τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

lunes, 28 de abril de 2008

Maratón Montes de Toledo 08

Hace poco más de una año ponía el despertador sobre las ocho am los días de bici. Las circunstancias y el alargamiento de las rutas hizo que adelantáramos las salidas y, por tanto, el ring ring mañanero a eso de las siete. Parece que no es suficiente, las rutas se siguen alargando y los destinos cada vez están más lejos. Se impone levantarse en torno a las seis. Espero que este cambio de horas no vaya mucho más allá. Si no, no merecerá la pena acostarse.

Para esta ocasión, el destino elegido es el pueblo de Los Navalmorales, al sueoeste de la provincia de Toledo, tierra de olivos y suelos rojizos. Y allí nos citamos el amigo Bruna, su amigo Toni, del club Mammoth, y un servidor. Se celebra la VII edición de Raid Bike Maratón Montes de Toledo, una carrera en una zona desconocida para todos nosotros. Los datos de la organización avanzan que el recorrido tiene 68 kms con 1700 de desnivel acumulado. Esto invita a salir con calma.

El día amenaza calor y el cielo limpio de nubes no se quiere perder el espectáculo. Preparativos aparte, las bicis comienzan a rodar sobre las 9.50 con sus flamantes dorsales atentas a las cerca de 250 compañeras que tienen como competidoras. Los primeros metros, como ya es costumbre en estas pruebas, son un paseo neutralizado por las calles del pueblo que da nombre a la prueba. Calles estrechas, casi todo en bajada, curvas cerradas. Primera caída. A nuestra izquierda dos bikers se enganchan y uno de ellos sale volando contra el hormigón de la calzada. El golpe fue impactante y un Ay va! sale de todo el pelotón. Negligencia clara del que pensaba que la carrera estaba terminando.

Salimos de Los Navalmorales. Pronto comienzan las primeras cuestas que cogen a muchos ciclistas fríos. El pelotón se comienza a estirar. Tras dos subidas más, no muy largas, se hace la primera criba. Miro hacia atrás y hay un hueco grande con respecto a nuestros perseguidores. “Pues nada”, pienso, “habrá que defender esta posición”. Delante de mí, Bruna y Toni pedalean ágiles. Yo intento no exprimir y pienso contínuamente en todo lo que queda por delante. Hay que dosificar. Pasamos junto a un hito de color amarillo que marca el km 5 del recorrido. Esto será una constante a lo largo del recorrido, cada 5 kms la organización señaliza el punto kilométrico. Acierto total.

Seguimos pedaleando, hasta el km 10 no hay novedades. Pero de pronto, tras una curva a la derecha nos encontramos un bajadón con mucha tierra de unos 200 metros donde algunos descabalgan de su montura. No se cuánto costará apartarse de la trazada correcta cuando bajas andando una trialera. Tras el tapón al pie de la misma, aceleramos para que no se vayan los de delante, pero ya no hay remedio. Se ha abierto brecha entre los que lucharán por la carrera y los que vamos a luchar por estar en tierra de nadie. Pero en tierra de nadie hay gente muy buena, y seguir según que rueda empieza a costar.

Km 20. De Bruna y Toni he perdido la referencia. Creo que andan por detrás, pero seguro que no muy lejos. No miro para atrás. Sigo. Por el paisaje no me preguntéis, aunque se intuye espectacular. Las pistas no son limpias, tienen mucha piedra suelta y no es fácil deslizarse por ellas. El ritmo de crucero es bueno, aunque los continuos subibajas hacen daño a las piernas. El grupo al que iba enganchado, de unos seis integrantes se me va. Y voy a plato. Se agradecería ya el primer avituallamiento.

