τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 28 de diciembre de 2008

A Navahonda, por tradición

Lo que aparecía como un fin de semana poco definido en términos ciclistas para despedir un prolífico 2008, dio un giro a última hora y se presentó con siete bikers para marchar desde El Escorial a la Ermita de Navahonda. Este recorrido ya se hizo el último fin de semana del 2007, con lo que podría estar naciendo una bonita tradición.

Los siete susodichos quedamos a las 9:00 de la mañana en la estación de RENFE de El Escorial. Allí nos presentamos puntuales Carrascosa, Chango, Celes, Carpetano, Jimmy, Frenetikow y un servidor para, al poco, comenzar a pedalear con 3 grados y un cielo cubierto pero tranquilo hacia el parque de la Manguilla y la calzada romana, la cual provoca los primeros descabalgamientos de todos los integrantes de la grupeta.

Una vez superado este histórico escollo, pedaleamos hacia Zarzalejo en un ambiente relajado donde Chango saca a relucir sus cualidades como fotógrado y caza las primeras instantáneas en movimiento, siempre un lujo para recrear los recuerdos de las rutas.

Aprovechamos estos primeros kms sin ninguna dificultad para acelerar el ritmo y adentrarnos en el Camino de las Hoyas y sus rápidas pistas, que en un plis nos dejan en la carretera de las antenas de la base aeroespacial de Robledo de Chavela. Estos apéndices de hierro llegan a tener 70 metros de diámetro para no perder detalle de lo que ocurre allá afuera.

Dejamos atrás el complejo de la NASA y giramos hacia la derecha para comenzar a subir a la Ermita de Navahonda, que toma el nombre de un desaparecido poblado medieval y que fue construida a finales del siglo XVI. Proponemos la primera parada porque en este punto las tonterías se han acabado. Comemos barritas y galletas y, por supuesto, hacemos las fotos de rigor, nos miramos las cubiertas que llevamos unos y otros (por si alguien las ha cambiado y tiene que hacer algún comentario positivo o negativo) y charlamos de lo que se nos viene encima.

Y lo que tocaba era subir por unas rampas con unos porcentajes considerables durante 1,5 kms aproximadamente hasta el Collado de la Almenara. Lo peor de la subida lo tenemos al principio, donde una sucesión de rocas, la mayoría de ellas redondeadas, pondrán en dificultad nuestro paso con continuos resbalones y harán muy difícil la permanente estancia de las calas dentro de los pedales, aunque como bien avisa Carpetano “es bastante factible subirlo del tirón” si tienes un pelo de suerte en dos puntos clave; máxime cuando han mejorado-estropeado la ascensión y allanado su firme respecto al año pasado para que las procesiones y romerías no sufran tanto las inclemencias del terreno. Aunque, eso sí, los porcentajes no se los han llevado. Y, en ellos, Frenetikow sigue desenvolviéndose como pez en el agua. Es tremendo lo que le cunde al chico su viaje a tierras griegas.

Del Collado de la Almenara hasta Robledo de Chavela se coge bastante fuelle tras la extenuante ascensión ya que se disfruta de un descenso rapidillo aunque con zonas de bastantes piedras que te hacen ir muy alerta. De todas formas, esta bajada también ha sido “tocada” por los fieles.

El cielo sigue nublado pero no amenaza agua y la temperatura, no muy alta pero sin viento, hace bastante agradable la pedalada. Cruzamos tranquilos Robledo recordando la subidita que nos espera a las afueras del pueblo para llegar al Collado del Fraile. Esta remontada, dividida en dos partes, nos termina de machacar (bueno a algunos, no). La primera, al norte de Zarzalejo, nos obliga a circular por una pista muy rota con porcentajes suaves pero que exige una concentración alta para no perder de vista la trazada buena y evitar así poner pie a tierra. La segunda parte, eleva considerablemente los porcentajes y tiene un firme arenoso y desigual que, además, está agravado por el paso de quads y motoristas que dejan unos surcos muy tramposos para nuestras “finas” cubiertas. Lo único bueno de este tramo es que no es demasiado largo y que, una vez arriba, nos espera la bajada por el Sendero de los Indios, un deleite para el mountain bike y para los ojos por las espectaculares vistas que ofrece de las montañas que rodean El Escorial.

En el Collado del Fraile algunos insinúan alargar la ruta y subir por las Zetas de Abantos, pero son rapidamente acallados por la mayoría del grupo, y como esto es democracia… Algún día tenemos un golpe de estado.

Tras el breve descanso nos vamos en busca de los Indios, siempre detrás de Carpetano, que realizó a la perfección sus funciones de cicerone. Este trecho nos obliga a ir en fila de a uno y con distancia entre las unidades para no tener sustos ya que el sendero en muchas zonas está contraperaltado y nos podría empujar ladera abajo en una tarascada de varios cientos de metros. Además, restos de la nieve caída en las últimas semanas trabajaba a favor de la prudencia.


Tras disfrutar de este trayecto llegamos a las dos barreras que mantienen el ganado en su sitio, pero que nosotros tenemos que saltar para continuar con las emociones del día. Y las que llegaban eran las más fuertes de la ruta. Primero para bajar por un rampón con un 25% de desnivel aunque bastante limpio hasta el bosque de la Herrería, y después para deslizarnos paralelos a la tapia del Castañar por lo que los escurialenses conocen como el sendero o “atajo Saligari”, un descenso espectacular de 1 km aproximadamente con continuas eses y firme copado de hojarasca por el que tienes que intuir el paso a más de 40 kms/h derrapando en las curvas y pasando a cms de muchos de los robles que pueblan el lugar. Impresionante.

De este lugar hasta la estación de Ferrocarril de El Escorial solo quedarán unos minutos de regocijo por el día de bici pasado, sin caídas, pinchazos ni averías (salvando alguna salida de cadena). Llegamos al final de la ruta a las 13:50 con 5 grados de temperatura y mas contentos que unas castañuelas aunque tocados físicamente por la dureza del recorrido, que concentra sus poco más de 1000 metros de desnivel en dos subidas, aunque te lo paga con buenas y variadas bajadas.

Los datos finales que salieron fueron:

48,7 kms
3h22 minutos de pedaleo
14,4 km/h
1020 de desnivel acumulado

Ha sido un placer.

