos con un nutrido grupo del Club Ciclista Luis Valtueña. Desde Valsaín a la Granja de San Illdefonso cogemos la carretera unos 3 kms. Este tramo nos sirve para calentarnos de nuevo, porque la bajada nos había dejado helados. Ya en la Granja, con 54 kms eliminados y tras la foto de rigor con el Palacio a nuestras espaldas, comenzamos a pelearnos con el GPS. No éramos capaces de encontrar la salida correcta que nos orientara hacia la Cañada Soriana Occidental. Mis problemas con la herida continuaban latentes, pero la única farmacia que encontré en el pueblo estaba cerrada.

Tras callejear para un lado y para otro, pregunto a un deportista que iniciaba su carrera mañanera sobre unos gemelos descomunales. Tenía toda la pinta de un participante de la Maratón Des Sables en el Sahara. Tras las indicaciones oportunas, cogemos la salida por carretera hacia Torrecaballeros y poco después nos metemos en la Cañada Soriana. El cielo continuaba nublado pero la temperatura había subido hasta los 12ºC. El camino en el que nos encontrábamos debía dejarnos, tras unos 20 kms, en las cercanías de Navafría, allí donde deberíamos acceder al puerto clave del día, la ascensión por la vertiente norte de Malagosto para terminar cayendo hacia Rascafría.





El proceso de pedaleo por la Cañada Soriana fue bastante penoso. Un contínuo subibaja, la pista en un estado bastante lamentable, baches contínuos que te castigan posaderas y cervicales y te van minando la paciancia, un halcón vigilandonos desde el cielo para sacarnos los ojos... Y lo peor de todo, el cruce de charcos inmensos, zonas pestosas de barro y algunos arroyos que intentábamos vadear de la forma menos dañina posible.

Todo este percal se terminó cuando nos encontramos con el padre de todos los arroyos. La imposibilidad de cruzarlo montados solo nos dejaba la opción de descalzarnos. Dada la temperatura y los ánimos, nos dimos media vuelta para enlazar con la N-110, que iba paralela a la maltrecha Cañada y nos iba a aliviar el culo hasta la llegada a Collado Hermoso. A la entrada de este pueblo dudamos si coger de nuevo la Cañada o seguir por carretera, y tras realizar las oportunas inspecciones, decidimos parar y comer algo mientras pensamos que camino elegir. Una panadería nos sirve como avituallamiento y nos provee de un par de CocaColas. Son poco más de las 13:00 horas y el estómago pide refuerzos, así que es hora de meterse uno de los bocadillos de chorizo y jamoncito que porteábamos para nuestra aventura.



Dado el retraso que llevábamos en la ruta por las pérdidas de orientación en La Granja y lo sufrido del pedaleo en los caminos reales, elegimos la carretera para aproximarnos a nuestro encuentro con la entrada a Malagosto pero, poco después nos salimos a la pista que va paralela al asfalto. Tras unas indefiniciones provocadas en parte por nuestro amigo el GPS, comenzamos a subir Malagosto haciendo cábalas de lo que iba a suponer este puerto en tiempo, kms, desnivel acumulado y desgaste. Hasta entonces llevábamos unos 80 kms y como el ritmo había sido bastante intermitente, el cansancio de momento no hacía mella.

Las pistas que suben el puerto pronto comienzan a elevar sus porcentajes entre zetas llenas de pinares y donde vamos cogiendo altura a una velocidad vertiginosa. Las vistas sobre Navafría eran espectaculares. Íbamos al tran-tran, casi sin bajarnos del 10% de desnivel, y con el recuerdo de finales del año pasado cuando hice este puerto con Luis, pero a la inversa, subiendo desde Rascafría y bajando hasta Navafría. La sensación de aquel descenso fue increíble, y es que estando la cumbre a casi 2200 metros, bajamos a poco más de 1000 metros en 17 kms. Un buen rato con los pelos como escarpias.


