τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 23 de agosto de 2009

De Cabezón de la Sal hacia el Monte Corona y la Sierra del Escudo (1ª parte de los 10.000 del Soplao)

Después de unos días de rodaje por los concejos que rodean mi cuartel general de vacaciones, llega la hora de salir a buscar mayores exigencias por los montes cántabros. Dentro de las contadas rutas que conozco, una de las programadas como seguras para este verano es la primera parte de los 10000 del Soplao. Intuía que, aún hecha en dos ocasiones, con el fragor de la carrera me había perdido la esencia de los paisajes por donde transcurre el recorrido.

Preparación.

9:20 del 23 de agosto. Parece que he escogido el día más caluroso del verano, aunque en el momento de la salida apenas contaba con 16ºC y la fresca me pone la carne de gallina hasta que logro entrar en calor. Es curioso salir de Cabezón dirección a las pistas del Monte Corona con un cielo azul intenso. En el Soplao lo normal es tener una capota gris sobre nuestros cascos y con amenaza latente de chiri-miri.

Primeras pistas al salir de Cabezón.

En la rotonda de la carretera nacional hay más de 20 integrantes del club ciclista de Cabezón, aunque ellos saldrán por la carretera hacia Ruente. Yo cojo la carretera a la izquierda, dirección Oviedo, y comienzo a subir bien pegadito al arcén, que la policia hoy no tiene cortado el tráfico. Comienzan los recuerdos de ese maravilloso último fin de semana de mayo. Hoy toca saborear el recorrido en soledad. En primer lugar: el Parque Natural de Oyambre, uno de los seis o siete espacios protegidos de Cantabria.

La pista está en perfectas condiciones. Se me hace raro ir por estos caminos sin una legión de bikers en pos de un día de gloria, donde además, los que te preceden te van marcando el recorrido. Me toca ir atento a los cruces, muy numerosos en esta zona. De hecho la primera duda seria llega en la encrucijada donde hay una torreta de vigilancia a la izquierda (primera noticia de su presencia). Afortunadamente un paisano que paseaba por allí, al verme mapa en mano, me grita -¿Te aclaras?-, a lo que le respondo de forma negativa.

Y esa torreta, quién la ha puesto ahí!

Tras las excelentes y meticulosas explicaciones del paseante, comienzo la bajada hacia la Ermita de San Esteban donde me paro a contemplar las impresionantes vistas que ofrece su mirador. Verde a derecha e izquierda, y el azul del mar al frente. Qué postal! Continúo bajando hacia Rioturbio donde la inmensidad del bosque te sobrecoge. El descenso transcurre por una pista enclaustrada por una vegetación más que frondosa. La altura de los olmos alcanza varias decenas de metros y los helechos tienen unas dimensiones sobrenaturales. Robles, hayas y todas las especies arbóreas autóctonas crecen y se desarrollan a sus anchas en este espacio de incalculable valor natural.

Puro Parque Natural de Oyambre.



Así se entra en Rioturbio, con una medio sonrisa y una cara de bobo que no se aguanta. De aquí, continúo por las estribaciones del Monte Corona por una pista que comienza a subir y se mantiene con uno de los porcentajes medios más duros de todo el Soplao, aunque su longitud no alcanza los 2 o 3 kms. Me esfuerzo en mantener el plato medio para subir a 9-10 km/h. Empiezo a sudar como una catarata. La temperatura ya presentaba credenciales mas allá de los 20 grados y la humedad dentro del bosque disparaba la sensación de calor. En este tramo es donde coincidí con Noe en el último Soplao para ir casi a la par hasta el final, y donde comenzaron mis batallas con el barro y la cadena. Aquí dije “Adiós, Feria, adiós”.

Deleite total entre la flora autóctona y una escavadora trípode.

Encrucijada y final de la subida. Nueva duda. Me paro, saco el mapa y aprovecho para comerme un plátano. Descansado cojo la pista en bajada que me deja en Caviedes, primer punto de avituallamiento de los 10000 del Soplao. Paso por debajo de la autovía y cojo la carretera local hacia Roiz y La Cocina, punto crítico de la ruta ya que es el inicio de la subida de las Lastras.

Un km al infierno.

