τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

miércoles, 11 de agosto de 2010

Picos de Europa Productions presents: Potes – Collado Pelea IV

Hace ya cuatro años de una ruta por los Picos de Europa con un grupo de amigos que me dejó grabados en mi memoria momentos inolvidables. Por entonces, yo llevaba montando en bici poco más de seis meses y, sin saber como, me vi envuelto en una aventura bicicletera de primer orden que me iba a traer consecuencias de todo tipo (todas buenas, incluída una caída). Aquella ruta fue la versión única y original del Potes-Collado Pelea-Potes, un recorrido de 64 kms y 2.100 metros de desnivel acumulado no apto para cardiacos.

Con los años hemos ido escribiendo otras versiones de esta misma ruta. Siempre se dijo aquello de que segundas partes nunca fuernon buenas. Y es verdad. Ni segundas, ni terceras, ni cuartas. Ha habido muchos remakes del Potes-Collado Pelea-Potes, pero como la primera, ninguna.

Dicho esto, es de justicia añadir que las sucesivas copias del original han sido también magníficas, incluída esta que me ocupa en este momento y que se desarrolló el pasado miércoles 11 de agosto con una temperatura, ambiente y escenografía superlativas. Y si no, que se lo pregunten a Fernando Alonso, espectador durante unos segundos de esta última versión.

Cada una de las anteriores proyecciones habían sido completamente diferentes. Aquella primera vez junto a Peguero, Juanma, Jose, Iván y Jesús dejó una huella especial en mi memorandum ciclista; la segunda, con Raúl, Juanma y Jose, fue toda una experiencia de compañerismo y amistad; y en la tercera busqué el enfrentamiento en solitario con esta aventura y el demonio de Pelea.

En esta ocasión, quizás, sólo quería disfrutar del recorrido (?). En mi interior algo me decía que el animal era más manso de lo que lo habíamos pintado en anteriores oportunidades, y que la cinta tenía menos de terrorífica y más de comedia clásica. Falso y cierto a la vez. Esta ruta es, fue y seguirá siendo uno de los recorridos más cautivadores, fasinantes, divertidos, peligrosos y duros de cuantos he completado desde que tengo uso de razón pedalístico.

Tras un buen madrugón para llegar a Potes a una hora decente después de hora y media de coche, conseguí ponerme en marcha a las 10:00 de la mañana. Esta parte de los Picos de Europa tiene un microclima que la diferencia de la zona costera, y queda muchas veces al margen de las borrascas que entran por el noroeste de la Península. No era de estrañar, por tanto, el día soleado y la buena temperatura que tendría durante toda la ruta.




Entrada en Mogrovejo, pueblecín donde abandoné el asfalto de la carretera que sube de Potes a Fuente Dé, y comienzo de un calvario de 8 interminables kilómetros con rampas que no ceden y que llegan hasta el 27%, casi siempre sobre gravilla suelta. Eso sí, mientras se abandonan las cotas más bajas y se gana altura, el espectáculo montañoso que se puede contemplar bien merece el esfuerzo. En ocasiones la cordillera parece una gigantesca maqueta de cartón piedra.


Esfuerzo-concentración. Sin esta combinación en esta ascensión te conviertes en senderista.





El bosque, plagado de hayas, robles y helechos ofrece unas tonalidades selváticas. Cientos de ruidos a los lados del camino esconden la diversidad de la fauna de esta zona: urogayos, jabalíes, corzos y zorros conviven con el ganado doméstico sin problemas.




La penitencia continuaba y la sobrellevaba como podía. Lo que no terminaba de asimilar era haberme cruzado y saludado con un doble campeón del mundo de Fórmula 1 haciendo MTB en los Picos de Europa. El mismo Fernando Alonso descendía junto a otro biker de Peña Oviedo, lugar de paso para alcanzar los Puertos de Áliva, final de mi tortuosa subida. Hay que ver.



Pasado Peña Oviedo las rampas más exigentes han quedado atrás, pero la ascensión todavía no había terminado. A cambio se abren nuevas panorámicas como las vistas a Espinama...



