Por segunda vez este año decido unirme a una excursión a Cueva Valiente. Esta vez el grupo es muy numeroso y contamos hasta con once unidades que, salvo Edu y yo, forman parte del super grupo del Club ciclista de El Escorial.
Algunos son viejos conocidos (Peguero, Javier, Jesús, Eduardo –que se presenta para hacer la ruta con la flaca con la que hizo la última París-Rubeux-), y otros lo acaban de ser (Jorge, Ricardo, el hermano de Jesús y dos más de los que no recuerdo el nombre). Mucho nivel.
El tiempo nos ha presentado un día soleado, algo de viento y 8 ºC en la Universidad María Cristina. A las 9.45 nos ponemos en marcha y pronto, con las rampas que nos subirán a Malagón, las piernas entran en calor. Es lo bueno, o no tan bueno, de las rutas que salen del Real Sitio, los porcentajes desde las primeras pedaladas ayudan a olvidarte del frío.
50 minutos después de la salida culminamos el Alto de Abantos y sus 1590 metros de forma disgregada. Los charlatanes llegan un poco más tarde que a los que le comió la lengua el gato. Pero todos, sin excepción, se habían metido los primeros 540 metros de desnivel a buen ritmo.
Tras el reagrupamiento y sin parar, seguimos por carretera hacia el descenso a 65 km/h que nos deja en la Casa de la Cueva, punto clave para la primera parada. Pues tampoco. Sin parar nos adentramos en los senderos de Pinares Llanos donde el ritmo es alto y no se para ni para socorrer la caída de Jorge, descabalgado por una rama traidora. En fila de a uno y pegaditos avanzamos seseando entre la inmensidad de pinos de este maravilloso lugar. Cruzamos los dos riachuelos y avanzamos por el bosque y su manto verde por donde parece que el tiempo está detenido.
A las 11.15 mas o menos llegamos a la carretera. Parada técnica, muchos aprovechamos para evacuar líquidos porque vete a saber tú si se vuelve a parar. Las nubes se habían metido en las cumbres e incluso soltaban gotas microscópicas que llegaban hasta nosotros flotando en el aire. La situación no presagiaba nada bueno.
Tras un rato de charla, alguna barrita y la contemplación admirativa de la nueva bici de Ricardo –una Spezieliced Epic Maratón roja y blanca impresionante-, cinco integrantes del grupo deciden abandonar y volverse al Escorial para evitar el más que probable chubasco. Nos quedamos Peguero, Javier, Jesús, Jorge, Edu y yo, y tal cual, nos ponemos en marcha hacia el camping de Peguerinos. Edu quería llegar hasta la cumbre de Cueva Valiente callera la que callera, y es normal, ya que era el único que no conocía el lugar y deseaba satisfacer su curiosidad aunque costara un buen remojón.
Hasta el collado de la Gargantilla el pedaleo se hace muy ameno, sin forzar mucho la máquina y conservando para momentos más duros. La charleta se adueñó del sexteto y estuvimos cambiando impresiones unos y otros. A mí me tocó en suerte como pareja al amigo Peguero y, la verdad, siempre es un placer escuchar las singulares historias y anécdotas montañeras producto de bastantes años de rutas, marchas y excursiones de todo tipo y condición.
Llegamos a las primeras rampas de la ascensión más dura del día, y Edu toma la delantera. “Este chico”, pienso “no sabe a lo que se expone con este ritmo”. Le sigo a quince o veinte metros; detrás siento a Jorge pegado a mi rueda, y un poco más atrás sube el resto del grupo. Pasadas las primeras rampas Edu sigue a lo suyo. Jesús intenta ganar posiciones pero se le sale la cadena y queda descolgado junto a Peguero y Javier, que se interesan por la pequeña avería. Llega el terreno descarnado, pero no el más descarnado. Veo a Edu que cede y pone un pie, “esta es la mía”, bajo un piñón y me pongo a su altura aunque un par de metros más arriba me desequilibro con una zona arenosa y pongo pie a tierra. Nos pasa Jorge que parecía subir seguro. Aparece Jesús de no se sabe donde, que creo que subía con el plato medio, y nos pasa, aunque al intentar evitar a los que estamos parados va de lado a lado del camino hasta descabalgar también. Nos recuperamos mas o menos todos y llegamos arriba mas o menos juntos y encabezados por Jesús, Jorge y Edu. Al poco llegan Javier y Peguero.