Tras un error de orientación (la falta de público y el día soleado cambian por completo el paisaje) decido parar a un ciclista que pasaba por allí para preguntarle. El biker me pregunta hacia donde voy y decide acompañarme. Lo que en mayo es una tortura de barro, en agosto es una subida dura pero seca y accesible; si en mayo los mortales tenemos que descabalgar a mitad de trialera, en agosto se sube del tirón sin ningún problema; si en mayo el público convierte la ascensión en un pasillo para las bicis, en agosto la soledad es tu única compañía... La soledad y mi improvisado compañero con el que voy charlando de esas cosas de las que se suele hablar: rutas, el Soplao, la Pedals, las marchas norteñas, que si me acabo de comprar una bici de carretera... Qué gran encuentro, César.

Una vez que terminamos con los 250 metros de desnivel de las Lastras y ya más tranquilo en el tema de la orientación -César es un gran conocedor de toda esta zona, de hecho su profesión tiene el desarrollo de la región Saja-Nansa como uno de sus objetivos-, continuamos hacia La Florida y la subida al Soplao. No se ni la hora que es. Tampoco importa. Las vistas en este momento son esplendorosas. César me señala San Vicente de la Barquera y la fila infinita de coches concentrados para entrar a las playas de los alrededores. Y nosotros aquí, a 400 metros por encima de los veraneantes, con unas vistas de toda la Sierra del Escudo de Cabuérniga que hacen imposible no sacar la cámara de fotos.

Subiendo a La Florida.

En el transcurso de nuestro avance tranquilo, mi compañero me cuenta que hay un proyecto en Cantabria promovido por el CC de Cabezón de la Sal para la creación de los 1.000 de Cantabria (creo que este era el nombre). Se trata de la vuelta a Cantabria en siete etapas y mil kilómetros de distancia. Una especie de transpirenaica super-organizada donde uno podrá apuntarse a una, varias etapas o el recorrido completo. Mientras me lo contaba se me ponían los pelos como escarpias. Y sé de alguno/a que deseará con todas sus fuerzas que el proyecto fructifique cuanto antes para reservar dorsal. Yo, desde luego. “¡Que tengan mucha suerte!”.

El turisteo de las Cuevas del Soplao.

Impresionantes vistas y otra escavadora.

Llegamos al alto del Soplao, segundo avituallamiento de la marcha. Aquí decidimos hacer un alto y continuar charlando de esto o aquello. Barrita, fotos, y nos ponemos en marcha. Para llegar a este pueblo tenemos que bajar el punto crítico de los 10000 del Soplao, la trialera que baja hasta Celis, de unos dos kms, y que en mayo está mucho más peligrosa por el barrillo y las rocas deslizantes. Aquí siempre hay caídas y todos los años alguien termina la carrera en este punto. La verdad es que aun con el piso firme se hace largo este descenso donde la tensión te deja manos y antebrazos para pocos cuentos más. Bajamos juntos, tranquilos y sin arriesgar nada (sera que los que pasamos de las 40 primaveras nos volvemos más conservadores en estas situaciones jeje).

César y su pepino.

En Celis, César me guía a una fuente, que yo desconocía, para reponer agua. Aquí nos separamos. Serán sobre las 12:30 p.m. y mi compañero pone proa a su hogar para atender las obligaciones familiares que hoy yo he abandonado por completo. Ha sido un placer y, por lo que me cuentas, volveremos a coincidir. Suerte en tu faceta carretera.

Para mí solito quedan unos 25 kms más el postre de la ruta: la ascensión al collado Monte Aa. Aunque de momento toca rodar por carretera hacia Puentenansa y por pista hasta Carmona. Entre estas dos poblaciones, con el calor ya apretando, me como medio bocadillo de chorizo ibérico que me da nueva vida. Salgo de Carmona y, de nuevo, la carretera CA-182 me acerca hasta el inicio de la subida a Monte Aa. Este será mi plato infierno para el día de hoy. Al principio, siempre con el platillo, me reservo un par o tres piñones que pronto echaré en falta. El calor ya no aprieta, asfixia. No sopla ni una brizna de aire. El porcentaje ya supera el 20%. La barbilla en el manillar. Y la babilla también. Pienso en bajarme, pero no. Si lo subí en mayo sin problema, lo subo ahora, aunque sea con 20 grados más. Cada sombra es un respiro y el poco agua que me queda me lo tiro a la nuca. Cuando la pendiente se suaviza al 15% veo el cielo. Qué horror! Hoy se me ha atragantado esta subida de lo lindo. Llego arriba, la pendiente ya es muy suave, bajo un par de piñones y … “¿Dónde vas?”, me dicen las piernas. “Sube esos piñones otra vez y no te ilusiones”, me recuerdan desconsoladas.