Antes lo digo, antes viene. Frutas diversas, chocolate, mielitos y diversas bebidas nos esperan. Paro, me inflo de sandía, me bebo un par de basos de no se qué e intento evacuar líquido. Imposible, no sale. Pues nada, nos vamos. Toni ha parado menos que yo y ha salido antes, detrás de mí, nadie. Bien, sin presión. La pista parece que aguanta y no hay desnivel. Toni va delante, a unos 300 metros. Le voy cogiendo, pero intento no desfondarme. No gano nada cogiéndole si luego me desinflo, aunque las palabras de Bruna antes de empezar la prueba diciéndome que su amigo había hecho el Rally de los Embalses en 2:30 horas me animan. Ese es un tiempazo. Termino cogiéndole y el problema que tiene con una piedra y su sillín me ayudan a pasarle y dejarle atrás. La pista comienza a picar hacia arriba. Delante de mí, la nada; detrás, Toni y la marabunta. Venga, es el momento de tirar.

Paso por el hito del km 30, me siento con fuerzas, la comida me ha venido de lujo y delante… delante veo un maillot. No, dos. Tres, cinco, siete. Un grupo grande como a 300 metros que aparecen y desaparecen según las curvas del recorrido. Consigo engancharme al último elemento, aunque el grupo se ha desintegrado. De pronto, tras una curva a la derecha, se pierde la visión del suelo y es que un terrible cortafuegos hace su aparición delante nuestro. Qué bueno, pienso. Paso en la bajada a otro más. Una gozada, aunque un poco peligroso por la cantidad de piedra suelta que había. Tras terminar la bajada comenzamos a subir otra vez, aunque ahora hay que jugar con los platos, porque la pendiente a veces se hace durilla.

Km. 35. Un personaje de la organización me canta que voy a 17 minutos de la cabeza. Esto me motiva y sigo tirando, voy cogiendo gente, aunque otros también me cogen a mí. Uno me pasa como un avión. ¿De dónde sale este? Se imponen tramos de senderos, cruzamos un río imposible de cruzar, el agua nos cubre las rodillas; rápido, desmontamos, cruzamos, y montamos de nuevo.

Llegamos, tras dos duras rampas al segundo avituallamiento, alrededor del km 45. Lo mismo que en el anterior, unas frutas, un vaso de pócima mágica y listo. Entre los dos avituallamientos estuve parado 5 minutos. Las pedaladas ahora las doy junto a un integrante del CC Navalcarnero que llevaba una Mérida de quitar el hipo. Sin casi quererlo nos ponemos a darnos relevos dejando a dos perseguidores a buena distancia. Viajamos a 40 por hora por una pista ahora más limpia. Ahora tú, ahora yo. Me coge un tramos de bajada y doy el resto. Miro hacia atrás y mi compañero me sigue. Llegamos a otro río en cuya orilla hay unos espectadores, agentes de la benemérita y algunos fotógrafos de la organización. Aunque el caudal es fuerte logramos cruzarlo, no sin mojarnos hasta los tobillos. Pienso en la transmisión. Que aguante, me digo.

Tras cruzar el río entramos en Villarejo de Montalbán, pueblo de duras cuestas a cuya salida nos espera una pista ancha que nos llevará sin compasión a la llamada Cuesta de las Cenas, una sucesión de rampas con pendientes del 23% que se hace algo más que dura. Mi compañero se queda. Yo sigo a mi ritmo, lento, pero no me bajo de la bici. Poco a poco el final de este suplicio se acaba. Unos vecinos me dicen que en breve comienza una larga bajada hasta el siguiente pueblo, San Martín de Pusa. Y así es, de nuevo me veo solo, pero a lo lejos, a media bajada, veo a tres bikers, lo que me empuja a bajar dándolo todo a 65 km/h. Primer fallo. Ya en San Martín de Pusa, me uno al grupo de tres, pero les aguanto cinco minutos, se me van.

Quedan unos 20 kms, “venga una vuelta al perímetro de la Casa de Campo”, esto está hecho. Nada más lejos de la realidad. Empiezo a notar desgaste, el plato grande apenas lo pongo, mis tres presas, se encuentran cada vez más lejos aunque aguanto la distancia.

12 kms para el final. Todo picando para arriba. Senderos, cambios de sentido, pistas con arena. Me desinflo por momentos. Creo que se acabó. Intento seguir cuidando las piernas de posibles tirones, pero voy a perder posiciones. Me pasa uno, dos… Mi compañero del CC de Navalcarnero llega a mi altura. “Ya no queda nada”, me dice. Miro para atrás. No veo a nadie más. Pienso que he perdido 6 posiciones en 10 kms, los tres que no he podido pasar y los tres que me han adelantado a mí. En fin.