… y a los montes celadores de los Puertos de Áliva.



A las 11:45 pongo fin a 17 kms y casi 1200 mts de desnivel acumulado desde la salida de Potes. Una hora y tres cuartos para entrar en Áliva. Se hace rogar este lugar.





Y desde luego merece la pena llegar hasta allí y rodar por su esplanada repleta de ovejas y cabras, aún sabiendo que los perros pastores están dispuestos a sacarte del lugar a bocaos.




Con Áliva ya a mis espaldas, la pista, llena de piedra suelta y con fuertes pendientes, comienza a descender hacia Sotres (Asturias). Antes, entre los ríos Duje y Deva volvería a sentir muy cerca los fantasmas del pasado. Aquella caída que tuve en este lugar hace 4 años estuvo cerca de repetirse en el mismo lugar. Solo la precaución y el bajar más despacio evitaron otra catástrofe.

En Sotres, km 28, tenía previsto parar y avituallarme. Algo sencillo y rápido. Pero el abuso de un hostelero y un inoportuno pinchazo en la rueda trasera hicieron que la salida de este pueblo se retrasara algo más de lo deseado.

En el Mesón Peña Castil me intentaron cobrar el bote de Coca Cola a 2€, y ante mi queja, -“oiga , en las máquinas como mucho hay que meter 1,50€”-, el dueño del establecimiento me invitó a largarme si pensaba que me estaba robando. En Casa Rumba, 15 metros calle arriba, me cobraron la misma bebida un 50% más barata. Por supuesto, aquí aproveché también para rellenar los bidones de agua ya que la fuente del pueblo estaba seca! En fin, cada uno sabrá lo que hace con su negocio.



Después de arreglar el pinchazo salí de Sotres por los aproximadamente 2 kms de costarrones que me acercarían hasta el Vao de los lobos, verdadero punto caliente de esta ruta.



A pesar de tener cierto respeto a rodar por estos parajes en solitario -si existen las brujas seguro que viven en lugares como este-, uno no deja de aminorar la marcha para percibir el entorno al 100%. Un clamor de vegetación hiperconcentrada y unas figuras rocosas asentadas casi en el vacío saludan el paso de quien se adentra en estos bosques entre entrantes y salientes del camino.




Al otro lado del cortado, Tresviso ubica sus casitas en un entorno de lo más inaccesible. Son tramos de 'cortar y pegar' en cualquier ruta que uno se proponga hacer.



Llegó el momento en el que el bosque me despidió y me ofreció una pista árida que se dirige a Bejes, de nuevo en Cantabria.



Antes de descender a esta población me quedaba contemplar 'El salto de la Cabra', lugar donde la caída al vacío no tiene fin y marco incomparable para soñar con el vuelo de Ícaro.


Desde mi posición hasta Bejes (km 45) descendí unos 600 metros en poco más de 4 kms de pista de hormigón. Tras visitar la fuente y coger agua, me lancé sin pensármelo dos veces contra la endemoniada subida a Collado Pelea. Una ascensión de 2,6 kms y casi 400 metros de desnivel positivo con un porcentaje medio del 20%.



La naturaleza ha dictado unas reglas que cada uno hemos de cumplir irremisiblemente. Sin rechistar. En lo que a mí me ha tocado, por lo visto, está que en todas aquellas pendientes que superen el 29%, el que suscribe ha de bajarse de su montura, bien por desequilibrio, bien por voltereta hacia atrás. Hasta tres veces me tocó poner pie a tierra y caminar unos metros hasta que los porcentajes se “suavizaron” algo más y pude continuar con un pedaleo denso, cansino, lento... pero el único posible (4,6 kms/h). En la búsqueda de más piñones, la cadena se iba huyendo a por el buje, lo que me costó una de las descabalgadas. Y todo a 32ºC.



Casi 33 minutos después daba el último golpe de riñon ante el cartel de la cumbre. Ante la leyenda de Pelea no pude hacer otra cosa que recordar a los elegidos con los que he pasado por este lugar alguna vez (la falta de cobertura lanzó los mensajes ya en Potes). Todos y cada uno de ellos me contestaron con los pelos como escarpias.