Y como muy tarde que se repita el último finde de 2009.


La Ermita de Navahonda from Carrascosa on Vimeo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

1+1-1… La Hoya de San Blás

Después de tres semanas sin pisar la sierra ya tenía ganas de pedalear por cualquier parte de ella, aún aventurándome a encontrarme unos buenos cms de nieve que me impidiesen rodar con normalidad.

Escojo la Hoya de San Blás por la relativa poca altitud que se coge en esta ruta (sobre los 1400). Y si la cosa se da bien remataría la mañana con una segunda vuelta a la Hoya para completar una ruta de 55 kms y 1500 de acumulado.

Salgo del Miratoros a las 9:20 con un grado negativo y la promesa de un día espectacular. El cielo se ha presentado totalmente azul y sin resquicio alguno de nubes. Según avanzaba hacia la montaña por los páramos que separan Soto de la Morcuera, la temperatura ascendía casi sin control. Ya en la barrera donde comienza el ascenso al puerto, el termómetro marcaba 12 grados. El día prometía.

Comienzo a subir sin prisa. La idea es terminar la primera vuelta en menos de 2h30 para poder hacer la segunda vuelta con relativa tranquilidad de tiempo. Tras superar las primeras zetas parece que la pista está libre de nieve. “Ha sido un acierto venir”, pienso aliviado. Sigo subiendo y veo más adelante las primeras manchas blancas en el suelo. Las supero con facilidad. Pero el problema acababa de comenzar. Las manchas cada vez son más grandes y más extensas. Cuando en una de ellas compruebo que el espesor ronda los 15 cms comienzo a preocuparme.

En el desvío al alto de la Morcuera me encuentro con Juan, un biker de Miraflores que ha salido con su flamante pepino (una Spe Stumpjumper!) a darse una vuelta por la Hoya después de algún tiempo de inactividad. Después de una breve charla decidimos continuar juntos. A partir de este punto las cosas se ponen feas, mucha nieve en la pista y solo por los bordes del camino se podía transitar medio bien. Estaba claro que la cantidad ingente de pinos de esta zona no habían podido impedir que la nieve se adueñara de la ruta.

Tras descender por el primer sendero y comenzar a ascender las primeras pendientes de la Hoya, mi compañero me dice que se da la vuelta. No se encontraba con el fuelle suficiente para acometer con garantías esta segunda parte. Tras despedirme continúo subiendo, a ratos montado, a ratos empujando. A estas alturas ya tenía claro que de segunda vuelta nada de nada. Y gracias si completaba la primera.

Según me acercaba al Sendero del Peligro, el espesor de la nieve iba en aumento. En algunos tramos no podía ni empujar la bici… la nieve me llegaba casi por las rodillas y las ruedas no podían realizar su giro natural. “Hasta las narices de la nieve”, me decía insistentemente. El día espectacular, todo muy bonito, mucho blanco, pero yo había venido a montar en bici y ya llevaba un buen rato con el maldito ‘empujabike’.

Decido echarme la bici a la espalda al estilo mochila. Está claro que así voy más cómodo que tirando de ella. Y así continúo un buen rato “disfrutando” de la singular situación. Pienso en el grupo que quería subir a la Fuenfría y en lo mal que deben estar las cosas a 1800 mts. La nieve por el cuello cuando menos.

Por fin llego al comienzo del ‘sendero del peligro’ y comienzo a bajarlo pensando más en terminar con este suplicio que en disfrutar lo que me quedaba por delante. Las zetas de las curvas estaban tan llenas de nieve que estos giros tan cerrados era peliagudo trazarlos bien. El punto más complicado de la bajada que tiene un escalón de roca estaba completamente abnegado por el blanco elemento.

Termino el descenso y enfilo a Soto por la pista. La nieve presente ya no era obstáculo, pero si lo era la ausente, aquella que ya se ha derretido y encharca los caminos de lo lindo. Me parece mentira rodar con tranquilidad, y en un plis estoy en el coche un poco decepcionado con lo que podía haber sido y no fue. Como de todo se aprende, raro será que me vuelvan a ver en una parecida, aunque la montaña llame insistente dentro de mi cabeza.

Al final, completo los 31 kms de la ruta en 3:05, casi una hora más de lo que se tarda en buenas condiciones. La media de 9,9 kms/h es como para haberse echado una siesta bajo cualquier pino de este impresionante rincón de la sierra.

En breve volveré y espero poder quitarle el negativo al título…

domingo, 23 de noviembre de 2008

Cueva Valiente y la Cuadrilla de El Escorial

Por segunda vez este año decido unirme a una excursión a Cueva Valiente. Esta vez el grupo es muy numeroso y contamos hasta con once unidades que, salvo Edu y yo, forman parte del super grupo del Club ciclista de El Escorial.

Algunos son viejos conocidos (Peguero, Javier, Jesús, Eduardo –que se presenta para hacer la ruta con la flaca con la que hizo la última París-Rubeux-), y otros lo acaban de ser (Jorge, Ricardo, el hermano de Jesús y dos más de los que no recuerdo el nombre). Mucho nivel.


El tiempo nos ha presentado un día soleado, algo de viento y 8 ºC en la Universidad María Cristina. A las 9.45 nos ponemos en marcha y pronto, con las rampas que nos subirán a Malagón, las piernas entran en calor. Es lo bueno, o no tan bueno, de las rutas que salen del Real Sitio, los porcentajes desde las primeras pedaladas ayudan a olvidarte del frío.

50 minutos después de la salida culminamos el Alto de Abantos y sus 1590 metros de forma disgregada. Los charlatanes llegan un poco más tarde que a los que le comió la lengua el gato. Pero todos, sin excepción, se habían metido los primeros 540 metros de desnivel a buen ritmo.

Tras el reagrupamiento y sin parar, seguimos por carretera hacia el descenso a 65 km/h que nos deja en la Casa de la Cueva, punto clave para la primera parada. Pues tampoco. Sin parar nos adentramos en los senderos de Pinares Llanos donde el ritmo es alto y no se para ni para socorrer la caída de Jorge, descabalgado por una rama traidora. En fila de a uno y pegaditos avanzamos seseando entre la inmensidad de pinos de este maravilloso lugar. Cruzamos los dos riachuelos y avanzamos por el bosque y su manto verde por donde parece que el tiempo está detenido.