Llega el final, veo las pancartas, un giro a la derecha, última recta por piso quebrado, la gente jaleando, un espectador me da un empujón en el sillín, ya está, paso a 20 metros de mi compi bajo la meta. Roto, pero muy satisfecho. Creo que he hecho una buena carrera, bastante regular, aunque me han fallado las fuerzas en los últimos 15 kms.

Al rato entra Toni, me dice que le han dado calambres y que también ha sufrido un calvario en los últimos kms. Por magafonía aunucian la llegada de la primera biker con su tiempo. Vaya máquina. Ha entrado cuatro puestos detrás de mí.

Poco más tarde, lavando las bicis me encuentro a Bruna que también ha hecho un carrerón, y con bici nueva. Ala a comer, la organización había preparado macarrones a tutiplén, fruta, chocolate, etc.

En definitiva, un 10 a lo organizadores, la señalización impecable, varias motos controlando la carrera, dos buenos avituallamientos y tratamiento excepcional. El año que viene, volvemos. Merece la pena.

Datos de la ruta:
70,8 kms
Tiempo: 3:37:00
19,5 kms/h de media
1363 ms de desnivel acumulado
63 kms vel máx.

Posiciones
Pablo:
30 de la categoría Máster 30.
62 de la general

Toni:
35 de la c. Máster 30
74 de la general

Bruna:
40 de la c. Máster 30
78 de la general
(creo).


Perdón por el ladrillazo, no creo que haya nadie capaz de terminarlo.

domingo, 13 de abril de 2008

Cueva Valiente, versión Master

Por Peguero.

- Muchas gracias, Luis, por esta magnífica ruta.

Generalmente estas son las inmerecidas palabras de despedida que me dedican Pablo y Juanma, cuando acabamos un recorrido por "mis dominios". Ellos no saben que el agradecido soy yo, pues mi placer es mayor que el de ellos, al poder enseñar y compartir rutas a gente ávida de conocimiento de espacios y caminos que para mí son de especial belleza e interés, y que la mejor forma de disfrutarlos es compartiéndolos.

Cabeza Líjar (1823 m.) es la cumbre donde confluyen los límites provinciales de Madrid, Segovia y Ávila. Es un monte más madrileño que otra cosa, pues se divisa muy bien desde cualquier punto de la planicie que bordea la Sierra del Guadarrama. El norte de esta cumbre está tapado en su vertiente segoviana por otras montañas de más o menos entidad. Una de estas cumbres es Cueva Valiente (1903 m.) La sola mención de este topónimo entre los miembros de mi grupo, sugiere una serie de sentimientos dispares, todos ellos relacionados con dureza, lejanía, técnica, belleza, distancia,... En esta ocasión, solo tres "aventureros" íbamos a enfrentarnos a uno de los recorridos más técnicos y duros que puedan hacerse en la zona de Pinares Llanos (Peguerinos).

La ascensión desde El Escorial al Pto de Malagón y Abantos, siempre es dura e inevitable. Da igual por donde empieces. Prácticamente desde la primera pedalada ya vas picando para arriba. Sin calentar. En frio. Como te acabas de encontrar, lo que más te apetece es cambiar impresiones con los amigos desde la última vez que nos vimos. Pero la inmisericorde pendiente impone su estricta ley y acaba sometiéndonos a pedalear en un ingrato silencio. En esta ocasión, y para ganar altura rápido, elegimos el camino de Pataseca al Cervunal o GR-10. Es un sendero relativamente pedregoso con pendientes del 15 al 20 %. Con concentración, un poquito de fuerza, unos gramos de técnica, (y unos Q-Rings) , se sube este kilómetro infernal sin echar pie a tierra.