A los pocos minutos de estar en lo alto de esta montaña, el cielo parece darnos una tregua y abre una cortina en la vertiente sur para que podamos apreciar la belleza que teníamos a nuestros pies y que observábamos desde 1903 metros de altura. Fotos de rigor al lado del refugio, barritas y a montar de nuevo que nos enfriamos.
La bajada hasta el collado Hornillo es de las que hay que pensarse. Buena parte de ella hay que tomársela con la valentía justa ya que un error o un exceso de pundonor puede dar con tus dientes en las cientos de rocas que salpican todo el camino. Muchas de estas rocas se pueden salvar a golpe de pedal y en una de ellas suena un CRACK! Rotura múltiple de la cadena de Edu. En 20 minutos la avería estaba reparada, el tiempo justo para no pasar del frío a la hipotermia porque a esa altura y con el sudor enfriándose la sensación es más que desalentadora. Destacar el gran compañerismo de Javi, siempre atento a todo lo que sucede en el pelotón y dispuesto a ofrecer apoyo mecánico, logístico o anímico.
Ya en collado Hornillo y después de haber usado la ladera de la montaña como tobogán, cogemos un sendero hacia el cerro de la Carrasqueta desde donde cogeremos parte del camino de los refugios, un mirador tremendo que no valoramos cegados por el disfrute que nos proporciona el terreno bajo nuestras bikes. Aunque la velocidad a la que bajan algunos entre los que no me encuentro no es ni disfrute ni es nada, es locura.
Acabada la frenética bajada llegamos a la pista del Campamento de Peñas Blancas, donde no se sabe porqué reacción, los desviadores meten el plato grande, se engranan piñones pequeños, si se puede el 11 y, aunque la pista pica levemente para arriba, se viaja a velocidades de 24-27 kms/h. Y así hasta la carretera que sube a Abantos, donde todo vuelve a su ser y la tranquilidad sentencia la próxima dureza de las rampas hasta la fuente de las Negras primero y el Alto de Abantos después. Aquí las fuerzas van justas y los excesos cuesta sacarlos. Aún así Jesús y Edu ponen un ritmo fuerte que solo ellos aguantan y llegan destacados a la cumbre.
Nos reagrupamos en el alto del puerto para bajar juntos por el camino de los puntos primero (gracias Javi por marcarme la trazada) y por el cortafuegos después y que nos devuelve a la parte alta de El Escorial. Antes, en un repecho, Edu propone una nueva exigencia a su cadena y, ésta, harta salta por los aires con lo que el ‘ateniense’ tuvo que hacer el resto de la bajada sin dar pedales.
Gracias a los amigos escurialenses por brindarnos su compañía en una de las rutas más atractivas de las muchas que se pueden realizar por la zona norte de la Sierra de Guadarrama.
Como curiosidad, y dentro de los datos de la ruta, tardamos 21 segundos más de pedaleo que la última vez que la hicimos Peguero, Juanma y un servidor allá por abril de este año. Eso sí, la media fue 0,6 km/h más rápida en esta ocasión.
Datos:
48 kms
3:46:36 de pedaleo
12,73 de media
65,6 máxima
1505 de desnivel
Gracias!
τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"
domingo, 23 de noviembre de 2008
domingo, 16 de noviembre de 2008
La trilogía de la Morcuera
Parte III
16 de noviembre de 2008
Aunque llegue diez minutos antes de la hora, Frenetikow ya está allí, en el restaurante Miratoros con la bici fuera del coche y esperando impaciente.