A las 11.15 mas o menos llegamos a la carretera. Parada técnica, muchos aprovechamos para evacuar líquidos porque vete a saber tú si se vuelve a parar. Las nubes se habían metido en las cumbres e incluso soltaban gotas microscópicas que llegaban hasta nosotros flotando en el aire. La situación no presagiaba nada bueno.

Tras un rato de charla, alguna barrita y la contemplación admirativa de la nueva bici de Ricardo –una Spezieliced Epic Maratón roja y blanca impresionante-, cinco integrantes del grupo deciden abandonar y volverse al Escorial para evitar el más que probable chubasco. Nos quedamos Peguero, Javier, Jesús, Jorge, Edu y yo, y tal cual, nos ponemos en marcha hacia el camping de Peguerinos. Edu quería llegar hasta la cumbre de Cueva Valiente callera la que callera, y es normal, ya que era el único que no conocía el lugar y deseaba satisfacer su curiosidad aunque costara un buen remojón.

Hasta el collado de la Gargantilla el pedaleo se hace muy ameno, sin forzar mucho la máquina y conservando para momentos más duros. La charleta se adueñó del sexteto y estuvimos cambiando impresiones unos y otros. A mí me tocó en suerte como pareja al amigo Peguero y, la verdad, siempre es un placer escuchar las singulares historias y anécdotas montañeras producto de bastantes años de rutas, marchas y excursiones de todo tipo y condición.

Llegamos a las primeras rampas de la ascensión más dura del día, y Edu toma la delantera. “Este chico”, pienso “no sabe a lo que se expone con este ritmo”. Le sigo a quince o veinte metros; detrás siento a Jorge pegado a mi rueda, y un poco más atrás sube el resto del grupo. Pasadas las primeras rampas Edu sigue a lo suyo. Jesús intenta ganar posiciones pero se le sale la cadena y queda descolgado junto a Peguero y Javier, que se interesan por la pequeña avería. Llega el terreno descarnado, pero no el más descarnado. Veo a Edu que cede y pone un pie, “esta es la mía”, bajo un piñón y me pongo a su altura aunque un par de metros más arriba me desequilibro con una zona arenosa y pongo pie a tierra. Nos pasa Jorge que parecía subir seguro. Aparece Jesús de no se sabe donde, que creo que subía con el plato medio, y nos pasa, aunque al intentar evitar a los que estamos parados va de lado a lado del camino hasta descabalgar también. Nos recuperamos mas o menos todos y llegamos arriba mas o menos juntos y encabezados por Jesús, Jorge y Edu. Al poco llegan Javier y Peguero.

A los pocos minutos de estar en lo alto de esta montaña, el cielo parece darnos una tregua y abre una cortina en la vertiente sur para que podamos apreciar la belleza que teníamos a nuestros pies y que observábamos desde 1903 metros de altura. Fotos de rigor al lado del refugio, barritas y a montar de nuevo que nos enfriamos.

La bajada hasta el collado Hornillo es de las que hay que pensarse. Buena parte de ella hay que tomársela con la valentía justa ya que un error o un exceso de pundonor puede dar con tus dientes en las cientos de rocas que salpican todo el camino. Muchas de estas rocas se pueden salvar a golpe de pedal y en una de ellas suena un CRACK! Rotura múltiple de la cadena de Edu. En 20 minutos la avería estaba reparada, el tiempo justo para no pasar del frío a la hipotermia porque a esa altura y con el sudor enfriándose la sensación es más que desalentadora. Destacar el gran compañerismo de Javi, siempre atento a todo lo que sucede en el pelotón y dispuesto a ofrecer apoyo mecánico, logístico o anímico.


Ya en collado Hornillo y después de haber usado la ladera de la montaña como tobogán, cogemos un sendero hacia el cerro de la Carrasqueta desde donde cogeremos parte del camino de los refugios, un mirador tremendo que no valoramos cegados por el disfrute que nos proporciona el terreno bajo nuestras bikes. Aunque la velocidad a la que bajan algunos entre los que no me encuentro no es ni disfrute ni es nada, es locura.

Acabada la frenética bajada llegamos a la pista del Campamento de Peñas Blancas, donde no se sabe porqué reacción, los desviadores meten el plato grande, se engranan piñones pequeños, si se puede el 11 y, aunque la pista pica levemente para arriba, se viaja a velocidades de 24-27 kms/h. Y así hasta la carretera que sube a Abantos, donde todo vuelve a su ser y la tranquilidad sentencia la próxima dureza de las rampas hasta la fuente de las Negras primero y el Alto de Abantos después. Aquí las fuerzas van justas y los excesos cuesta sacarlos. Aún así Jesús y Edu ponen un ritmo fuerte que solo ellos aguantan y llegan destacados a la cumbre.

Nos reagrupamos en el alto del puerto para bajar juntos por el camino de los puntos primero (gracias Javi por marcarme la trazada) y por el cortafuegos después y que nos devuelve a la parte alta de El Escorial. Antes, en un repecho, Edu propone una nueva exigencia a su cadena y, ésta, harta salta por los aires con lo que el ‘ateniense’ tuvo que hacer el resto de la bajada sin dar pedales.

Gracias a los amigos escurialenses por brindarnos su compañía en una de las rutas más atractivas de las muchas que se pueden realizar por la zona norte de la Sierra de Guadarrama.
Como curiosidad, y dentro de los datos de la ruta, tardamos 21 segundos más de pedaleo que la última vez que la hicimos Peguero, Juanma y un servidor allá por abril de este año. Eso sí, la media fue 0,6 km/h más rápida en esta ocasión.

Datos:
48 kms
3:46:36 de pedaleo
12,73 de media
65,6 máxima
1505 de desnivel

Gracias!

domingo, 16 de noviembre de 2008

La trilogía de la Morcuera

Parte III
16 de noviembre de 2008

Aunque llegue diez minutos antes de la hora, Frenetikow ya está allí, en el restaurante Miratoros con la bici fuera del coche y esperando impaciente.