Esta senda, al llegar a la carretera que nos sube al puerto, continua hasta el Pico de Abantos, pero afortunadamente ese no es nuestro objetivo. La poca pendiente de los siguientes kilómetros nos permite reanudar la charla, exceptuando las últimas rampas de Malagón. Arriba hace frio. Comprobamos que algunos regueros resultantes de las copiosas lluvias de días anteriores, están helados. La bajada hasta la fuente de Las Negras es heladora. Hay que tomar precauciones por si hay hielo en algún sitio. En la primera curva en umbría hay una plancha de hielo bastante grande. Voy el primero y aviso con un gesto a los que me preceden para que me sigan, evitando la plancha y reduciendo la velocidad drásticamente. No había acabado de volverme, cuando los dos, como dos exhalaciones pasan por encima de la placa sin caerse. -¡Eh! ¿Qué hacéis? -les grito. -¿Era hielo, no? -Pregunta Juanma. -He pasado sin tocar el freno... -Ya. ¡Estáis buenos los dos!.

Desde la fuente de Las Negras baja un sendero invisible (no hay sendero), que discurre paralelo a la carretera. Campo a través y entre pinos de ramas bajas nos aproximamos a la Casa de las Cuevas. Una rama irreverente se agarra al casco de Pablo intentando impedir su paso. Casa de las Cuevas ¡qué sitio! Paradita, fotos, silencio. A partir de este lugar comienza un sendero muy marcado conocido por Los Tubos. No tiene apenas pendiente pero en él se alternan zonas de piedras trialerantes, algunas raices, también charcos, un barrizal que pasamos sin problemas y un poco más adelante acaba en un vadeo de un arroyo que hoy es un rio infranqueable. Así es que no nos queda más remedio que huir por una pista que nos hace retroceder un poco y que nos devuelve a la carretera que lleva al camping de Peguerinos. Este camping, situado en el corazón de Pinares Llanos, además de gozar de un entorno privilegiado, tiene la peculiaridad de que si un día de verano tienes mucho, mucho, pero que mucho calor en Madrid, y no puedes ni vivir ni dormir, pues te vas a este sitio armado de buen abrigo y buena manta, si no quieres arrecirte por la noche.

La pista que nos conduce a Cueva Valiente desde el camping, es relativamente cómoda en sus primeros kilómetros. Está cerrada al tráfico y la sensación de soledad y aislamiento, aumentan a medida que nos alejamos del camping. Cuanto más avanzamos, más degradada está la pista. Esta pista, asfaltada hace mil años, no ha sido reparada nunca (ni falta que hace), por lo que los gorrones de la base de la misma, afloran por todas partes. Nos solidarizamos con el silencioso paraje, mientras subimos al collado de la Gargantilla. Ascender en silencio tiene un problema, y es que como no hablas, pedaleas distinto, y por un extraño instinto sin determinar, cada vez vas más deprisa. Es mejor hablar aunque te quedes sin resuello a veces y no puedas respirar. Cuando llegamos al alto de la Gargantilla (1620 m.), se ve perfectamente y por primera vez la cumbre de Cueva Valiente... (Continuará)

El ascenso a la cumbre de este monte, a simple vista, no parece que sea para tanto. Los tres conocemos esa subida y siempre te quieres creer que no te va a costar demasiado. Pero los frios datos son demoledores, casi trescientos metros de desnivel hasta la cumbre, en poco más de kilómetro y medio. A los tres minutos de ascensión desde el Alto de la Gargantilla, verificamos los datos. Con una primera rampa del 18 % nos saluda este tremendo comienzo. Le sigue un tramo de no-pista porque ha desaparecido el firme. Un tremendo barranco más o menos ciclable lo podemos superar sin problemas. Al poco suaviza un poquitín la pendiente.


Juanma y Pablo se animan. Poco a poco se me van yendo y ni siquiera el tercer pulmón del que sospecha el amigo Pacopelan que tengo, me sirve para poder seguirles. La experiencia me dice (más bien mi cuerpo), que no conviene cebarse, pues aunque la subida no es demasiado larga, resulta mejor subir tranquilamente para llegar con fuerzas suficientes a un tramo malísimo lleno de piedras gordas, por el que es complicado avanzar. Este tramo agota las fuerzas de cualquiera y nosotros no vamos a ser la excepción, así que unos subimos montados algo más que otros, pero al final, todos pie a tierra. Un poco más arriba la cuesta pierde pendiente y nos permite subir sobre las bicis, lo cual no quiere decir que subamos de rositas; la pista pedregal está fatal y siempre vamos al límite. Tanto castigo físico se compensa rápidamente a medida que ganamos altura. El campo de visión aumenta considerablemente y nos anima a llegar cuanto antes a la cima.