El día había salido espectacular, ni una sola nube, sin viento y la temperatura, con un grado y medio negativo a las 9 de la mañana, pronto se recuperaría.
En un abrir y cerrar de ojos atravesamos las calles de Soto del Real dirección a la Morcuera. En esta ocasión no había tantos bikers como el fin de semana pasado cuando tuve agradable y diferente compañía hasta la mitad del puerto.
Edu llevaba dos semanas sin montar raptado por una inoportuna bronquitis, por eso preveía que en la subida tendríamos que aflojar para que aguantara bien toda la ascensión hasta llegar a los 1796 metros de altura. Pero este chico no necesita que nadie le espere. Desde el principio él puso el ritmo y quien tenía dificultades para seguirle era yo. Más o menos nos terminamos aguantando mutuamente para culminar la Morcuera después de 1h28 minutos desde los coches, un minutito más que el fin de semana pasado.
Aprovechando la fácil salida hasta Soto decidimos que él se deje caer y vaya empezando a retomar fuerzas con una macrohamurguesa del Julians y, mientras, yo continuaría hasta terminar la Hoya de San Blás, última parte de la ruta que me llevaría alrededor de una hora más.
Y así fue. Continué en solitario con la pena de que mi compañero no hubiera podido terminar la ruta, pero con la alegría de que, de esta forma, la repetiremos otra vez.
Aunque lo más duro ya quedaba atrás, en la parte final hay tres repechos cortos de entre 500 y 1000 metros que a estas alturas de la película hacen un pelín de daño. Y todo por disfrutar otra vez de los dos senderos que nos tienen a todos enamorados (sobre todo el del peligro) y que encierran más peligros de los que nosotros asumimos. Un día se nos queda un hombro pegado a un árbol.
Impresionante ruta con una compañía de 10 y deseos de que los lesionados y los ausentes se reincorporen lo antes posible.
Datos:
68,63 kms
4:34 de pedaleo
1739 de acumulado
15,01 de media
Temp entre -1,5 y 15 grados
Parte II
9 de noviembre de 2008
A la tercera fue la vencida y pude, aunque solo, terminar esta ruta que ya me estaba tocando las cosquillas. Día estupendo en la sierra, aun con algo de frío al comienzo, 0,5ºC a las 9 de la mañana en Soto.
Iba a ser una jornada con multitud de ciclistas en la zona. Con uno de ellos (campeón 88 Mammoth categoría padre-hijo) subí hasta la mitad de Morcuera hablando de todo un poco. Él y un compañero que las estaba pasando canutas iban a hacer la Hoya. Eran del club MTB de Coslada y me contó un buen puñado de anécdotas interesantes.
Pero antes, saliendo de Soto para coger las primeras pistas, una sombra se me avalanza. Nos saludamos. Era un biker vecino del lugar que iba a hacer la ruta que completamos la semana pasada Juanma, Edu y yo, con bajada desde Canencia por carretera, porque el chaval no tenía mucho tiempo. La verdad es que estos primeros tramos me los quería tomar con tranquilidad, pero la presencia de mi compañero ayudó a acelerar la marcha. Nos estuvimos marcando un buen rato hasta que yo giré a la izquierda para subir por el rampón que te deja en la base de la montaña.
Tras llegar al Puerto de la Morcuera y bajar a Canencia (donde había unos ciclistas entrenando a base de series), me dirijo hacia la trialera de Bustarviejo (que poco me gusta este pedregal) para enlazar abajo con la pista que me llevará hasta Miraflores. Una vez pasado el pueblo y por la salida de la Fuente del Cura pedaleo hacia Soto hasta el desvío donde, esta vez, comienzo de nuevo a subir Morcuera (3 horas de ruta hasta este punto) para realizar la Hoya de San Blás entera en 1:30. En esta ocasión me faltaba la frescura de la primera ascensión al puerto, y las rampas finales se hacen interminables.