El día había salido espectacular, ni una sola nube, sin viento y la temperatura, con un grado y medio negativo a las 9 de la mañana, pronto se recuperaría.

En un abrir y cerrar de ojos atravesamos las calles de Soto del Real dirección a la Morcuera. En esta ocasión no había tantos bikers como el fin de semana pasado cuando tuve agradable y diferente compañía hasta la mitad del puerto.

Edu llevaba dos semanas sin montar raptado por una inoportuna bronquitis, por eso preveía que en la subida tendríamos que aflojar para que aguantara bien toda la ascensión hasta llegar a los 1796 metros de altura. Pero este chico no necesita que nadie le espere. Desde el principio él puso el ritmo y quien tenía dificultades para seguirle era yo. Más o menos nos terminamos aguantando mutuamente para culminar la Morcuera después de 1h28 minutos desde los coches, un minutito más que el fin de semana pasado.

Después de la recuperación y la barrita de marras (en el caso de Edu siempre un plátano), tomamos la carretera dirección Canencia, aunque cuando dejamos el asfalto para girar a la derecha nos vimos forzados a parar de nuevo. El momento imponía su estudio: el cielo limpio, la nitidez del perfil de las montañas, las cumbres nevadas, uffff…

La pista que lleva al puerto de Canencia es siempre un disfrute especial. Pica hacia abajo y ofrece unas vistas sensacionales del valle de Lozoya… Pero hay que tener cuidado, un despiste te puede llevar a comerte un árbol o a un senderista.

Sin casi darnos cuenta acariciábamos la pedrolera que baja a la carretera de Bustarviejo. Me pareció de ley enseñarle a mi acompañante el balcón rocoso que mira hacia el valle de Miraflores y los colores ocre de los inmensos robledales mezclados con el verde intenso de los pinares. Aquí los sentidos se pierden por estas vistas maravillosas que te amarran al lugar. Unos buitres negros nos saludan planeando por las corrientes de aire caliente que circulan próximas a nuestra situación..
Aunque nos costó levantar nuestros traseros del calor de la roca sobre la que estábamos disecados, era hora de seguir. Advierto de la peligrosidad del descenso que nos espera si cometes la imprudencia de ir demasiado rápido. ¡Que nos conocemos! Comienzo yo delante. Mi ritmo de bajada es muy tranquilo y a medio descenso me adelanta mi compañero, al que pronto dejaré de ver. Una vez abajo, con los brazos y manos todavía agarrotados por los botes de la bici en los cantos tamaño cráneo que hemos superado, y lamentando no poder bajar del tirón este inevitable tramo, ponemos dirección a Miraflores por la pista que hay al otro lado de la carretera.
En este largo descenso tengo más de un susto por intentar bajar a una velocidad que no me corresponde unido a una gran cantidad de roderas traidoras y al poco agarre de la cubierta delantera (una Maxxis highroller).


Ya en Miraflores, atravesamos el pueblo hacia la Fuente del Cura. El calor apretaba. Edu decide quitarse las mangas de su chaqueta; yo continuar como estaba por una cuestión de pereza. En la fuente cogemos agua y seguimos por la pista que nos deja en el cruce donde si tomas la pista de la izquierda bajas a Soto. Nosotros tomamos la de la derecha para subir de nuevo la Morcuera. En este momento llevábamos 3 horas de pedaleo. Entre los dos nos animamos y ponemos un ritmo alto hasta la barrera. Edu va tirando delante y tras las dos primeras revueltas coge unos 10 o 15 metros de distancia. Yo pienso en conservar que aún queda ascensión y tramos duros. Cuando las rampas se endurecen me acerco a mi compi, luego me pongo delante y sigo con buen pedaleo (entre 9 y 11 kmsh). Veo que aguanto y voy bien aunque me preocupa no oir el sonido de la bici que me debería perseguir. Sigo y no miro para atrás pensando que debería estar cerca. En el desvío hacia la Hoya me paro y espero dos o tres minutos extrañado, y pasado ese tiempo asoma la Trek gris llevando a Edu, y no al revés. Había roto. Vacío y sin gasolina después de dos semanas de inactividad que terminaron pasando su inevitable factura.

Aprovechando la fácil salida hasta Soto decidimos que él se deje caer y vaya empezando a retomar fuerzas con una macrohamurguesa del Julians y, mientras, yo continuaría hasta terminar la Hoya de San Blás, última parte de la ruta que me llevaría alrededor de una hora más.
Y así fue. Continué en solitario con la pena de que mi compañero no hubiera podido terminar la ruta, pero con la alegría de que, de esta forma, la repetiremos otra vez.

Aunque lo más duro ya quedaba atrás, en la parte final hay tres repechos cortos de entre 500 y 1000 metros que a estas alturas de la película hacen un pelín de daño. Y todo por disfrutar otra vez de los dos senderos que nos tienen a todos enamorados (sobre todo el del peligro) y que encierran más peligros de los que nosotros asumimos. Un día se nos queda un hombro pegado a un árbol.

Impresionante ruta con una compañía de 10 y deseos de que los lesionados y los ausentes se reincorporen lo antes posible.
Datos:
68,63 kms
4:34 de pedaleo
1739 de acumulado
15,01 de media
Temp entre -1,5 y 15 grados

Parte II
9 de noviembre de 2008

A la tercera fue la vencida y pude, aunque solo, terminar esta ruta que ya me estaba tocando las cosquillas. Día estupendo en la sierra, aun con algo de frío al comienzo, 0,5ºC a las 9 de la mañana en Soto.

Iba a ser una jornada con multitud de ciclistas en la zona. Con uno de ellos (campeón 88 Mammoth categoría padre-hijo) subí hasta la mitad de Morcuera hablando de todo un poco. Él y un compañero que las estaba pasando canutas iban a hacer la Hoya. Eran del club MTB de Coslada y me contó un buen puñado de anécdotas interesantes.

Pero antes, saliendo de Soto para coger las primeras pistas, una sombra se me avalanza. Nos saludamos. Era un biker vecino del lugar que iba a hacer la ruta que completamos la semana pasada Juanma, Edu y yo, con bajada desde Canencia por carretera, porque el chaval no tenía mucho tiempo. La verdad es que estos primeros tramos me los quería tomar con tranquilidad, pero la presencia de mi compañero ayudó a acelerar la marcha. Nos estuvimos marcando un buen rato hasta que yo giré a la izquierda para subir por el rampón que te deja en la base de la montaña.