Subida al Collado de Monte Aa con Carmona al fondo.

Afortunadamente la cumbre siempre llega y, normalmente, ofrece grandes recompensas en forma de vistas y panorámicas. En esta ocasión, a mi izquierda puedo contemplar parte de la Sierra del Escudo con Carmona bajo mis pies. Decenas de praos de verde intenso, con las vacas pastando y los ganaderos trabajando las tierras con sus maquinarias completan una postal increíble.



Sudoración extrema en Monte Aa.

Lo que queda de ruta se traduce en una larga bajada hasta la carretera por una pista en buenas condiciones donde la bici roza los 60 km/h. Hay que tener cuidado con los giros en horquilla porque hacer un recto es estamparse contra un árbol. Cuando el descenso toca a su fin, comienzo a detectar las inconfundibles sensaciones de bandazos traseros que provocan los pinchazos. Maldigo unas cuantas veces y me resigno. Intento avanzar metros sin sentarme en el sillín, pero la rueda ya está casi en el suelo. Paro e inicio la reparación, que se alarga más allá de la cuenta por la negativa de la rueda trasera a salir de su anclaje. Una vez montada la nueva cámara e hinchada con una bombona de aire comprimido, oigo como sale aire por algún sitio. “Cojonudo, y no tengo ni bomba, ni más bombonas, ni nada de nada”. Solo me queda poner la rueda en su sitio, recoger a toda leche y poner pies en polvorosa para que el fatal desenlace me coja lo más cerca posible de la carretera.

No se si fue mi ángel de la guarda o la Providencia quien actuó, pero el caso es que tras un pedalear desaforado para ir ganando metros, conseguí llegar a la carretera primero y a Cabezón de la Sal después con la rueda intacta y una cara de susto tremenda por la pateada de la que me acababa de salvar. “Nunca más sin bomba”.

Y colorín colorado, la 1ª parte de los 10000 del Soplao terminó con una mirada más veraniega y pausada. Sin lluvia, sin barro, sin público, sin serpiente multicolor... Pero igualmente reconfortante. Poder percibir el resultado de tantos meses de finas lluvias e intensas nieblas en estos bosques y montes no tiene parangón.

Aunque no se si con el calor de hoy sería posible realizar la carrera entera, espero no tener que comprobarlo nunca.

Recorrido: Cabezón de la Sal-Rioturbio-Caviedes-La Cocina-Las Lastras-La Florida-El Soplao-Celis-Puentenansa-Carmona-Monte Aa-Ruente-Cabezón de la Sal.

70,08 kms
3:47h s/c paradas
5:08h total ruta.
1800 m. de desnivel acumulado

4 comentarios:

Eduardo dijo...

Buena crónica Pablo y qué grandes momentos me has hecho recordar!!

¡Las fotos son espectaculares!!

...y cuándo dices que se da la salida para la transcantábrica??

¡¡Un abrazo máquina!!

Eduardo.

Juanma dijo...

Cómo siempre un placer leer y recordar el momento de la subida a la cocina tan diferente al que cuentas... Parece mentira que fuera la misma y que sea posible subirlo montado.

MTBCANTABRIA dijo...

Pablo:
Eres un "fiera" con la "burra" y con las "teclas"... magnifica descripcion de la ruta.

Un abrazo. ¡campeon!

Clara dijo...

No tendras queja, eh Pablo! todos los comentarios son alagos son sobre tu persona y ese espiritu de superación, eso es lo que te hace ser tan grande,continua luchando por conseguir tus retos...Es mas valiente el que se esfuerza por conseguirlos, que el que ni siquiera lo intenta..Un abrazo