En lo alto del collado, un grupo de caballos me aceptaron como parte de la manada durante los minutos en los que fui poco a poco recuperando el fuelle. Tampoco me exigí una salida a toda prisa de este lugar ya que bajar cuesta casi tanto como subir.



Después de saborear muy bien el postre de esta magnífica ruta, decidí ponerme de nuevo en marcha hacia las terribles cuestas que me harían perder 400 metros en 3 kms. “Ten cuidadín con la bajada”, me aconsejó unos de los mensajes que recibí.



Según iba restando altitud los frenos se fueron calentando hasta comenzar a chillar de forma escandalosa en los tramos finales. Un fallo en el mecanismo hidráulico y eres biker muerto. La sucesión de zetas impedía que cogiera mucha velocidad pero siempre a base de castigar los dedos contra las manetas. Abajo el dolor de manos era insoportable.


Última instantánea que cogí en ruta antes de terminar con la bajada hasta Tama, pueblo situado ya en la carretera que conecta con Potes, punto final de esta película.

Acabada la preoyección tras 6h15 (4h46 activas), sigo pensando que a pesar del 'gore' de ciertas escenas, “Potes-Collado Pelea-Potes” es digna de decenas y decenas de remakes. De momento van cuatro. Y aunque ninguna ha tenido la mística de la primera, todas han estado a la altura del premio.

El perfil.

domingo, 8 de agosto de 2010

Tour por los puertos de Alisas, Asón, La Sía, Estacas de Trueba, Braguía y el Caracol

La zona suroriental de Cantabria es un hervidero de carreteras secundarias que van y vienen entre verdes valles y puertos de montaña. Algunas llegan desde la meseta atravesando la primera hilera de montes de la cordillera cántabra, un escudo salpicado de pueblecitos, praos, vacas y aldeanos que se defienden como pueden del “progreso” económico que tanto ha cambiado estas tierras. Un digno escenario, en cualquier caso, para montar en bicicleta sin límites.

El año pasado hice una primera aproximación a esta zona en una ruta con algunos de estos puertos y que me dejó con ganas de algo más. Así que una vez en Cantabria no podía desaprovechar la ocasión de alargar aquél recorrido y convertirlo en un tour por un buen número de los puertos de la vertiente suroriental de Cantabria. En total serían 6 ascensiones, dos más que en la ruta del año pasado.

Como inicio de ruta vuelvo a elegir Liérganes, un lugar con un halo medieval, y por el que tengo especial atracción desde niño. Tendrá que ver la increíble historia del hombre-pez que desapareció en las aguas der río Miera. Es el punto más próximo a la costa de todo el recorrido y se halla a pocos kms de la primera ascensión si tomamos la travesía en sentido de las agujas del reloj: el Pto de Alisas.

El día elegido fue el pasado domingo 8 de agosto. El amanecer nació con unos nubarrones que me hicieron dudar sobre si levantarme de la cama sería la mejor idea. Me quedé mirando por la ventana unos minutos y pensé que el último plan en una supuesta lista era el de salir a montar en bicicleta. Pero como siempre, o casi siempre, se sale. A ver que pasa, y si la cosa se pone fea se mete tijeretazo al recorrido y listo. Pero como siempre, o casi siempre, para tomar esa decisión ha de hundirse la tierra ante nuestros pies. Es bueno que sea así.


La ruta en sí es una sucesión de puertos de montaña con poca o ninguna opción para llanear. Las concesiones llegan en los largos descensos donde hay margen para recuperarse. Estas etapas se hacen más llevaderas de lo que parece precisamente por los largos tiempos en los que las piernas descansan de la sobreactividad.


El primer obstáculo del día era la subida al Pto de Alisas, después de unir Liérganes con La Cavada en lo que serían los kms más tranquilos de la ruta. Esta montaña ofrece 600 metros de desnivel en unos 10 kms donde las pendientes no son muy acusadas pero si muy constantes. Ante la tralla que me quedaba por delante, simplemente subí el puerto. Sin excesos.