Tras llegar al Puerto de la Morcuera y bajar a Canencia (donde había unos ciclistas entrenando a base de series), me dirijo hacia la trialera de Bustarviejo (que poco me gusta este pedregal) para enlazar abajo con la pista que me llevará hasta Miraflores. Una vez pasado el pueblo y por la salida de la Fuente del Cura pedaleo hacia Soto hasta el desvío donde, esta vez, comienzo de nuevo a subir Morcuera (3 horas de ruta hasta este punto) para realizar la Hoya de San Blás entera en 1:30. En esta ocasión me faltaba la frescura de la primera ascensión al puerto, y las rampas finales se hacen interminables.

Bien es cierto que iba con muchas ganas de recorrer los dos senderos de la Hoya, el previo y el del Peligro. Aunque también sabía que la unión entre ambos la hace una pista rompepiernas que evita que cojas una buena velocidad de crucero.

En el primer sendero, que transcurre sin novedad, me paro a mitad de recorrido para contemplar unas vistas alucinantes de la zona; y en el del Peligro, me llevo una par de sustos por la humedad y el verdín que cubría todas las piedras y raíces. Aún así, disfruto con tensión la bajada y también retrato el momento que bien lo merecía.

Una vez en la pista, solo hay que llegar a Soto tras tres o cuatro kms relamiendome por el estupendo día que he pasado en la sierra. Perdón, en el territorio de Sportbilly. Por cierto, compañero, se me ha hecho extremadamente raro hacer la Hoya sin tu presencia a mi lado.
Finalmente salieron 70 kms, 1766 de acumulado en 4:32 de pedaleo.

Seguro que pronto la repetiré.

Parte I
2 de noviembre de 2008

Siempre se dijo que del dicho al hecho hay un buen trecho.


En ciclismo, no sabes porqué, pero cuando una ruta se encasquilla no hay forma de sacarla adelante. Segunda oportunidda en que se nos niega la feliz culminación de la ruta que sale de Soto del Real, sube el Puerto de la Morcuera completo, engancha con el de Canencia para viajar hasta Miraflores por la trialera de Bustarviejo y enganchar, a través de la Fuente del Cura, con el recorrido completo de la Hoya de San Blás. Hoy, el impedimento ha vuelto a ser el frío intenso combinado con una buena nevada en el trasvase de Morcuera a Canencia.

Al final, descenso a Miraflores por carretera y enlace con la pista de la Fuente del Cura. 46 kms y 1100 de acumulado a buen ritmo y con la meteorología en contra. Siempre un placer compañeros. A la tercera va la vencida.


Recorrido:

Soto del Real-Pto de la Morcuera-Pto de Canencia-Pedregal de Canencia-Miraflores-Fuente del Cura-Hoya de San Blás-Soto del Real



sábado, 25 de octubre de 2008

Rascafría-Reventón-La Granja-Cotos

Por Frenetikow.

Día: Sábado 25/10/08, Hora: 9:30 de la mañana, Lugar: Monasterio de El Paular.

Puntuales a la cita nos juntamos Juanma, Pablo y el que suscribe estas líneas, la temperatura es de 4.5 grados, la ausencia de viento y un cielo despejado hacen presagiar una gran día de ciclismo de montaña. Después de charlar de todo un poco, poner a punto las máquinas y revisar los mapas, decidimos tranquilamente ponernos en marcha.

Deciros que esta ruta es nueva para los tres, algo que siempre hace aumentar las expectativas y las dosis de aventura a la hora de afrontar la jornada. Salimos del monasterio dirección Rascafría en donde tomamos la pista que sale junto a la piscina municipal, salvando la primera portilla dejamos las calles del pueblo donde a través de una buena pista nos aproximamos a la falda del puerto de El Reventón (2073m.), techo de nuestra ruta. A los pocos metros de empezar, la pista deja paso a un sendero estrecho cargado de piedra suelta y raíces todo cubierto de hojarasca que impide un avance normal sobre la bicicleta, deciros que esta ruta señalizada como RV-1 (creo recordar), es una vía muy transitada por senderistas y de esta forma pronto tendremos que pedir paso a un numeroso grupo de montañeros.

Las dificultades del sendero se ven compensadas por la increíble sensación que produce estar atravesando el denso y frondoso Robledal de los Horcajuelos. La luz que se filtra entre las hojas crea una atmósfera especial llena de luces y sombras, todo ello acompañado del sonido producido por nuestras ruedas al pisar el manto de hojas que cubre el camino hace que nos sintamos espectadores privilegiados de estos rincones únicos. La exigencia del sendero nos obliga a guardar hábilmente el equilibrio para poder sortear con acierto el gran número de rocas y raíces y, así, poco a poco, ir avanzando y ganando altura. Rápidamente la densa vegetación deja paso a grandes espacios abiertos que junto a la limpia atmósfera de hoy permiten que podamos contemplar unas vistas excepcionales del Valle de Lozoya e incluso podemos llegar a ver con gran claridad el Risco de los claveles.

Los metros se suceden y no dejamos de impresionarnos por las excelentes vistas, de esta manera, las paradas se suceden bien para retratarnos o simplemente para deleitarnos con el entorno. La pista que llevamos es más amplia y cómoda que el anterior sendero, éste zigzaguea continuamente para ganar altura. Dejamos a nuestra derecha un alto llamado El carro del diablo (1548m.), y así, siguiendo nuestro camino pronto la vegetación dará paso al matorral donde a partir de un antiguo pluviómetro empezará la parte del ascenso que exigirá de todas nuestras fuerzas y sentido del equilibrio debido al estado del terreno y a que avanzamos sobre un pedregal en un plano muy inclinado. Sin escatimar esfuerzos alcanzamos la cima del puerto, desde aquí arriba las vistas son excelentes, la meseta castellana se extiende hasta el horizonte, la ciudad de Segovia se levanta majestuosa en mitad del espacio abierto y La granja aparece a nuestros ojos como un placentero sueño.

