τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 17 de octubre de 2010

Maratón 'Sierra Norte' 2010

Después de la aventura vasca llegó la “Sierra Norte”. Éste maratón traía este año algunas novedades producto del cambio del club organizador (CC Madroño), patrocinador y localidad de salida-llegada (El Berrueco). Persistía, eso sí, el espíritu de otros años, el tipo de recorrido (mucho sendero, caminos rompepiernas y zonas de trialeras) y la longitud y desnivel del mismo (80 kms y unos 1.500 metros).

Esta marcha se merece el reconocimiento de todos los aficionados al MTB de la Comunidad de Madrid, ya que es de lo poco bueno que nos queda en el calendario madrileño. Sin entrar en detalles de los porqués de esta penosa situación si nos comparamos con otras regiones, solo cabe decir que esperamos que la situación se reconduzca. La vuelta de la ausente este año 88 de Mammoth y la I edición de la pometedora Madrid Bikex son muy buenas noticias en este sentido.

El lugar en el calendario de la “Sierra Norte” (finales de octubre) me hace mirar a esta marcha/carrera como el último reto anual con efectos “competitivos”. Si se puede llamar “competitivo” a la  ilusión por intentar mejorar el tiempo del año anterior y/o, simplemente, sentirme agusto pedaleando en pos de una clasificación lo más cerca posible de los de delante. Este año parecía que el resultado podía ser plenamente satisfactorio. Todos los signos señalaban en esta dirección.

De izquierda a derecha, Bruna, Tony, Galán y yo mismo.

El día amaneció despejado pero muy frío. El viento del norte llevaba colándose por la Península varios días y las temperaturas estaban siendo bastante frescas. En el momento de la salida rondábamos los 7ºC, aunque una vez te pones en movimiento los fríos se olvidan rápido. Lo más duro fue aguantar hasta el pitido inicial.

Ya en marcha, como siempre en mitad del pelotón por mucho que uno intente pegarse a las primeras líneas de salida, los zigzageantes senderos se hacen especialmente incómodos por las aglomeraciones y un sol cegador que comenzaba a levantarse perezoso de entre las montañas que custodian el embalse de El Atazar.

Los primeros costarrones me descubren en la bici el típico problema de la cadena nueva cuando los piñones ya tienen algunos kms, saltos en el camio trasero cuando se le fuerza en exceso. Este problema se fue apagando según pasaban los kms y los eslabones se iban estirando, pero hasta que esa situación se consolidó, cada “track, track” era un duro golpe a la moral y una pequeña herida en el avanzar con continuidad.

A todo esto, la compañía de Tony ya se había esfumado en los primeros minutos, pero a cambio disfruté de unos instantes junto al maestro Peguero y Bruna. Mientras, el caprichoso destino estaba dictando que este no fuera mi día de laureles. En el km 23, tras una bajada pedregosa, sentí como mi rueda trasera había perdido todo el aire de golpe. Un “Joderrrrrrr, será posible...”, o “a la mierda con todo”, fue lo más suave que se deslizó entre mis labios.

El reventón me había pillado en un senderín de subida con hierbecillas de 30 cms a ambos lados del caminillo que dificultaban una maniobra de reparación rápida. Corrí unos metros hacia arriba buscando el mejor lugar posible para el cambio de cámara y, ala, a dar la vuelta a la bici... El crono comienza a correr transformando los segundos en una minutada del copón.

“¿Necesitas algo?”, “¿Todo bien?”, comencé a escuchar mientras intentaba operara a toda velocidad. Cuando no, “¿Coño Pablo, que ha pasado?”, “¿Pablo tienes de todo?”, y un definitivo “¡Joder Pablo, te ha dicho Azanedo mil veces que le pongas líquido a las cubiertas!”. En este último comentario en tono de bronca distinguí la voz de Sergio, del CC Escurialense. “Qué razón tiene -pensé-, parece mentira que siga confiando en las dichosas cámaras”. Una cosa he de decir bien alto: Gracias a todos por vuestro apoyo, sé que si lo hubiera pedido habríais parado sin chistar. ¿Si?, ¿no?!

El tiempo que pudo pasar hasta que reparé el pinchazo pudo estar rozando los 15 minutos ya que tuve serias dificultades para meter la cámara nueva en la cubierta sin el apoyo de una bomba que me la hinchara un poco. Una bobona de CO2 fue todo el aire que pude insulflar a la rueda, en torno a 1,5 bares de presión.