En este caso había que comerse el puerto al revés. LLegado el km 12 de ascensión, llegamos a una zona de esplanadas con inmensos pinares y un pequeño refugio abandonado. La bifurcación que hay en esta zona nos hizo equivocarnos de nuevo, y solo la repentina pérdida de altura nos detuvo para comprobar la situación. Efectivamente, por esa pista nos estábamos dirigiendo hacia Navafría de nuevo. Error. Aprovechamos el parón para darle un bocado a una barrita y beber el poco agua que entonces ya llevábamos.


Retomamos el camino correcto a unos 1800 metros de altura, con lo que nos quedaban casi 400 metros de desnivel a superar en poco más de 4 kms. El avance por este increíble sitio nos presentó los primeros neveros a los lados del camino. Según cogíamos altura, la vegetación iba desapareciendo y los neveros aumentando. La zona de la cumbre comenzaba a perder la luz del sol y la niebla y el viento se iban a presentar como compañeros de viaje. En dos ocasiones, la cantidad de nieve borró el camino de nuestra visión teniendo que rodear las blancas planicies para retomar la dirección correcta. Fueron momentos duros ya que los infames toboganes jugaban con la altimetría y la sensación era de indeterminación total. Poco a poco vamos superando los últimos metros a un ritmo zafio, casi parados, sobre todo por mi parte. Veía a Tony avanzar unas decenas de metros delante de mi, y me animaba a no perder su figura entre la niebla y los vericuetos del terreno. No hay nada comparable en la sierra a este puerto, quizás, tan sólo, la subida desde Montejo hasta Tres Provincias lo iguale o supere en dureza.


De pronto, comenzamos a descender, y sale el sol de nuevo. Parecía que el puerto había terminado, pero al no vislumbrar la cruz de Juan Ruiz me surgieron dudas. Esta cruz es el verdadero punto de inflexión de esta tortuosa montaña. Pero... error. Nos salió al paso de la nada una subida llena de piedras donde el platillo tiene que ser el protagonista para avanzar con garantías. A media subida Tony decide no gastar más energías con ese rampón, mientras yo me doy una oportunidad para terminar con esa pendiente.


El esfuerzo por fin ha merecido la pena. "Ponte el chubasquero", le digo a Tony. "Desde aquí hasta Rascafría, todo bajada". Habíamos terminado el puerto de Malagosto después de 1h56 minutos de penuria. Menos mal que cuando el dolor de cuello te dejaba levantar la vista, las panorámicas eran de otro mundo, un puro regusto de satisfacción visual.

Nos empezamos a deslizar hacia Rascafría con 124 kms detrás nuestro. Nos esperaban casi quince kms para recuperar fuerzas y saborear las vistas del valle de Lozoya. Todo un espectáculo. Tony tira por delante y yo trazo una bajada más conservadora debido a mis problemas con el freno delantero. En cualquier caso, estos descensos son para enmarcar por la velocidad a la que pasan las cosas y la sensación de libertad que adquieres a esa altura. Sin darnos apenas cuenta entramos en Rascafría, donde seguimos descendiendo por sus calles en busca de alguna placita donde descansar y tomarnos otro refrigerio. Lo más duro de la ruta ya había pasado, pero todavía quedaba subir los 13 kms de la Morcuera por su lado norte. Una CocaCola, los últimos bocadillos y unos cuantos estiramientos ante la mirada de decenas de paseantes urbanitas nos ayudan a ponernos de nuevo en marcha.

La salida de Rascafría fue el peor momento de toda la ruta. Al menos para mí. Cuando comencé a pedalear el ambiente fresquete me hizo perder temperatura en el cuerpo rápidamente y comencé a temblar de forma casi convulsiva. Y así fuí desde Rascafría hasta El Paular, donde parece que volví a coger calor por el pedaleo y recuperé algo el aliento. "Joderrr, que frío".