Después de compartir impresiones con algún montañero y disfrutar sin freno de las vistas decidimos continuar, el frío se hace sentir a estas alturas y los músculos elevan su queja, así pues, nos preparamos para descubrir la otra vertiente. Pegados a la valla seguimos un torrente de piedras de gran tamaño, esto no es un sendero ni nada que se le parezca, en este punto hay que dejarse llevar y abrirse paso como bien se pueda. Ni que decir tiene que este tramo en sentido contrario es materialmente imposible hacerlo subido en la bici. Después de algún que otro susto y con mucha prudencia perdemos altura hasta alcanzar una pista ancha y de buen firme donde ponemos a prueba las velocidades punta de las máquinas, la pista se hace interminable y la fatiga de dedos y brazos terminan por obligarnos a aminorar nuestra marcha. Rápidamente nos encontramos negociando las últimas curvas antes de alcanzar el muro de los jardines de La granja, una vez abajo ponemos rumbo al centro del pueblo donde nos retratamos y observamos los rostros de extrañeza de aquellos que nos ven cruzar a lomos de nuestras monturas, aquí aprovechamos la parada para apretarnos unos bocadillos disfrutando de la buena temperatura y de los cálidos rayos de sol.

El cuenta recoge poco más 20 kilómetros pero el esfuerzo empeñado no se corresponde con la escasa distancia, ya hemos superado los primeros ochocientos metros de desnivel. Después de un buen descanso decidimos seguir bordeando los jardines y tomamos una pista asfaltada que irá ganando altura progresivamente bordeando el macizo de Peñalara, esta carretera de montaña esconde rampas de importancia convirtiéndose en un auténtico rompe-piernas pero de una belleza paisajística inigualable. Llegamos al cruce de los troncos en la ascensión a Cotos, donde ya sabemos lo que nos espera, cada uno se emplea como puede y sube al ritmo que le permiten las castigadas piernas. Una vez arriba el comentario no puede ser otro - ¡¿Dónde se ha metido Víctor?!-, y es que esa aparición de hace meses en este mismo lugar ha quedado grabada en la memoria de aquellos que estuvimos en la Quedada FB (decir que se presentó inesperadamente con todo aquello que uno desea después de superar un exigente puerto, fruta, bocatas refrescos, y un largo etc. -valga desde aquí el homenaje-)


Después de un merecido descanso ponemos rumbo al refugio del Pingarrón desde donde sale primero el sendero y posteriormente la rápida e infinita pista que nos conducirá paralelos al río Lozoya, después de más de siete horas, hasta los pies del Monasterio. Al final cerca de 55 kilómetros recorridos con un desnivel de 1950 m. Una vez más, gracias a mis compañeros de aventuras por este impresionante día de puro ciclismo de montaña.


domingo, 5 de octubre de 2008

88 de Mammoth 08. Una carrera en pareja

Por Sportbilly.

Carrera de 88km por parejas organizado por el club Mammoth. 8.15h Bustanviejo (Sierra de Madrid) unos 4º (frío de narices...) una cola inmensa de coches aparcando donde se puede y lo más cercano al polideportivo dónde es la recogida de dorsales.

Veo a Pablo y aparco junto a él. Rellenamos la hoja de la licencia federativa de un día y nos vamos al poli para recoger el dorsal y los regalitos. 8.25h seguimos en la cola de los dorsales y no avanza na de na. La carrera estaba prevista para las 9.00h. 8.55h por fin tenemos el dorsal: 133. Todavía quedan unas cuantas parejas esperando a por el dorsal. 9.10h a toda leche para la salida y sin preparar demasiado. Vaya comienzo fatal de organización. Deberían haberlo tenido previsto.
9.20h salida neutralizada hasta la plaza del ayuntamiento. Debido a los retrasos, deberemos tener delante nuestro en la salida a unas 220 parejas... Mal comienzo. 9.30h salida. Por fin!!!!! Se empieza a rodar por las calles de Bustarviejo, no se pueden adelantar muchas posiciones sin que sea demasiado peligroso para el resto de bikers... Pasamos de nuevo por el poli, abandonamos el asfalto y empezamos la subida al primer puerto: el medio celemín. La serpiente multicolor empieza a estirarse y vamos empezando a adelantar a unos cuantos. Vemos que comienzan los pinchazos y rezamos por que nosotros no tengamos problemas mecánicos... La subida no es del todo dura ya que estamos con las fuerzas y ganas intactas.

La bajada es divertida y seguimos adelantando a elementos. Desde ahí, empieza un rompepiernas continuo, subidas, bajadas, subidas y más bajadas todo a bastante velocidad. El ritmo no es malo. Hay bastantes senderos y pista rota y a veces (demasiadas) mucha arena, con lo que hace que el rodar sea costoso e incluso peligroso en algunos tramos. La verdad es que no puedo deciros por dónde pasamos, creo que garganta, 7 iglesias... Tenía sufiente con fijarme dónde estaba Pablo e ir esquivando a algún que otro globerillo en las bajadas. Después de unos cuantos kilómetros, llegamos cerca del pueblo de Canencia y siguiendo a una pareja y ayudados por la falta de señalización por parte de la organización, entramos al pueblo de Canencia unos 20 bikers totalmente perdidos... En fin... Otro tema que tendrá que mejorar la organización.

Dentro del pueblo de canencia y empezando a mentalizarnos que quedaba lo peor de la ruta, tiramos carretera pa´rriba a ver si encontramos a alguien de la organización que nos indique. A unos 3 kilómetros, por fin vemos a uno de la organización que nos indica el buen camino y que el próximo avituallamiento está a 500m. (buena noticia). Paramos lo justo para reponer algo de fuerza, tomarme un gel (llevaba ya unos 15km con calambres y tirones... :() y adelantar a unos cuantos que se quedan estirando. Desde el avituallamiento, comenzamos con un tramo de bajada y subida por senderos que nos llevan a la carretera de ascensión al puerto de canencia (por su cara norte).