“La carrera ya está acabada”, me iba repitiendo una y otra vez, aunque una pista de asfalto roto en subida que encontré tras unas trialeras, me hizo apretar los dientes y tirar hacia adelante. El ir ganando algunas posiciones desde ese momento no hacía si no encenderme más y más. Llegado el primer avituallamiento seguí de largo, y solo frenaba ante los controles de paso para que los chicos me marcaran el dorsal.

Poco a poco fui llegando a la altura de cascos conocidos y, al pasar al lado de cada uno de ellos, me daban ánimos para seguir hacia adelante. En el segundo avituallamiento, sobre el km 45, me paré a beber un vaso isotónico y pedir una bomba de pie para hinchar la rueda trasera. Como no había no esperé ni un minuto en salir de allí a toda prisa. Lo hice detrás de la rueda de Miguel Galán y Ramón (Mammoth) y de Jimmy (CC Pandilleros Garrapateros). Estuve un buen rato a la vera de ellos tres ya que tocaba zona técnica y prefería ir detrás de alguien que me marcara la trazada. La verdad es que es una gozada pasar por estas zonas de planchas graníticas y senderos serpenteantes que hay en las inmediaciones de la Cabrera.

En torno al km 50, tras quedarme solo de nuevo y agilizar la visión para no perder de vista las marcas del camino (el recorrido estaba muy bien señalizado), comenzaba la subida al Medio Celemín. Iba comiendo y bebiendo continuamente. Llevaba tres barritas en el maillot que me estaban salvando la vida. Las buenas sesaciones me ayudaron a superar este puertecillo con bastante facilidad e ir superando posiciones con regularidad, aunque en la bajada, que también hice solo, tocaba ser prudente. Con la presión que llevaba detrás podía tener otro reventón a poco que cogiera una piedra en mala posición.

El tercer avituallamiento estaba al final de este descenso y tuve que parar porque también era un control de paso. Vaso isitónico y para adelante. Con qué ilusión estaban los niños que te marcaban el dorsal junto a sus madres orgullosas. Menudos campeones que tenemos ahí! Otro acierto de la organización.

En la salida de este avituallamiento unos operarios nos hicieron señas para que fuéramos despacio ante las maniobras que estaba haciendo una grúa de gran tonelaje para salir a la carretera. No pasé por encima de la grúa de milagro.

El recorrido ya giraba hacia el punto de salida. Quedaban unos 20 kms rompepiernas con bastantes zonas de piedras que no iban a dar tregua. En esos momentos, ajeno totalmente a mi posición, solo podía guiarme por el tiempo transcurrido desde la salida. Sabía que si seguía apretando y la rueda aguantaba podría llegar al Berrueco con unas 4h30 más o menos. Ese fue mi tiempo en la edición anterior en un recorrido muy parecido a este y llegué en la posición 44º. Aunque el éxito del año pasado era un resultado insuficiente para este. En cualquier caso había que luchar por ello.

Mi batalla era contra el reloj, el tiempo pasaba a toda pastilla y los kms muy despacio. Con 63 kms en las piernas estos tramos finales son donde se suelen marcar las diferencias a favor o en contra. De momento seguía con buen ritmo aunque comenzaba a tener sensación de vacío en el estómago. Por el cuarto avituallamiento pasé sin parar. Iba bien de agua y la meta estaba demasiado cerca como para desperdiciar ni un segundo.

Los últimos 10 kms los hice junto a tres tipos que iban bastante rápido y a los que solo pude mantenerles la rueda. En las bajadas iban más fuertes y seguros que yo, y en los llaneos y subidas me volvía a pegar a ellos.

Con el rostro desencajado.

El cartel de El Berrueco nos hizo esprintar a todos llegando juntos a meta. En la mesa de tiempos me dieron la posición 49º con 4h38', a 59 minutos del primero. Mi primer pensamiento fue “vaya desastre”. Según pasaron los minutos fui aplacando mi furia a medida que me iba sumergiendo en las gratificantes conversaciones con mis amigos de ruta (Peguero, Javi, Sergio, Jimmy y Miguel Ángel) mientras degustábamos una merecida empanada y un buen plato de pasta. Felicidades a todos ellos por lo buenos que son encima de la bici, y mención especial para Jimmy cuya progresión está siendo increíble. Lástima no poder esperar a la llegada de Nacho y Bruna.