Primera cota conquistada. El cielo continuaba amenazador, aunque parecía que la lluvia no iba a presentarse, aunque aquí nunca se sabe. Tocaba abrigarse para la bajada hasta Arredondo porque el descenso es largo y la temperatura no pasaba de los 17ºC. Antes de llegar a “la capital del mundo” -así reza un letrero al entrar en esta localidad- me crucé con un rosario de ciclistas que me mostraron en su gesto la dureza de este puerto.


Pasado Arredondo, giré a la derecha para tomar la carretera que me llevaría a los Collados del Asón y al Portillo de La Sía (provincia de Burgos), dos puertacos enlazados entre sí y que suponen una ascensión de algo más de mil metros en unos 17 kms.




La subida a los Collados del Asón es imposible no tomársela con los sentidos bien preparados para que no se escape nada. Todo es majestuoso.


Una vez arriba es obligado pararse para echar la vista atrás y disfrutar del cañón de roca kárstica por donde serpentea la estrecha carretera.


Es el momento clave de la jornada. Son las 11:30 y tras 2 horas y 35 kms de ruta había que decidir si continuar con el plan previsto o retirarse hacia La Gándara y Ramales y acortar el recorrido. Y todo por que la corona de La Sia estaba inmersa en una densa niebla, y vete a saber...


Quién dijo miedo. Decidí seguir hacia adelante y ver esas densas nubes desde dentro.



Al poco de comenzar a pedalear por las rampas de La Sía distinguí a lo lejos un maillot azulado. Fue la guinda a mi decisión. Con un ciclista por delante la sensación de soledad y desamparo desaparece completamente. Esto me dio nuevas energías para afrontar este tercer puerto.


A unos 4 kms de la cima apenas podía ver a diez metros por delante. Mi compañero había quedado por detrás, aunque seguro que no estaba muy lejos porque subía a buen ritmo. De repente, de la niebla, surgieron dos carreteros que bajaban hacia el Collado del Asón con bastante precaución. Tranquiliza bastante comprobar como existe gente que también tiene insertada la locura entre sus neuronas. En toda la subida, ni un coche.


Qué gran momento!! A 1.200 metros de altura cuando hace poco más de hora y cuarto, en Arredondo, apenas estaba a 200 por encima del nivel del mar. Tercer puerto superado y pensaba que lo más duro también. Aquí me equivocaba.


La salida de La Sía hacia la provincia de Burgos es otro descenso vertiginoso, aliñado con poca visibilidad y bastante fresco. Unos 8 o 9 kms que terminan en la población de Las Machorras, muy cerca de Espinosa de los Monteros.


Momento ideal para el primer refrigerio del día, pasados ya unos 60 kms, se acercaba la hora de almorzar. En estos casos el mejor menú posible es un bocadillo de chorizo, una Coca Cola y media barrita. Dicho y hecho. En menos de quince minutos y con los depósitos llenos ya pedaleaba hacia la cuarta cota de la jornada, que además, me metería de nuevo en Cantabria: Estacas de Trueba.


Todavía en la provincia de Burgos, la climatología ofreció un respiro y despejó el cielo de las nubes grises que me habían acompañado desde la salida.




Metido de nuevo en faena, la subida al Puerto de las Estacas por la vertiente burgalesa apenas ofrece desniveles importantes, al igual que ocurre con el puerto de la Lunada por esta misma vertiente, lugar de regreso de la ruta del año pasado.


Según me acerco al final del puerto, observo como las nubes van tapando de nuevo el sol, lo que ciertamente se agradece ya que esta subida, al ser más tendida, me engañó soberanamente en cuanto a los desarrollos que debía llevar. Otros dos carreteros amenizaron el final de esta ascensión.


Cuarto puerto eliminado. Los 9 kms al 3% de pendiente media se hicieron muy llevaderos a estas alturas.