Tras unos 200m de carretera, nos desviamos a la izquierda para empezar el infierno.... AAAAAAAHHHH La subida a Canencia es muy dura y no tiene ni un puñetero descanso, Pablo pilla un buen ritmo y se pone a rueda de uno que anda bastante bien. Yo me quedo atrás, ni de coña puedo seguirle el ritmo y los tirones son cada vez más fuertes. Pinos, pinos, más pinos y silencio sepulcral, sólo roto por los chirridos de las cadenas y los jadeos del rosario de bikers que están penando y esperando en acabar ese infierno verde. Llevamos ya 50km a buen ritmo y sin parar demasiado. Los senderistas nos miran y seguro que pensarán: "Vaya cara descompuesta llevan estos..." POr fin llegamos a lo más alto y justo antes de empezar la bajada por el GR10 (sendero de piedras muuuu técnico, está Pablo esperando, me comenta que lleva un rato, (seguro que 10 minutos fijo, madre mía cómo está el chaval!!!!!).

Ahora toca lo bueno, empezamos a bajar por las piedras y vemos que la gente PONE EL PIE Y LAS BAJA ANDANDO!!!!!! Empezamos con el atasco de la peña, Pablo me deja pasar y empezamos a pedir paso a la peña... :-) Pablo se lleva un primer susto por algún globerillo que no baja bien (ni siquiera andando). Entre curvas, piedras y peticiones de paso, vamos adelantando a uno cuantos bastantes que nos miran cómo si estuvieramos locos... Nada de locura, la experiencia y gracias a las enseñanzas de los maestros como Carrascosa, Peguero y Feria de los que cada día aprendemos más y mejor. (De mayor quiero ser como ellos).

Llegamos al final de la locura del descenso y veo que Pablo tarda bastante: Intentando hacer un trasqui en una curva a izquierdas, hizo el superman. Nada grave, algo de chapa y pintura en la rodilla y poco más. Acabado el descendo y tiramos por pista dirección Miraflores continuando la bajada hasta enlazar por senderos. Todos los que venían pegados a nosotros, ya ni se les ve. Pasamos Miraflores (km67) y nos dirigimos a Navalafuente, donde está el último avituallamiento (a 9km del final) Del km67 hasta el 72, es medianamente llano y ya totalmente en solitario, empezamos a tirar para ver si pillamos a alguna pareja. Van pasando los km y llegando al avituallamiento, nos encontramos a unos 16 bikers... Quedan 9km para acabar... Ufff, menos mal.

Tomamos algo rápido y nos vamos... de los últimos 9km, sólo recuerdo que eran un infierno, casi todos de subida, y a la velocidad que iba, calculaba que mínimo 40 minutos más de sufrimiento quedaban... Pablo sigue adelante a su ritmo y me va esperando cada poco... Yo estoy que me muero, llevo 30km con tirones y ahora ya me duele hasta el alma. A unos 2 km Pablo me comenta que va doblado por dolor de estómago, (algo del avituallamiento????), se le ve mala cara, pero ya estamos muuuy cerca... llegamos a Bustarviejo y nos dicen que quedan 500m, vemos el poli, la gente y escuchamos la megafonía...

Entramos en meta y comentan "Pareja 133 PAblo Abascal y Juan Manuel Castro completan el recorrido con un tiempo total de 6h 7m". AAAHHHHHHH. pillamos el bote de red bull (algo similar), buscamos sitio para dejar la bicis y nos sentamos... Yo estoy totalmente vacío, ni con ganas de comer. Al final no comemos un par de platos de pasta, empanada, aquarius... Vemos la clasificación, hemos llegado en el puesto 100 de la general, pero al final estamos los 91 de nuestra categoría. Sorteo de cuadro S-Works (toco a la pareja 135) por lo pelos, Risas, abrazos y mucha satisfacción de haber conseguido acabar. Por mi parte y después del ladrillo, sólo queda agradecer a Pablo la pedazo ruta, la compañía y los ánimos que me dió y prometerle que el año que viene intentaré estar mejor para poder estar a su altura y así conseguir meternos entre los 50 primeros. Gracias amigo. A los demás, gracias por llegar hasta aquí sin dormiros y espero que os haya gustado y podido transmitir alguna de las sensaciones que sentimos...

sábado, 27 de septiembre de 2008

II Quedada Forobici. La Barranca 08

Por Peguero.

Cuando hace unos meses, varios foreros reconvertidos en amigos después de un intenso y productivo fin de semana en Liérganes, propusimos realizar una nueva quedada; a todos nos pareció que era la forma de desquitarnos de la desilusión que nos produjo el no poder rodar por el itinerario previsto. La fecha y el sitio parecían gozar del beneplácito , no solo de los participantes de aquella quedada, sino de muchos otros.

Pero no siempre puede hacerse lo que uno quiere, de forma que por distintos motivos, algunos graves o ineludibles, iban a hacer que varios de los foreros más esperados no acudieran a la cita. Así que vaya por ellos la crónica de lo que más o menos fue esta quedada. Ante todo agradecer la asistencia a los que vinieron de más lejos (Clara, Oriol, Atoloquede, Carlos, ...) Habíamos tenido una semana muy aceptable en la Sierra de Madrid en cuanto a lo meteorológico. Pero a las ocho de la mañana del sábado 27, el panorama no podía ser más desolador. El cielo estaba totalmente cubierto y comenzaba a llover con cierta intensidad. Las previsiones no eran nada halagüeñas. El fantasma de la repetición de la quedada de mayo sobrevolaba nuestras cabezas... pero mi idea es, que cuando se queda, se asiste; si llueve se sale y si después de una hora estás calado, te vas a tu casa.

La gracia fue que cuando llegamos al aparcamiento de la Barranca dejó de llover. Eso sí, bajo un cielo amenazante, pero sin lluvia. Tímidamente apareció algún claro, haciéndonos concebir más esperanzas de no mojarnos, así que después de los saludos, presentaciones y charletas de rigor, nos preparamos para salir. Como ya habréis leído la crónica de carretera, no voy a extenderme más sobre ella. Veinte aguerridos bikers nos lanzamos carretera abajo, a lo que para mí es uno de los recorridos de montaña más completos y atractivos que puedan hacerse en la zona centro. Aunque a veces haya que enfrentarse a la estadística más fria. Y estadísticamente demostrado está, que en un numeroso grupo de ciclistas de montaña, los contratiempos aumentan en proporción directa al número de participantes. Verdad de perogrullo. Los habituales pinchazos, alguna caída sin consecuencias y alguna pájara inoportuna, forman parte de las incidencias normales en cualquier salida medianamente decente. Lo que ya no es tan normal es darte un hostión como el que se dió nuestro amigo Victor (Calviniano), al poco de salir.