El perfil rompepiernas.

Un mensaje de Tony dándome su tiempo y posición me alentó un poco más ya que, al menos él si había conseguido un fantástico puesto (32º) -mi enhorabuena, amigo-, y mirando clasificaciones, comprobé los lugares de compañeros rodadores en la Casa de Campo (27º) con los que comparto algunos kms de eso que llamamos “soltar piernas”, jejeje.

Pero la realidad es que sigo yendo con cámaras dentro de las cubiertas, y mientras no de un giro al tubeless creo que seguiré corriendo un serio riesgo de que mis apariciones por este tipo de maratones sean un fiasco. De nada vale que los signos y sensaciones apunten hacia una buena carrera. A ver si hago caso ya de los que saben...

Por último, es justo dedicar unas líneas a mi vieja amiga y compañera de tantos miles de kms que dijo adiós en ésta su última maratón. Después de trece años de existencia, el betusto pero siempre fiel cuadro Peugeot dejará paso a un Lapierre que rebajará bastantes gramos la montura y la hará ganar en rigidez. Espero estar a la altura de su anterior dueño, el maestro cordobés Mr. Feria.

*** Fotos cedidas desde la web del club organizador CC Madroño.

domingo, 10 de octubre de 2010

Euskadi Extrem 2010. Día 2


Levantarse de la cama sin estar repuesto de una paliza para meterse en otro desaguisado similar, de verdad que cuesta un esfuerzo titánico. Creédme. Durante el desayuno con mis tres compañeros en el salón de la casa Arregui, en Oñati, con los ojos hinchados, sin fuerzas, y, desde luego, sin ningunas ganas de montar en bici, tuve claro que nunca podré afrontar una carrera por etapas tipo Titan desert o Cape Epic. En un día creo que soy capaz de cualquier ruta... pero darle continuidad al esfuerzo durante varios días, eso es harina de otro costal. Ante mi insinuación, Tony me hizo un guiño como diciendo: “Deja de decir tonterías y desayuna que te va a hacer falta”.


Después de abandonar nuestro lugar de descanso, y con los estómagos llenos, cogemos las bolsas, mochilas y demás bultos y los cargamos en nuestras espaldas. Había que bajar hasta el pueblo en bici y dejar nuestros enseres en el camión que nos los llevaría a Lekeitio.




La salida se iba a dar a las 10:00 am, con lo que nos daba tiempo suficiente de firmar y tomarnos un café antes de ponernos manos a la obra. Según pasaban los minutos y los músculos entraban en calor, la pereza se iba diluyendo. La mañana, nublada y templada, parecía que aguantaba seca, y esto ya era mucho.



Las últimas noticias avisaban de un recorte en el recorrido de esta 2ª etapa de unos 10 kms, con lo que ésta se quedaba en un “paseo” de apenas 70 kms por la cerrada y agreste orografía vasca.


10:00 am. Puntuales, en la Plaza del Ayuntamiento, la organización de la Euskadi Extrem lanza el cohete que nos pone a todos en ruta. No sé si sería cierto que en la 1ª etapa abandonaron 100 participantes, lo que si era seguro que en esta segunda tomábamos la salida más ciclistas que el primer día, o al menos así me lo pareció a mí por el increíble pelotón que salió neutralizado de Oñati. Es probable que existiera la posibilidad de inscribirse sólo en una de las dos etapas.


Situados en mitad del pelotón, pronto nos comenzamos a disgregar por el mismo como chicos traviesos. En un abrir y cerrar de ojos me encontré sin elementos conocidos a mi alrrededor. Esta segunda etapa, creo que llevaba el disfraz de carrera.


Última vez que vi a Tony hasta el Polideportivo de Lekeitio. Barruntaba que la cámara de fotos iba a salir a pasear en menos ocasiones que el día anterior.


El cielo seguía manteniendo su semblante amenazador, pero sin disparar agua, asunto de vital importancia para el devenir del trayecto y para mantener elevada la moral de la tropa.


La montaña se acercaba. En el km 8 se terminaba la aventura neutralizada y comenzaban 3 o 4 kms de festín. El pelotón se puso a mirar hacia el cielo en unas rampas que rompieron las piernas a muchos.