Quedan restos de nieve en los pocos pinos que pueblan este inhóspito paisaje, ofreciéndonos aquellos un peculiar aspecto. La cumbre de este monte es un sitio para quedarse largo rato, siempre y cuando te lo permita la temperatura. En esta ocasión el sol brilla alto y nos deja estar. La contemplación del entorno de esta cumbre podría ser eterna. Hacia el norte, la inmensidad de la meseta castellana. Al noreste, las cumbres más altas de Navacerrada: Peñalara, Bola, Maliciosa, ... la Peña del Oso y la Pinareja un poco más al norte. También se divisa el puerto Pasapán, sufrido y gozado por todos nosotros. Hacial el sureste, la planicie de la presierra de Madrid, cuajada de chalets y urbanizaciones. Destaca a lo lejos y entre neblinas las Cuatro Torres de la capital. Y al oeste: "El mundo libre". La nevada sierra de Gredos marca el límite, a más de cien kilómetros en línea recta, del horizonte visible. Entre medias, kilómetros y kilómetros cuadrados de pequeñas sierras muy poco pobladas y con multitud de sendas, caminos y pistas.

Desde este sitio es fácil dejar volar la imaginación. Nuevas rutas, nuevos destinos, nuevas aventuras. Siempre con la mejor compañía. Pero mientras la imaginación vuela, el tiempo corre, así que no podemos quedar aquí para siempre (15 minutos). Estamos en el ecuador de la ruta. Nos quedan dos tramos de sendero muy técnico. En la bajada hasta el collado Hornillo no creo que nuestros cuentas pasen de cuatro o cinco km. por hora. Las piedras, las raices, la pendiente, nos obligan a extremar las precauciones. A pesar de todo el cuidado siempre hay algún elemento que no acabamos de controlar. Un tronco cruzado en el camino, asociado a unas ruedas húmedas, implican descabalgamiento asegurado. En esta ocasión es Juanma el que sale volando sin mayores consecuencias.

Desde el collado Hornillo asciende un sendero poco explorado por nosotros, que enlaza con el GR-10 o ruta de los refugios. Esta senda de Gran Recorrido discurre por la línea que delimita las provincias de Madrid y Ávila. Según avanzamos por este complicado camino, nos vamos encontrando numerosos vestigios de la defensa de Madrid en la Guerra Civil. Toscas construcciones en piedra semiderruidas salpican este sendero. Trincheras, parapetos y rudimentarios fortines van apareciendo, casi perdidos entre la escasa vegetación de piornos y brezos. Trialeras casi imposibles y pasos con piedras enormes, dificultan nuestro avance aunque la mayor parte de la senda es ciclable.

Después de sobrepasar el risco del Palanco y antes de llegar al cerro de la Carrasqueta, hay un collado denominado por nosotros como "el de los pinos albales" (pinos albares). En este lugar podemos contemplar unos magníficos ejemplares de este tipo de conífera. Uno de ellos marcado por un rayo a todo lo largo del tronco. Giramos 90 grados a la derecha (oeste) y nos dejamos caer por un sendero que no es tal, pero se puede pasar y ciclar. Hay agua por todas partes. A medida que avanzamos el sendero se convierte en camino claro que desemboca en la pista de Peñas Blancas. Quitando los dos km. que hay hasta la carretera de la Casa de las Cuevas sentido El Escorial, el resto de la ascensión hasta el alto de Abantos, siempre es igual de largo y penoso.