Pasamos el Puente del Perdón e iniciamos el acercamiento a las primeras rampas de la Morcuera. La afluencia de visitantes a este rincón de la sierra había sido masivo. Desde una perspectiva egoísta provoca cierto recelo compartir estos espacios con tal masificación de gente. Pasados los dos o tres primeros kms, Tony y yo volvemos a encontrarnos solos con nuestras monturas. La subida al puerto la hacemos mejor de lo previsto y nos plantamos en el refugio en 1:06, lo cual no está mal teniendo en cuenta que nos contemplaban ya 147 kms por detrás. En el alto del puerto, Tony me comenta que no se encuentra demasiado bien del estómago. Por mi parte, el dolor de mi sufrida herida y las cervicales estaban machacándome, pero el comprobar lo cerca que teníamos el final de esta ruta, nos pone sobre el sillín rapidamente.


El comienzo de la bajada desde el alto de la Morcuera se hace por carretera durante cerca de dos kms. Estos dosmil metros pasan volando ya que se alcanzan velocidades cercanas a los 70 kms/h con las ruedas gordas. Con una flaca no quiero ni pensarlo. Una vez cogido el desvío a mano derecha que nos mete en las pistas que bajan a la Hoya de San Blás, volvieron las penurias con el cuello y las cervicales. Cualquier chinita en el camino se convertía en una puñalada en la nuca. Fuerza y valor. Ya quedaba menos. Tras terminar la bajada enlazamos con la pista que nos mete en el corazón de la Hoya de San Blás. Dirigí las operaciones hacia el primer sendero del peligro (que Tony no conocía y fue un grato descubrimiento para él). En esta vereda pedregosa y zigzageante hay que tener cuidado normalmente para no tener una caída, pero con una kilometrda como la que llevábamos, la prudencia tenía que elevarse varios grados.

La luz de la tarde, el regusto por la megaruta casi terminada, la vegetación frondosa de esta espectacular zona de la sierra de Madrid, y yo que se cuantas cosas más se mezclan en estos momentos finales. Solo nos queda dirigirnos a Manzanares por los dos o tres kms de pistas que desembocan en la N-608. Un gran arroyo se interponía antre nosotros y el destino, pero ya daba igual, lo pasamos a saco. Los cuatro kms finales, como en el Soplao, fueron por carretera, tirando de mi compañero a treinta y tantos kms/h y a unas lamentables 120 pulsaciones. La llegada, como siempre que se sale con Tony, es a machete, y esta vez el hachazo no tiene respuesta por mi parte. Bien acabado está lo que acaba de esta forma. Madre mía!

Ya en los coches, con el reloj dando las 19:47, el resultado de este simulacro de Soplao arroja los siguientes datos:

164 kms.
9h:56 de pedaleo
11h:44 de ruta.
3.500 desnivel ac+
Altura máxima: 2188 m
Altura mínima: 908 m
16,4 kms/h


Tony, ha sido un placer compartir esta ruta contigo. Felicidades por completar esta machacada, eres un verdadero gladiador de las dos ruedas.

Tu versión de los hechos:

CRÓNICA DE UN DÍA DE LUCIDEZ

Hace muchos, muchos años, me propuse sentir la libertad. Evidentemente no lo conseguí. Sin embargo, cada día que pasa no dejo de intentarlo. Alejarse de la realidad cotidiana es el objetivo final de cada día. Curiosa redundancia.He leído que “la esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, salga como salga”.

Y con ésta o aquella esperanza, el sábado nos embarcamos en una miniaventura que, como poco, me llevó a conocer algo más de mi mismo y, a tener menos desconocimiento de mi compañero.

Once y media de la noche…allí estaba, preparando el GPS para la megaruta del sábado. Pablo me va a matar, le he metido en esto con la única información de un conjunto de rutas de Wikiloc, mezcladas y unidas a golpe de CompeGps, comprobadas en Google Earth y con el Perfils para el desnivel positivo. Aún tenía algún tramo bailando a eso de las doce de la noche. En fin, hora de dormir, más se perdió en Cuba.