De mis compañeros 'nothing'. Intuía que iban por delante, así que no cedí en la ascensión y me dejé llevar a lo que daban mis pulsaciones. Es curioso como una vez que estás en medio del fregao, el día anterior ya no cuenta, ni pesa, ni nada. Todo se concentra en superar lo que el recorrido de turno proponga.


Pasado el primer puertaco, el recorrido comienza a crestear por unos lugares con una concentración de vegetación increíbles. Pero como no hay nada perfecto, las precipitaciones nos visitaron de nuevo para casi no abandonarnos hasta la costa. Con lo que había llovido por la noche y lo que estaba por caer, el terreno estaba ciertamente impracticable: barro, barro y más barro.


Mientras Tony, que seguía con su grupo, disfrutaba ajeno a la posición de sus compañeros. Cada uno de nosotros íbamos avanzando sin conocer exactamente donde nos encontrábamos el resto.


Tras el avituallamiento de Elgeta, me enganché a un grupo de unos 15 ciclistas (todos vascos). Volvemos a los senderos rompepiernas, con subidas y bajadas continuas, con el barro impidiendo a la bici avanzar con normalidad, pero de una belleza espectacular. Es posible que sin estos increíbles parajes naturales, el ánimo para pedalear en estas condiciones adversas hubiera invitado al abandono.



Seguimos pedaleando entre pendientes imposibles de subir en seco, no digo ya en mojado. Al patear y empujar la bici sobre el barro y las rocas húmedas uno se resbalaba con facilidad, así que algunos cuestones tipo cortafuegos fueron un duro ejercicio de equilibrio. En una aldea unos viejecitos nos sacaron una manguera para aligerar las bicis de barro mientras se reían de nuestras caras llenas de tierra. No era para menos. Cuando salimos del lugar con la transmisión adecentada y vimos el paredón que teníamos enfrente no hubo ni uno del grupo en el que me encontraba que gastara fuerzas en subir un metro montado. Miradas al suelo y a sufrir!


Con el paso de los kms la grupeta se fue desmoronando. Al Alto de Areitio, mitad de recorrido más o menos, subí con otros tres bikers. “Ya se huele el mar”, decía uno de ellos. Fueron momentos en los que la lluvia nos ofreció una tregua y las nubes se alzaron para que pudieramos apreciar el espacio natural por el que transitábamos. Aquí, el recorrido se introdujo en la Reserva Natural de Urdaibai, declarada por la UNESCO Reserva de la Biosfera. Un paisaje único, como el de casi todo el trayecto.

En el km 46, en Zenarruza, la organización puso el segundo y útimo avituallamiento antes de meta.


A estas alturas la típica Coca Cola y el bocadillo de lo que sea, aliñado con un vaso isotónico y una barrita son tan imprescindibles como el pavo en Nochebuena. Creo, incluso, que sientan mejor que éste. La pobre bici, que tiene un régimen perpetuo, descansa tirada con la lengua fuera.


Antes de irme de este bello lugar, decido dar un bocao más de lo que pille y de paso proponer mi queja ante la ausencia de mangueras a una de las chicas que tan amablemente nos atendían. En este caso, la receptora no tuvo la respuesta más adecuada ante mi sugerencia: “Es que esto es extreme”, atinó a decir. Sin ganas para discutir me di la vuelta y sin esperar nada más, comencé a dar pedales hacia el bosque.


Sin saber los unos de los otros, me tocó hacer los 20 kms finales practicamente en solitario, aunque de vez en cuando cogía la estela de alguna pareja perdida en la inmensidad de estos parajes.

Superadas todas las subidas destacables solo quedaba un punto en el que había que mantener plena atención. Una bajada sobre hormigón de unos 300 metros con un porcentaje del 35% donde solo se piensa en la respuesta de los frenos. Si estos fallan, adiós!

El resto fue un devenir de caminos con una señalización un tanto deficiente (llegué a perderme en dos ocasiones y salvé a un nutrido grupo del camino equivocado cuando regresaba del segundo extravío) Con la vuelta de la lluvia, los pasos sobre puentes de madera se convirtieron en trampas mortales. En uno de ellos, mi rueda delantera patinó y el hostión fué de los que no se olvidan. Esos milisegundos en los que uno no termina de pararse fueron especialmente angustiosos ante la posibilidad de caer al río. Mientras estaba en el suelo, aparecieron dos cicistas de la nada, y el primero de ellos acabó en una postura parecida a la mía y su bici apunto de hacer migas con las truchas. Solo quedó en el susto.