Bien es cierto que iba con muchas ganas de recorrer los dos senderos de la Hoya, el previo y el del Peligro. Aunque también sabía que la unión entre ambos la hace una pista rompepiernas que evita que cojas una buena velocidad de crucero.
En el primer sendero, que transcurre sin novedad, me paro a mitad de recorrido para contemplar unas vistas alucinantes de la zona; y en el del Peligro, me llevo una par de sustos por la humedad y el verdín que cubría todas las piedras y raíces. Aún así, disfruto con tensión la bajada y también retrato el momento que bien lo merecía.
Una vez en la pista, solo hay que llegar a Soto tras tres o cuatro kms relamiendome por el estupendo día que he pasado en la sierra. Perdón, en el territorio de Sportbilly. Por cierto, compañero, se me ha hecho extremadamente raro hacer la Hoya sin tu presencia a mi lado.
Finalmente salieron 70 kms, 1766 de acumulado en 4:32 de pedaleo.
Seguro que pronto la repetiré.
Parte I
2 de noviembre de 2008
Siempre se dijo que del dicho al hecho hay un buen trecho.
En ciclismo, no sabes porqué, pero cuando una ruta se encasquilla no hay forma de sacarla adelante. Segunda oportunidda en que se nos niega la feliz culminación de la ruta que sale de Soto del Real, sube el Puerto de la Morcuera completo, engancha con el de Canencia para viajar hasta Miraflores por la trialera de Bustarviejo y enganchar, a través de la Fuente del Cura, con el recorrido completo de la Hoya de San Blás. Hoy, el impedimento ha vuelto a ser el frío intenso combinado con una buena nevada en el trasvase de Morcuera a Canencia.
Al final, descenso a Miraflores por carretera y enlace con la pista de la Fuente del Cura. 46 kms y 1100 de acumulado a buen ritmo y con la meteorología en contra. Siempre un placer compañeros. A la tercera va la vencida.
16 de noviembre de 2008
Aunque llegue diez minutos antes de la hora, Frenetikow ya está allí, en el restaurante Miratoros con la bici fuera del coche y esperando impaciente.
El día había salido espectacular, ni una sola nube, sin viento y la temperatura, con un grado y medio negativo a las 9 de la mañana, pronto se recuperaría.
En un abrir y cerrar de ojos atravesamos las calles de Soto del Real dirección a la Morcuera. En esta ocasión no había tantos bikers como el fin de semana pasado cuando tuve agradable y diferente compañía hasta la mitad del puerto.
Edu llevaba dos semanas sin montar raptado por una inoportuna bronquitis, por eso preveía que en la subida tendríamos que aflojar para que aguantara bien toda la ascensión hasta llegar a los 1796 metros de altura. Pero este chico no necesita que nadie le espere. Desde el principio él puso el ritmo y quien tenía dificultades para seguirle era yo. Más o menos nos terminamos aguantando mutuamente para culminar la Morcuera después de 1h28 minutos desde los coches, un minutito más que el fin de semana pasado.
Después de la recuperación y la barrita de marras (en el caso de Edu siempre un plátano), tomamos la carretera dirección Canencia, aunque cuando dejamos el asfalto para girar a la derecha nos vimos forzados a parar de nuevo. El momento imponía su estudio: el cielo limpio, la nitidez del perfil de las montañas, las cumbres nevadas, uffff…
La pista que lleva al puerto de Canencia es siempre un disfrute especial. Pica hacia abajo y ofrece unas vistas sensacionales del valle de Lozoya… Pero hay que tener cuidado, un despiste te puede llevar a comerte un árbol o a un senderista.
La pista que lleva al puerto de Canencia es siempre un disfrute especial. Pica hacia abajo y ofrece unas vistas sensacionales del valle de Lozoya… Pero hay que tener cuidado, un despiste te puede llevar a comerte un árbol o a un senderista.