Estamos volviendo y las fuerzas brillan por su ausencia. Pero como siempre todo sufrimiento de subida tiene su recompensa en la bajada. Casi 10 Km descenderemos hasta el Monasterio de El Escorial. Desde Malagón hay varios caminos para bajar. Se elige el más radical; el de los Puntos. Yo me tengo que conformar con bajar por la carretera, pues un problema con el freno delantero aconseja no arriesgarse con pendientes tan pronunciadas. Cuando llego al punto de encuentro veo que asoman unos metros más arriba los dos kamicazes, por lo que la espera es mínima. El final del descenso lo hacemos por la 2ª parte del camino del Gitano. Este tramo tiene gran profusión de piedras de punta, como así puede comprobar Juanma con una de ellas. Una salida por las orejas le hace aterrizar con la rodilla, sin más consecuencias que un fuerte y doloroso golpe. (Juanma, una doble). Sin más contratiempos vamos llegando al final, relamiéndonos de la magnífica ruta vivida.

Insisto en lo dicho al principio. El que queda agradecido es un servidor por dejaros embarcar en estas pequeñas aventurillas por los alrededores de mi pueblo. Siempre seréis bienvenidos.

sábado, 5 de abril de 2008

Marcha Ávila-Villalba 08

ÁVILA
EL HERRADÓN
SAN BARTOLOMÉ DE PINARES
VALDEMAQUEDA
ROBLEDO DE CHAVELA
ZARZALEJO-PAJARES
EL ESCORIAL
VILLALBA

Ya que nadie se anima a escribir unas líneas de la ruta del sábado, me voy a permitir ser yo el que intente recordar tan espléndida aventura. Pero que no sirva de precedente, es más, Peguero, esta va por la próxima de Cueva Valiente, de la que quedas encargado oficialmente. Se acabó ya el escaquetis…

Solo recordar el tic-tic-tic del despertador a las 5:40 se me ponen los pelos de punta. Tengo que decir, que ya en la cocina a punto de comenzar a desayunar tuve un impulso de mandar al carajo la rutita y meterme en las todavía calientes sabanitas. –No seas majadero, me dije. Y comencé a desayunar pensando en lo locos que estamos.

Tal como me había informado Eduardo el viernes, a las 7.35 estaba en casa de Chango con un frío del increíble, unos 2 grados. Al rato llegan Jose y Juanma. A las 8:50 estábamos los 4 en el parking del CC Los Valles, donde nos esperaban Celes y los dos Delfis: Miguel y Jesús (lo siento Jesús, pero a efectos crónicas siempre serás Delfi2).

Tras recoger los regalos del CC Majadahonda, organizador del evento, meter las bicis en los camiones y hacernos las fotos de rigor, partimos en uno de los dos autobuses que nos llevarán, junto a otros 130 bikers más, a Ávila. Llegamos a nuestro destino tras más o menos una hora de viaje. Algunos lo aprovechan para echarse un sueño, otros para mirar por la ventanilla y saludar a ese caprichoso señor llamado Ingeniero, o pedirle hora a ese coloso conocido como Cueva Valiente.

Comienza el pedaleo. Se hacen tres grupos en función de la velocidad a la que se quiera viajar. Decidimos ir en el segundo. Los primeros kms se hacen despacio por senderos y detrás de unos de los guías de nuestro grupo. De momento se respetan las posiciones, casi todos en fila de a uno o de a dos. Charla amena. Vientecillo que frenaba quitarse la chaqueta. Sol radiante, ni una nube.

Se visualiza a lo lejos la pista por la que ya han tomado distancia los del primer grupo. La pendiente va subiendo. Superamos un minipuerto conocido como el de la Pila. Todos vamos a bloque aunque vamos engullendo algunas unidades que van cayendo del grupo 1. Tras llegar a la cumbre del puerto, breve parada. Miguel me dice que vayamos saliendo que el descenso se las trae. Pues vamos. Salgo entre Jesús y Miguel, aunque entre Jesús y yo hay otro biker. La bajada no es fácil, hay que pensarse lo de correr porque está lleno de piedras, roderas y curvas de 180 º que animan a ser precavido. Miguel me dice que pase al de delante. Qué jodío, pienso. Y sin más veo que el animal me ha pasado a mi y al otro biker y ya busca la trazada de Jesús. Lo de este chaval bajando roza la locura. Y eso que llevaba dos semanas sin montar.