El descenso es cautivador, 15 kms hasta la Vega de Pas donde me obligué a detenerme en varias ocasiones ante la belleza del paisaje. Son lo que se denominan kms gratis para las piernas, pero no para el culo y la espalda.


Carreteras que no llegan a los 3 metros de ancho sin ningún tráfico rodado más allá del de mi bici, para disfrute único y exclusivo de mis ojos. Sin precio.







Cada rincón merece una instantánea. Bajas a toda velocidad sintiendo cada curva, el asfalto, todo el entorno que a uno le rodea. Y no es suficiente. “Hay que parar”, te repites una y otra vez para castigo de los frenos. Quizás, este sea el paso montañoso más bello de toda Cantabria, aunque clasificar estos parajes quizás no sea lo más justo para ninguno de ellos.

Tras 4 horas y unos 80 kms llego a la Vega de Pas, donde casi sin respiro inicio la subida al puerto de la Braguía tras cruzar el pequeño puente tomano que hay a la salida de esta localidad. Es un puerto corto de 6 kms y 350 metros de desnivel acumulado, pero ya compruebo como la pesadez de las piernas impiden subir con la agilidad deseada.


Llego arriba en unos 25 minutos. Son casi las tres de la tarde y es tiempo de informar a la familia. Todo marchaba según el guión. Después de unos minutos de reposo en el alto de la Braguía, llega el momento de bajar hacia Selaya donde poco antes de entrar en el pueblo tendría que coger una carretera a la derecha que me llevaría hasta San Roque de Río Miera, y de allí, enlazaría con Liérganes.

El descenso lo hago sin novedad, contemplando unas espectaculares vistas de los valles pasiegos y de las poblaciones que aquí se asientan: Selaya, Villacarriedo, Villafufre... Pero ya no llevaba la frescura del comienzo que me permitía hacer paraditas para inmortalizar estos momentos con la cámara de fotos. Ya solo pensaba en terminar. Y para ello, aún quedaba otro puerto, y además era el único que desconocía por completo: el alto del Caracol.

La carretera que sale de Selaya comenzó anunciándome que tenía 18 kms por delante que cubrir hasta el enlace con la de Liérganes. En los primeros 10 kms el desnivel a superar era de unos 550 metros hasta el alto. Y a estas alturas cada metro de ascensión cuesta su peso en oro.


Uno se siente el ser más desgraciado del mundo cuando en estas circunstancias donde vas limando metro a metro a la montaña, ésta, sin previo aviso y aprovechando tu desconocimiento, te levanta del cuenta 100 metros de desnivel con una acuciada bajada que obliga a la reconquista de la altura perdida. Horrorosa situación.


Pero por muchas jugarretas que la montaña quiera plantearte, al final uno sabe que todos los plazos se cumplen y que la meta termina llegando. Otra cosa es como nos presentamos a ese final. En mi caso bastante tocado pero con la satisfacción de saber que el sexto y último puerto del día ya era historia.



A partir de aquí, casi todo para abajo. Increíble pero cierto. Desde el alto del Caracol hasta San Roque de Río Miera pude observar las caprichosas formas que tienen las montañas de esta zona, pareciendo en ocasiones, formaciones de otros mundos.



Una vez terminado el descenso, los últimos 16 kms hasta la entrada en Liérganes son un relamerse permanente de todas las sensaciones vividas durante las últimas 7 horas (pedaleando 6h10). Llegué al coche sobre las 16:30 tras completar el tour previsto a los seis puertos de la zona suroriental de Cantabria, una bonita etapa de montaña de 130 kms y poco más de 3.100 metros de dap que me han dejado seco, la espalda como una tabla y el trasero como el de un mandril.

El reto para el año que viene será hacer la misma etapa pero en sentido inverso y metiendo un séptimo puerto: la Lunada por su vertiente cántabra... Qué locura, jajaja! Asusta solo de pensarlo, pero el guante ya está lanzado.



A la mitad de la subida al puerto de Alisas el Polar me dice que no tiene memoria para guardar más datos. Arriba tuve que reiniciar la ruta en el aparatito. El primer perfil corresponde a la subida al primer puerto.