Amanece el sábado. Seis de la mañana ufffffff!! Que poco se ha dormido y menos mal que Irene no protestó en toda la noche. Yoghourt, kiwis, Té y tostadas con aceite. Delicioso desayuno. Bueno ya que estoy un platanito para rellenar. Seis y veinte, salgo a la calle. Parece buen día, enchufo la bici en el coche y salgo a buscar a Pablo. Siete y 2 minutos, Pablo está en la calle esperándome. Montamos su megatrasto en el coche y empieza el día. Al instante Pablo pregunta: ¿bueno entonces por donde vamos a ir??. Coño!! yo estaba perdido, pero había quien no se había leído ni los correos, jajaja!! Qué bueno!! Me encanta, promete aventura. Respiro hondo y empiezo; la ruta consistirá en 183 Km y unos 4200 metros de desnivel. Empezamos en Manzanares, seguimos el camino de Santiago hasta Cercedilla, subimos Fuenfría, bajamos a Valsaín, nos llegamos a La Granja, continuamos hasta un poco antes de Navafría, subimos el puerto de Malagosto, descendemos a Rascafría, nos desplazamos hasta El Paular, ascendemos Morcuera, bajamos por la Hoya de San Blas y aparecemos por Manzanares, qué te parece?. Pablo me mira y contesta; ¿y eso salen 183 Km? Joder… ya empezamos con las tiranteces, jajajaja!!

Llegamos a Manzanares y en menos de 15 minutos estábamos con nuestras máquinas listas para rendir en el top 100. Son las 8:10, comenzamos la Megaruta. El camino a Cercedilla era conocido y además fácil de seguir. Un trazado prácticamente llano con algún sube-baja, pero divertido. La llegada a Cercedilla fue un poco más tardía de lo calculado ya que mi compañero hizo gala de su edad, parándose a mear unas 200 veces, y es que es malo ser mayor, jajaja!!.

Empezaba la romería de ciclistas que se acicalaban con sus ropajes para subir Fuenfría. Otros, ya en ruta, eran sorprendidos por dos locos que les pasaban a toda velocidad. Pablo puso la directa y tocó observar, como una premonición de futuro, un cartel que ponía Pedals de Foc en el trasero de mi compañero, mientras empezaban a tensarse mis minúculos gemelos.

Entrando en la pista de arena de Fuenfria empezamos a ir deprisa, tan deprisa que tuve que frenar para no chocar contra una ciclista que se me cambió en el último momento. Al pasarla, una voz me gritó; qué pasa Tony??. Ostia!! Alex, qué tal?? Un colega Mammothiano que iba con su chica. En fin, lo de siempre, saludos, abrazos y vamos que tenemos prisa. El comentario de Pablo: “ya verás como éste comente como subíamos Fuenfria”. Tiempo de subida 1:04. Me pasé la subida diciendo: “sujeta los caballos”.

Comienza la bajada, parada en la Fuente la Reina para reponer fuerzas y beber agua. Nos acompañaban unos siete grados de temperatura, hacía un frío helador. Llegamos a Valsain sin muchas contemplaciones y giramos a buscar La Granja. Este tramo lo hicimos por carretera ya que yo no lo había preparado.

En la Granja, empecé a perderme y estuvimos como unos veinte minutos dando vueltas hasta que un segoviano, curtido en los menesteres de la carrera a pié, nos indicó amablemente por donde se tomaba la Cañada Real Soriana. Allá que fuimos. Empezamos por carretera hasta encontrar el camino. La cañada estaba en mal estado, un sube-baja con barro, mierda de vaca y grandes roderas, aguantamos en ella hasta llegar a Sotosalbos donde atravesar un río fue tarea imposible. La solución fue ir por carretera.

Llegamos a Collado Hermoso, pueblo donde nos apretamos otro gran tentempié y donde Pablo tuvo tentaciones de cargar con una caja de mantecados segovianos en la Camelback. Menos mal que le pude convencer. Supongo que la charla sobre el colesterol que le vine dando todo el camino empezó a surtir efecto. Lo que tuvo que aguantar…pobrecito!!