Lekeitio. 14:38 de la tarde. Aventura terminada. La entrada en la localidad y, minutos más tarde, en el puerto, con un speaker dándote la bienvenida y algunos espectadores aplaudiendo a los finishers que íbamos llegando, provoca algo más que unos cuantos pelos de punta. Son estos los momentos, que aunque breves, me empujan a embarcarme en aventuras como esta. Y, qué demonios, habrá una Titan desert o una Cape Epic en el futuro. Las habrá a pesar de los ojos hinchados de cada mañana y el cansancio acumulado de los días pasados. Seguro.



La 2ª etapa había sido reducida a 70 kms y unos 1500 metros de desnivel acumulado que completé en 4 horas y media de sufri-disfrute. Poco más tarde fueron llegando Tony, Javi (un pedazo biker de Arcones que conocimos tras la 1ª etapa), Miguel y Miguel Ángel. El grupo había finalizado con éxito la travesía propuesta por la Euskadi Extrem en este 2010.

Sin duda, unos de los puntos fuertes de la organización es la intención de variar el recorrido en cada edición, consiguiendo así, una EuskadiExtrem diferente cada año. El de este año, un 10!

Pero será importante que presten atención a las demandas de los paticipantes (léase mangueras en los puntos clave con acumulación excesiva de barro -por muy extrem que sea el recorrido- y la mejora de la señalización).

En cualquier caso, enhorabuena por el gran fin de semana que nos han hecho pasar a cerca de 500 personas. Tarea que, indudablemente, acarrea un trabajo brutal.


Ahí están, descansando por fin tras 196 kms, 4200 metros de desnivel positivo y 14 horas de ruta (12 horas de pedaleo).


La comida final no fue uno de los puntos brillantes de la organización, sobre todo si la comparamos con la que sirvieron el año pasado. Si lo fue la compañía. Unos bikers de Castellón nos emplazaron a participar en alguna de las locuras de ultrafondo que organizan todos los años por aquellas tierras levantinas. Veremos.


Tras dos horas de autobús, la llegada a Laguardia nos ponía a cada uno rumbo a su destino. El nuestro era un viaje de 4 horas hasta Madrid. Al día siguiente había que trabajar... y empezar a preparar la siguiente...


Gracias a los titanes de mis compañeros por compartir este fin de semana de auténtico lujo. Ha sido un auténtico placer...

sábado, 9 de octubre de 2010

Euskadi Extrem 2010. Día 1

Una vez recuperada la expresión después de haber menguado unos cms tras recibir agua y barro por doquier en el País Vasco, creo que es el momento de saborear la aventura del pasado fin de semana a través de las fotos que pudimos sacar.



La denominada Euskadi Extrem trata de unir la Rioja alavesa con la costa vasca utilizando parte del recorrido del pescado y el vino durante dos etapas y 200 kms que discurren entre llanuras, parques naturales de un valor paisajístico incomparable, puertos de montaña con porcentajes endiablados, rampones que quitan el hipo y senderos embrujados por elfos y ninfas que se esconden tras enormes setas.

De Madrid partimos Miguel Ángel, Tony, Miguel (Galán) y un servidor con elevadísimas espectativas de disfrute. Las referencias de la primera edición de esta travesía, que ya hicieron Edu y Víctor, eran muy buenas, con lo que solo quedaba que el cielo acompañase para saborear al máximo los rincones de Álava, Guipúzcoa y Bizcaya por los que íbamos a pasar.


La primera noche la pasamos en un pueblecito llamado Lapuebla de Labarca a escasos 5 kms de Laguardia, punto de partida de la ruta. Tras la levantada a las 6 am y la preparación de los diversos elementos, marchamos hacia la salida para pasar cuanto antes el control de firmas, desayunar, etc...



A las 8:30 se da el chupinazo y las bielas comienzan a girar. Por delante, casi 130 kms con el cielo gris, casi negro, y comenzando a escupir agua. Alentador!


