
 Casillas (Ávila), 10:00 am. Día despejado y algo de fresquete (8ºC). Después de poco más de una hora de coche, llegamos a este pequeño pueblo, colgado de las montañas que protegen el valle del Tiétar por el sur, y posicionado como antesala de la Sierra de Gredos. Aquí nos reencontramos unos cuantos amigos para disfrutar de un prometedor día de bici por la Reserva Natural Valle de Iruelas. De izquierda a derecha (primera foto) los disfrutones son Jorge, Jimmy, Nacho, 'el suscribiente', Ángel, Juanma y Edu.
 Casillas (Ávila), 10:00 am. Día despejado y algo de fresquete (8ºC). Después de poco más de una hora de coche, llegamos a este pequeño pueblo, colgado de las montañas que protegen el valle del Tiétar por el sur, y posicionado como antesala de la Sierra de Gredos. Aquí nos reencontramos unos cuantos amigos para disfrutar de un prometedor día de bici por la Reserva Natural Valle de Iruelas. De izquierda a derecha (primera foto) los disfrutones son Jorge, Jimmy, Nacho, 'el suscribiente', Ángel, Juanma y Edu. Tras finiquitar con los preparativos nos ponemos en marcha con los nervios de quien afronta un recorrido por primera vez. Es algo así como una ruta bautismal. Todo desconocido y nuevo. Llevamos los sentidos al 100% sin querer dejar pasar el mínimo detalle. Nos dejamos llevar por el GPS de Jorge y los mapas de Edu, siempre apoyados en la experiencia de Ángel, que sí ha tenido contactos anteriores con estos lugares.
 Tras finiquitar con los preparativos nos ponemos en marcha con los nervios de quien afronta un recorrido por primera vez. Es algo así como una ruta bautismal. Todo desconocido y nuevo. Llevamos los sentidos al 100% sin querer dejar pasar el mínimo detalle. Nos dejamos llevar por el GPS de Jorge y los mapas de Edu, siempre apoyados en la experiencia de Ángel, que sí ha tenido contactos anteriores con estos lugares. La salida de Casillas nos obliga a tomar altura desde las primeras pedaladas sobre suaves rampas que nos suministrarán los primeros regalos para nuestros ojos: un impresionante mar de nubes atrancado a nuestros pies oculta todo el valle de Cenicientos y Santa María del Tiétar. Cuando la prisa no apremia se hace difícil decidir cuál es el momento en el que el disfrute ha de dejar paso a la continuación de la ruta.
 La salida de Casillas nos obliga a tomar altura desde las primeras pedaladas sobre suaves rampas que nos suministrarán los primeros regalos para nuestros ojos: un impresionante mar de nubes atrancado a nuestros pies oculta todo el valle de Cenicientos y Santa María del Tiétar. Cuando la prisa no apremia se hace difícil decidir cuál es el momento en el que el disfrute ha de dejar paso a la continuación de la ruta. El camino continúa hacia el Castañar que nos lanzará hacia El Tiemblo, quizás el punto más mágico de la ruta. Así lo reflejan las caras de algunos de nosotros, que no cabían en si mismas por el gozo que se avecinaba. Puro disfrute.
 El camino continúa hacia el Castañar que nos lanzará hacia El Tiemblo, quizás el punto más mágico de la ruta. Así lo reflejan las caras de algunos de nosotros, que no cabían en si mismas por el gozo que se avecinaba. Puro disfrute.
 Una vez que terminamos de ascender y recorremos unas pistas forestales bastante salvajes, comienza una frenética bajada hacia un bosque de Castaños que nos va a dejar con el aliento entrecortado. Juanma y yo decidimos retrasarnos para inmortalizar estos momentos irrepetibles.
 Una vez que terminamos de ascender y recorremos unas pistas forestales bastante salvajes, comienza una frenética bajada hacia un bosque de Castaños que nos va a dejar con el aliento entrecortado. Juanma y yo decidimos retrasarnos para inmortalizar estos momentos irrepetibles.
 Las sendas nos guían hacia el corazón del bosque en una medio hipnosis babeante donde nos vemos obligados a repetir uno tras otro: “joer, qué pasada. Increíble”. Todavía creo que sigue el eco de estas palabras por aquellos lugares. Y cierto es también que nos faltaron recipientes para llevarnos los miles de frutos que, desperdigados por el suelo, creaban una enorme alfombra de tintes marrones y ocres. “Joeeer, qué pasada”.
 Las sendas nos guían hacia el corazón del bosque en una medio hipnosis babeante donde nos vemos obligados a repetir uno tras otro: “joer, qué pasada. Increíble”. Todavía creo que sigue el eco de estas palabras por aquellos lugares. Y cierto es también que nos faltaron recipientes para llevarnos los miles de frutos que, desperdigados por el suelo, creaban una enorme alfombra de tintes marrones y ocres. “Joeeer, qué pasada”. Y tanta fue la tontuna que nos creó el asombroso lugar que, despistados, pasamos de largo la visita al “Gran Abuelo”, un gran castaño cuyo tronco es tan grande como las historias que han presenciado y compartido sus centenarias ramas. Y así, salimos del Castañar, camino de El Tiemblo. Afortunadamente, una parada para cambiar las pastillas de freno traseras de la bici de Edu, nos estabilizó los ánimos a través de unos minutos de charleta guasona.
 Y tanta fue la tontuna que nos creó el asombroso lugar que, despistados, pasamos de largo la visita al “Gran Abuelo”, un gran castaño cuyo tronco es tan grande como las historias que han presenciado y compartido sus centenarias ramas. Y así, salimos del Castañar, camino de El Tiemblo. Afortunadamente, una parada para cambiar las pastillas de freno traseras de la bici de Edu, nos estabilizó los ánimos a través de unos minutos de charleta guasona.