Sin casi darnos cuenta acariciábamos la pedrolera que baja a la carretera de Bustarviejo. Me pareció de ley enseñarle a mi acompañante el balcón rocoso que mira hacia el valle de Miraflores y los colores ocre de los inmensos robledales mezclados con el verde intenso de los pinares. Aquí los sentidos se pierden por estas vistas maravillosas que te amarran al lugar. Unos buitres negros nos saludan planeando por las corrientes de aire caliente que circulan próximas a nuestra situación..
Aunque nos costó levantar nuestros traseros del calor de la roca sobre la que estábamos disecados, era hora de seguir. Advierto de la peligrosidad del descenso que nos espera si cometes la imprudencia de ir demasiado rápido. ¡Que nos conocemos! Comienzo yo delante. Mi ritmo de bajada es muy tranquilo y a medio descenso me adelanta mi compañero, al que pronto dejaré de ver. Una vez abajo, con los brazos y manos todavía agarrotados por los botes de la bici en los cantos tamaño cráneo que hemos superado, y lamentando no poder bajar del tirón este inevitable tramo, ponemos dirección a Miraflores por la pista que hay al otro lado de la carretera.
En este largo descenso tengo más de un susto por intentar bajar a una velocidad que no me corresponde unido a una gran cantidad de roderas traidoras y al poco agarre de la cubierta delantera (una Maxxis highroller).
En este largo descenso tengo más de un susto por intentar bajar a una velocidad que no me corresponde unido a una gran cantidad de roderas traidoras y al poco agarre de la cubierta delantera (una Maxxis highroller).
Ya en Miraflores, atravesamos el pueblo hacia la Fuente del Cura. El calor apretaba. Edu decide quitarse las mangas de su chaqueta; yo continuar como estaba por una cuestión de pereza. En la fuente cogemos agua y seguimos por la pista que nos deja en el cruce donde si tomas la pista de la izquierda bajas a Soto. Nosotros tomamos la de la derecha para subir de nuevo la Morcuera. En este momento llevábamos 3 horas de pedaleo. Entre los dos nos animamos y ponemos un ritmo alto hasta la barrera. Edu va tirando delante y tras las dos primeras revueltas coge unos 10 o 15 metros de distancia. Yo pienso en conservar que aún queda ascensión y tramos duros. Cuando las rampas se endurecen me acerco a mi compi, luego me pongo delante y sigo con buen pedaleo (entre 9 y 11 kmsh). Veo que aguanto y voy bien aunque me preocupa no oir el sonido de la bici que me debería perseguir. Sigo y no miro para atrás pensando que debería estar cerca. En el desvío hacia la Hoya me paro y espero dos o tres minutos extrañado, y pasado ese tiempo asoma la Trek gris llevando a Edu, y no al revés. Había roto. Vacío y sin gasolina después de dos semanas de inactividad que terminaron pasando su inevitable factura.
Aprovechando la fácil salida hasta Soto decidimos que él se deje caer y vaya empezando a retomar fuerzas con una macrohamurguesa del Julians y, mientras, yo continuaría hasta terminar la Hoya de San Blás, última parte de la ruta que me llevaría alrededor de una hora más.
Y así fue. Continué en solitario con la pena de que mi compañero no hubiera podido terminar la ruta, pero con la alegría de que, de esta forma, la repetiremos otra vez.
Aunque lo más duro ya quedaba atrás, en la parte final hay tres repechos cortos de entre 500 y 1000 metros que a estas alturas de la película hacen un pelín de daño. Y todo por disfrutar otra vez de los dos senderos que nos tienen a todos enamorados (sobre todo el del peligro) y que encierran más peligros de los que nosotros asumimos. Un día se nos queda un hombro pegado a un árbol.
Impresionante ruta con una compañía de 10 y deseos de que los lesionados y los ausentes se reincorporen lo antes posible.