Pronto comienzan las primeras adversidades. La rueda trasera de Tony pierde aire y paramos a bloque para apoyar al compañero herido, jeje. Miguel Ángel con un poco de pegamento selló el agujero de la cubierta. Ahora iríamos un rato a cola de un pelotón de unas 400 unidades. Daba igual. Había promesa de rodar tranquilos, hacer fotos y disfrutar del paisaje sin sobrecalentamientos.


El primer puerto llega pronto. Con unas rampas que no bajaban del 12% y la aglomeración de ciclistas se hacía difícil avanzar. La lluvia no cesa y comenzamos a masticar tierra. Llegado un punto, las zapas salen de las calas y se van al suelo. Toca patear unos metros.



Cumbre. La niebla nos ahoga. Momento crítico para Tony. Su desviador fallaba y tardamos unos minutos en sacar la piedra que lo obstruía. En el ambiente se mascaba la épica.


¿Anocheciendo? No. Pero daba miedo meterse en el bosque.



Los senderos nos endulzan la mañana, y tras un cresteo entre hayas milenarias, la pérdida de altura nos permite ver unos metros más.



Urturi, Km 40. Primer avituallamiento. Esperamos unos minutos la llegada de Miguel Ángel, pero el frío nos invita a seguir en movimiento. Menos mal que la temperatura no era baja.


Tras salir del Parque Natural de Izki y disfrutar de unos kms de senderos increíbles donde los kms pasan despacio pero el disfrute es inmenso, llega el momento de transitar por una Vía Verde camino de Maeztu.



Otro puerto. Otra larga subida acompasada y con la lluvia como testigo. De momento las transmisiones aguantaban...



Otra vez arriba y con unas increíbles vistas de cientos de hectáreas de campos de cereales. No nos imaginábamos lo que nos esperaba en la bajada. Aquí nos juntamos unos cuantos bikers y nos recreamos con las cámaras.



El descenso se hace por un sendero con bastante porcentaje y entre una marea de barro. Había momentos en que lo mejor era sentarse en el cuadro para presionar sobre las ruedas y que patinaran lo menos posible. Tarea ardua e infructuosa. La sensación era como si nos deslizásemos por placas de hielo. Uffff!!!



Al terminar la bajada, un coche de la Cruz Roja, no hubiera venido mal una manguera. Quitar los pegotes de barro con palos, o con los dedos no es tarea agradable. Había que seguir, y una larga bajada por pista iba a salpicar de piedras y barro nuestras caras. Al menos nos desprendimos de toda la porquería que llevaban nuestras "santas" máquinas. Madre lo que aguantan!


Pasado Zalduondo y el control de paso superado, nos tocaba la teórica subida larga y dura del día, 12 kms de pendientes y toboganes hasta el monte Urbía (?)


Averías en el camino. Los datos que dio la organización fueron de 100 abandonos en la primera etapa.



Estos puertacos me hacen disfrutar como un niño con patines nuevos.


Poco a poco vamos avanzando metros, los kms pasan despacio, pero el espacio natural de Aratz nos recompensa con imágenes espectaculares.


Todavía conservábamos el humor de cintura para arriba. Las piernas no hacían otra cosa que funfurruñar. Y más que lo iban a hacer tras llegar a los últimos paredones que nos esperaban para culminar este paso montañoso.


Tras bajar por una zona de hayedos y robles marojales entre senderos y pistas rotas con barro como el principal y masivo protagonista, y ser testigo de todo tipo de contratiempos, llegamos al Santuario de Arantzazu. Se impuso una parada. Ya estábamos cerca del final.


Los últimos kms, a pesar de ser en bajada, se me hicieron interminables por un pequeño pinchazo que llevaba en la rueda trasera. Afortunadamente, la compañía de Tony, mi jefe de filas, me tranquilizaba bastante. La entrada en la meta de Oñati (Guipúzcoa) entre aplausos fue muuuy graaaande!



18:04 pm. Los casi 130 kms, 2.800 metros de desnivel acumulado y 9h30 de travesía con lluvia por arriba y barro por abajo, (7h50 activos) quedaban atrás. Ahora tocaba lavar las bicis (1 hora de espera), reparaciones varias (llegué con la rueda trasera perdiendo aire y el cable del cambio delantero fundido) y subir a la Casa Arregui con las bicis, las bolsas y maletas para pasar la noche y recuperar fuerzas.


Y con todo preparado para el día siguiente, nos fuimos a dormir con spaghettis corriendo por nuestras venas.
(continuará...)