A media bajada el firme mejora aunque el exceso de confianza nos da un par de sustos por la arenilla que escondían un par de curvas. Con todo, pura diversión. Ya abajo, en la carretera que nos conducirá a El Herradón, Juanma y Jose nos dicen que han tenido una pequeña caída casi de forma consecutiva pero sin consecuencias. Otros en cambio bajaban con las rodillas y los codos con hilos rojos que denunciaban golpes mayores.

Las chaquetas ya sobraban del todo, la temperatura se situaba cerca de los 15º y la manga corta se impone en casi todos. Cruzamos El Herradón. Nuestro próximo destino será San Bartolomé de Pinares, donde deberemos pasar la primera gran prueba de fuego. Como estábamos avisados de lo que se nos venía encima, todos pecamos de conservadores y aguardamos a nuestro guía para iniciar el ascenso todos juntos. Pero esto, claro, duró lo que tardó Jose en darse cuenta que un biker con una Scott había decidido “probar” su estado de forma en solitario. Mientras, Jesús me comenta que allá arriba –no me daba el cuello para verla- se veía la pista que teníamos que subir para salir del pueblo. –Pero, estás seguro, le pregunto. Me responde que si, que pasamos de 950 m a 1.300 en pocos kms. Sale a colación Collado Pelea y sus más de 30% de algunos puntos, y un biker que andaba cerca nos pregunta que si lo habíamos subido. Nos reímos poseídos por la emoción de encontrar gente igual de loca que nosotros. En esto Jose a lo suyo, dale que dale a por el de la Scott. Decido tirar yo también e ir a por Jose. Los porcentajes se sitúan entre el 10 y el 17 % con piso de hormigón y subida en eses. Cada curva llevaba a otra peor. Tras coger al biker de la Scott, Jose sigue hacia adelante. Yo ya me encuentro un poco justo y me sitúo junto a él. A esto oigo un run run detrás de mí y como por arte de magia se pone a mi lado Juanma. Qué bestia. Clac-clac. Bajo dos piñones y me voy a por Jose. Juanma me sigue, el de la Scott se queda, y Jose mirando para atrás acelera. Ya se barrunta el final del puerto. Sabíamos que nos esperaba el primer avituallamiento con lo que hay sprint , puntuable. Demencial. Jose, eres de otro planeta, me rindo.

Cuando estamos dejando las bicis para inflarnos de plátanos y bebidas energéticas, oímos como un lugareño frena su todoterreno en medio de la pista para increpar a alguno de los nuestros. Celes le había pedido que circulase a menos velocidad ya que el cabrero circulaba con el síndrome de Carlos Sáinz, y este, ni corto ni perezoso se queja de que los ciclistas ocupamos todo el ancho de la pista. Celes, brillante, le responde que ocupamos el mismo ancho que su todoterreno. Y que si tu, que si yo, que si no me grite que… que si esto o aquello. Esta gente, acostumbrada a no ver a nadie civilizado en varios días, piensan que todo lo que les rodea es de su propiedad. En el fondo dan pena y mejor no alterarles porque suelen ser imprevisibles.

Sin darnos cuenta, y tras atravesar varias zonas de pinares, en alguna de ellas con bajadas y curvas muy divertidas (Chango, los árboles no se pueden atravesar por el centro) donde los de la Pandilla Quedadas, siempre al ritmo de Jose, nos intentábamos poner delante para no tragar el polvo del grupo, llegamos al segundo avituallamiento. El lugar, precioso: un denso pinar que invita a tumbarse y relajar piernas y cabeza. Nuevo aturullamiento de comida: plátanos, barritas, dulces, palmeritas de chocolate. Conclusión: Hay que gestionar mejor las ansias de comer.
En este punto, nos comenta la organización que el primer grupo nos saca cerca de 50 minutos.