 Atravesar El Tiemblo significaba, más o menos, que la mitad de la ruta estaba ya consumida. De esta localidad salimos por la N-403 que une San Martín de Valdeiglesias con Ávila, y recorremos dos o tres kms de carretera provocando algunas retenciones. “Estos ciclistas!!!”. A la altura del Embalse de Burguillo cogemos un desvío a la derecha que nos acercará hacia el punto más alto del día: la subida al puerto de Casillas (alt.1450).
 Atravesar El Tiemblo significaba, más o menos, que la mitad de la ruta estaba ya consumida. De esta localidad salimos por la N-403 que une San Martín de Valdeiglesias con Ávila, y recorremos dos o tres kms de carretera provocando algunas retenciones. “Estos ciclistas!!!”. A la altura del Embalse de Burguillo cogemos un desvío a la derecha que nos acercará hacia el punto más alto del día: la subida al puerto de Casillas (alt.1450).



 Tras una breve parada para tomar una barrita y estirar las piernas, llegan las cuestas que alargan el puerto más allá de los siete u ocho kms y casi 500 metros de desnivel. Aquí cada cual toma sus propias decisiones y el grupo se va rompiendo poco a poco para reagruparse en la cumbre y comentar las sensaciones post puerto. Como la charla se alargó más de lo deseado, la continuación de la subida hacia el Pozo de las Nieves, y las vistas que este lugar ofrece, se dejaron para mejor ocasión. Claro que, tras el análisis de los planos, como asignatura pendiente de talla sobresaliente quedará clavar la bandera en el Pico de la Escusa (alt.1959).
 Tras una breve parada para tomar una barrita y estirar las piernas, llegan las cuestas que alargan el puerto más allá de los siete u ocho kms y casi 500 metros de desnivel. Aquí cada cual toma sus propias decisiones y el grupo se va rompiendo poco a poco para reagruparse en la cumbre y comentar las sensaciones post puerto. Como la charla se alargó más de lo deseado, la continuación de la subida hacia el Pozo de las Nieves, y las vistas que este lugar ofrece, se dejaron para mejor ocasión. Claro que, tras el análisis de los planos, como asignatura pendiente de talla sobresaliente quedará clavar la bandera en el Pico de la Escusa (alt.1959).
 by Jorge.
 by Jorge. Y tras coronar y descansar, se encadenan los retratos donde la imágen del grupo entrelazado en el Alto de Casillas quedará para siempre como un momento inolvidable. Jimmy decidió disfrazarse de monolito para causar mayor efecto en la foto.
 Y tras coronar y descansar, se encadenan los retratos donde la imágen del grupo entrelazado en el Alto de Casillas quedará para siempre como un momento inolvidable. Jimmy decidió disfrazarse de monolito para causar mayor efecto en la foto.Lo que quedaba de ruta era el descenso al pueblo de Casillas, primero por pista y más tarde por asfalto (Es terrorífico contemplar como los caminos van dejando paso al alquitrán para que los vehículos particulares lleguen casi hasta el pico de las montañas). Son unos 6 kms a vertiginosa velocidad donde los más hábiles voltean sus máquinas en un duelo a muerte contra la fuerzas de la naturaleza.
Ahí quedó otra tentadora pista que une el alto del puerto y Sotillo de la Adrada para otra excursión donde los chuletones no sean parte de un fin de fiesta de traca a la mayor. Lástima que las obligaciones familiares me impidieran participar en la comilona y las risas que garantizan estos excepcionales compañeros. Razón de más para volver!
Como siempre, un auténtico placer.
Los datos:
<9/18,5> ºC
48 kms
4h17 de ruta (3:08 parcial)
15,1 km/h
1287 acumulado positivo.
 
 















 
  
 