En Collado Hermoso volvimos a decidir, carretera o camino asqueroso. Habíamos perdido mucho tiempo entre idas y venidas, eso por no contar el tiempo consumido en la cañada y el tiempo de comer, que nos lo tomamos con gran tranquilidad. Decidido: carretera. En muy poco tiempo nos plantamos en la desviación que el GPS indicaba, sin embargo empezaron las dudas al cabo de unos 500 metros de subida de puerto. Nos tocó bajar para comprobar si estábamos en el buen camino. Efectivamente, estábamos!!. Perdimos algo de tiempo pero mejor asegurar, ya que había posibilidad de caminos sin salida.

Empezamos la subida al temido puerto de Malagosto, 1036 metros de “purita cuesta” (como decía una amiga mexicana). Las primeras rampas fueron rompedoras pero el cartelito de Pedals de Foc me ayudaba a sobrellevarlas. El ritmo fue bueno aunque procuramos no excedernos. El paisaje espectacular. La tranquilidad excepcional. Era uno de esos puertos que te permiten sentir el dolor de tus piernas y, disfrutar de tus pensamientos. Subíamos y subíamos, hasta que por fin la nieve hizo acto de presencia. Primer nevero a cruzar, Pablo se hundió, yo lo sorteé, jajaja!! Estabamos en la cumbre del pico Pelado. Seguimos la ascensión, de repente los árboles habían desaparecido para dejar paso a un paisaje sacado de una novela de Lovecraft. El pico del Nevero al fondo, y nosotros a 20 metros de la cumbre del Pico Negro. La nieve se impuso por fin en un gran nevero que no quedó otra que meterse de lleno. Ya en la salida a Pablo le tocó el cartelito de “el infierno del norte”, jaajaja!! Pablo iba dolorido debido a una herida que llevaba todo el día molestándole.

Por fin llegamos a la cruz de Juan Ruiz, en honor al Arcipreste de Hita. Fotos de rigor y esto no termina nunca. Aun tenemos que subir un poco. Al final toca bajarse unos metros, Pablo continua hasta el final. La vista recompensa el esfuerzo. Maravilloso ver la sierra desde este lado. Cierto es que el esquí de travesía me había reportado esa imagen en más de una ocasión, pero esta era tan diferente como las otras.

Por fin toca la bajada del Malagosto. El descenso brutal por buena pista lo aprovechamos para estirar un poco la espalda y quejarnos al compañero de nuestro dolor de cuello. Pero entre unas y otras, llegamos a Rascafría, uhmmm! poderosa Cocacola.

Alli aproveché para juguetear en el GPS y cuando preguntó que si estaba seguro de borrar, contestarle que sí. Pablo no se lo creía cuando le di la noticia, nos habíamos quedado sin track. Lo bueno es que yo, que valgo por dos, como dice mi madre, tenía el GPS del móvil encendido y registrando toda la ruta desde el principio, así que estaba salvado de la paliza de Pablo.

Repusimos fuerzas y a Morcuera. Ciclar en las Presillas, un sábado de buen tiempo es tarea ardua. Sorteamos a gente y más gente, hasta que por fin me vi, de nuevo, frente al cartel de Pedals de Foc, que obsesión!! La subida a la Morcuera fue rápida dentro de lo que cabe (1h 06 min), una vez allí, ya se respiraba a Castillo de Manzanares. Empezamos la bajada por carretera, nos metimos por el camino habitual y finalmente por el camino de la Hoya, un senderito que yo no conocía ya que siempre lo hago por la pista. Continuamos la bajada hasta atravesar el río que nos llevaría hasta la carretera de Manzanares empapados de agua hasta las cejas. Desde la carretera, plato grande y a terminar como los campeones, esprintando.

El emotivo abrazo de llegada siempre quedara grabado, así como esta megaruta que como poco me hizo sentir algo más libre por unas horas. En lo deportivo sacamos un propósito: EL SOPLAO EN MENOS DE 9 HORAS !!!!Gracias a todos por leer hasta aquí.Nota: envío ruta para aquellos que deseen repetir la experiencia.

Saludos pa´tos Tony