Tras avanzar entre pinares por unos senderos envidiables llegamos a Valemaqueda, pueblo que atravesamos de lado a lado por carretera. Algunos ya íbamos con los hombros y pantorrillas quemadas por el sol. 2ª Conclusión: Ponerse más crema en días de fuerte calor y sol abundante para evitar sustos en la piel.

De Valdemaqueda a Robledo de Chavela hay un suspiro en forma de sendero donde en fila de a uno seguimos a nuestro guía, furioso porque algunas cabras locas habían impuesto un ritmo alto cuando no tocaba. Pero había que intentar recortar el tiempo que nos sacaban los de delante. Ya en Robledo pasamos el pueblo e inciamos el 2º ascenso duro de la ruta. En este, con 50 y tantos kms en las piernas y casi 40 más por delante. Se trata de una trialera en subida con piedras sueltas donde mantener el equilibrio no es fácil. Como, no: Jose delante tirando de todo el grupo de la Pandilla Quedadas, el resto le seguimos a bloque como podemos. Se hace dura la subida, pero es gratificante ver que le aguantas la rueda a esta bestia. Abrimos un par de portones y continuamos sin esperar al resto. Nos veríamos con ellos en Zarzalejo, donde estaba ubicado el 3er avituallamiento.

Tras culminar la dura subida, engullimos a nuevos integrantes del 1er grupo que se habían perdido y nos ponemos a tirar paralelos a la vía del tren como desaforados. El camino lo abre Jesús indicando las trazadas en fulgurantes descensos. Jose y Juan Ramón –un animal del 1er grupo- le siguen; Celes, otro biker y yo, vamos tras ellos con Juanma que se nos une pronto. Miguel y Chango nos siguen de cerca. Chucu-chucu-chucu-chucu-chu. Biiiip Exprees!!! La marcha estaba rota.

Llegamos al tercer avituallamiento. Reagrupamiento general. Nos comentan que los del primer grupo nos sacan 20 minutos. Entre el 2º y 3er avituallamiento les hemos recortado casi media hora. Bien es cierto que nuestro grupo no ha sufrido ningún percance. Ni pinchazos ni caídas. La suerte y las fuerzas nos acompañan y había que aprovecharlo.

Después de comer algo, salimos en busca de la Calzada Romana que nos conducirá hacia El Escorial. Este camino ya lo hicimos con Peguero en la ruta de la Ermita de Navahonda. Pero en subida. Bajarla es otro cantar. De lo mejor de toda la marcha. Al terminar de bajar la Calzada hacemos un nuevo reagrupamiento. Será el último ya que le comentamos a nuestro paciente guía que los 7 del Apocalipsis nos desvinculamos del resto ya que tenemos los coches en un punto de Villalba distinto al resto.

Nos quedan unos 20 kms de infarto. A los 7 se nos une el de la Scott, Juan Ramón, y algún integrante más del del 1º y 2º grupo. Unos 15 en total.

De El Escorial a Villalba será un desenfreno de velocidad casi sin parar, bajadas muy divertidas (en especial aquella de los saltitos -Chango elevó la bici casi medio metro del suelo en uno de ellos-, y solo un par de repechos que tras 75 kms ya hacían pupa pero que no impedían los últimos piques entre los miembros de la PQ y agregados. Destacar el que tuvo Jose con Juan Ramón y que pude seguir a duras penas como tercer integrante de una grupeta de cuatro.

Llegando ya a Guadarrama, nuestro destino final estaba cerca, y no podía terminar sin el sprint final provocado por Jesús. Fin de la ruta con el pulsómetro señalando picos de 195 pulsaciones por la gracieta del amigo Jesús. Poco antes habíamos despedido a nuestro coach que, con todo el cariño, esperamos que se una en próximas rutas.

Y ahora es cuando llega lo bueno tras pedalear durante 87 kms. Casa de Chango: Lavado de bicis, ducha con agua fresquita de manguera, parrillada, cervecita, césped, sol y una compañía insuperable.

Perdón por el ladrillazo, pero la ruta lo merece. Enhorabuena al CC de Majadahonda por la organización, avituallamientos, parajes por los que nos guiaron e infinita paciencia que mostraron los guías. El ambiente de 10. Esperamos que el año que viene se repita.