Datos:
68,63 kms
4:34 de pedaleo
1739 de acumulado
15,01 de media
Temp entre -1,5 y 15 grados
Parte II
9 de noviembre de 2008
A la tercera fue la vencida y pude, aunque solo, terminar esta ruta que ya me estaba tocando las cosquillas. Día estupendo en la sierra, aun con algo de frío al comienzo, 0,5ºC a las 9 de la mañana en Soto.
Iba a ser una jornada con multitud de ciclistas en la zona. Con uno de ellos (campeón 88 Mammoth categoría padre-hijo) subí hasta la mitad de Morcuera hablando de todo un poco. Él y un compañero que las estaba pasando canutas iban a hacer la Hoya. Eran del club MTB de Coslada y me contó un buen puñado de anécdotas interesantes.
Pero antes, saliendo de Soto para coger las primeras pistas, una sombra se me avalanza. Nos saludamos. Era un biker vecino del lugar que iba a hacer la ruta que completamos la semana pasada Juanma, Edu y yo, con bajada desde Canencia por carretera, porque el chaval no tenía mucho tiempo. La verdad es que estos primeros tramos me los quería tomar con tranquilidad, pero la presencia de mi compañero ayudó a acelerar la marcha. Nos estuvimos marcando un buen rato hasta que yo giré a la izquierda para subir por el rampón que te deja en la base de la montaña.
Tras llegar al Puerto de la Morcuera y bajar a Canencia (donde había unos ciclistas entrenando a base de series), me dirijo hacia la trialera de Bustarviejo (que poco me gusta este pedregal) para enlazar abajo con la pista que me llevará hasta Miraflores. Una vez pasado el pueblo y por la salida de la Fuente del Cura pedaleo hacia Soto hasta el desvío donde, esta vez, comienzo de nuevo a subir Morcuera (3 horas de ruta hasta este punto) para realizar la Hoya de San Blás entera en 1:30. En esta ocasión me faltaba la frescura de la primera ascensión al puerto, y las rampas finales se hacen interminables.
Bien es cierto que iba con muchas ganas de recorrer los dos senderos de la Hoya, el previo y el del Peligro. Aunque también sabía que la unión entre ambos la hace una pista rompepiernas que evita que cojas una buena velocidad de crucero.
En el primer sendero, que transcurre sin novedad, me paro a mitad de recorrido para contemplar unas vistas alucinantes de la zona; y en el del Peligro, me llevo una par de sustos por la humedad y el verdín que cubría todas las piedras y raíces. Aún así, disfruto con tensión la bajada y también retrato el momento que bien lo merecía.
Una vez en la pista, solo hay que llegar a Soto tras tres o cuatro kms relamiendome por el estupendo día que he pasado en la sierra. Perdón, en el territorio de Sportbilly. Por cierto, compañero, se me ha hecho extremadamente raro hacer la Hoya sin tu presencia a mi lado.
Finalmente salieron 70 kms, 1766 de acumulado en 4:32 de pedaleo.
Seguro que pronto la repetiré.
Parte I
2 de noviembre de 2008
Siempre se dijo que del dicho al hecho hay un buen trecho.
En ciclismo, no sabes porqué, pero cuando una ruta se encasquilla no hay forma de sacarla adelante. Segunda oportunidda en que se nos niega la feliz culminación de la ruta que sale de Soto del Real, sube el Puerto de la Morcuera completo, engancha con el de Canencia para viajar hasta Miraflores por la trialera de Bustarviejo y enganchar, a través de la Fuente del Cura, con el recorrido completo de la Hoya de San Blás. Hoy, el impedimento ha vuelto a ser el frío intenso combinado con una buena nevada en el trasvase de Morcuera a Canencia.
Al final, descenso a Miraflores por carretera y enlace con la pista de la Fuente del Cura. 46 kms y 1100 de acumulado a buen ritmo y con la meteorología en contra. Siempre un placer compañeros. A la tercera va la vencida.
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