Muchos alguna vez nos hemos dado un talegazo de ese pelo. En el sitio más inesperado. Aparte del dolor producido por magulladuras y raspones, la consecuencia inmediata es que la sangre se te baja a los pies y no te quedan fuerzas ni para sentarte. Después de comprobar que no tenía daños graves, se aplicó la máxima del amigo Sergio (Carpetano): "Cuando uno rompe el casco (con la cabeza dentro), se va a su casa y se dan las gracias al Cielo y sobre todo al casco, por haberte permitido seguir en este mundo. Pablo, Juanma y Eduardo, acompañaron a Victor hasta el Hotel deshaciendo los tres o cuatro kilómetros recorridos. Los demás, con un "algo" en el cuerpo difícil de describir, continuamos la ruta con la esperanza de que los acompañantes de Calvi, nos alcanzaran más adelante. Sin más contratiempos, aparte de un pinchazo de Kiko, nos dirigimos hacia la Fuenfría enlazando una maraña de senderos y caminos muy bonitos y divertidos.

En el mirador Vicente Aleixandre llamo a Pablo por teléfono para saber donde están. Entrecortadamente oigo algo de la Fuenfría y que se están quedando helados. Habían subido como balas para no hacernos esperar y mira tú.... Como pajaítos estaban en la cima del puerto. Rápidamente aparecen barritas, frutos secos, chocolate, ....pero ¡venga, vámonos, el carril del Gallo nos espera!


Tantas veces hemos descrito este maravilloso camino, que hacerlo más veces cansa. Solo se me ocurre proponerlo para monumento nacional ( o por lo menos provincial) al mountain bike. Rampas, pinos, piedras, trialeras, badenes, trompicones, salidas por las orejas, Clara agarrándose a dos pinos pequeños para no caer por el barranco,... de todo tiene este descenso. Las cosas normales que suele tener un disfrute de estas características. Pero tanto disfrutar, tanto disfrutar, no puede ser bueno, así es que la subida al Pto de Cotos por el camino viejo del Paular, nos esperaba con los dientes afilados para que expiáramos nuestras culpas, por tanto pecar con un Gallo.

La penitencia impuesta, era una hora de rampas del 11 al 15 %. Incluso alguno tuvo un plus de penitencia al romper el alojamiento de la cala de la zapatilla (Pablo), y tener que pedalear con un pie a lo tonto, con lo que jode. Claro que algún otro penó aún más de lo debido, llegando arriba con más castigo de lo recomendable. No siempre el cuerpo responde como a uno le gustaría, comentó Oriol al llegar arriba. Menos mal que estaba Kiko acompañándole para hacer más llevadera su penitencia. Tanto penar, tanto penar, hizo que en un momento dado se nos apareciera la Virgen al llegar a Cotos.

Lo que ocurría es que la Virgen se parecía bastante a uno que pocas horas antes se había dado un golpazo de muerte. -¡Anda, pero si es Calviniano! -¡No jodas! -¡Será su espíritu! -¡Sí, sí, su espíritu, pero trae bocatas y acuarius y cocacolas y plátanos y hasta un melón. -Bueno, pues a partir de ahora le llamaremos San Calviniano. Sí, señores. Victor en carne y hueso con un saco de provisiones. Este caballero, después de llegar al hotel, magullado, dolorido y supongo que cariacontecido, marchó a su casa que está a un zurrón de kilómetros, duchóse, curóse y comprónos el que sin duda ha sido el mejor avituallamiento de mi vida. Cualquiera, y yo el primero, después de lo sufrido por este hombre, nos habríamos ido a casa a lamernos las heridas con el rabo entre las piernas con una sobredosis de mala hostia difícil de cuantificar. Pero el amigo Calvi, positivizó rápidamente esa circunstancia adversa, colaborando desinteresadamente de esta forma tan grata para los demás. Además su aparición sirvió para llevarse a Oriol hasta el hotel. Saquen ustedes sus conclusiones.

Recuperadas las fuerzas después de un breve descansito, vino la carretera y manta hasta el Pto de Navacerrada. En unos minutos estábamos en el inicio de la última ascensioncita del día. Un pedregoso camino de kilómetro y medio nos llevaría al punto más alto de la ruta. Desde el pie de la Bola, a mil novecientos y pico metros de altitud, damos vista al monte de la Maliciosa. Y abajo todo el valle de la Barranca, donde se encuentra nuestro destino. La primera parte del descenso de las Cabrillas es un pedregal por el que cada uno va bajando como puede. El camino mejora paulatinamente a medida que descendemos. Paradita obligada en el mirador de la Barranca. Paisaje, relajo, no queremos que esto se acabe aunque sean las cinco de la tarde. Buena temperatura, no viento, bellas panorámicas, mejor compañía, ...


Todo esto a pesar de que nos queda otra maravilla de camino: el sendero Ortiz. La bajadita hasta el comienzo de esta senda, tiene un punto de emoción en un sitio, pues bajar por una rápida pista de grava suelta, genera una cierta incertidumbre. Y sobre todo en una curva a derechas bastante cerrada, donde más de uno hemos hecho un recto para no ir al suelo. Qué miedo da esa grava suelta cuando vas a mucha velocidad. Un pequeño despiste hacen que Pablo y Eduardo alarguen un poco el Ortiz en su principio. El resto hemos cogido un atajo por una cierta pendiente entubada. Siempre es igual de rápido este camino, frecuentado normalmente por senderistas, por sus pocas dificultades técnicas. Alguna si acaso, por no llevar el desarrollo adecuado en algún corto repecho. Intentar seguir el ritmo de bajada de Carrascosa es una entelequia. En dos o tres curvas desaparece de mi vista. Miro hacia atrás y tampoco veo a nadie. Espero un poco y van llegando algunos.


La guinda del descenso hasta la meta, es otra senda que se coge después de cruzar un rio y cruzar un complicado repecho trialero vencido sin poner pies por Javi (funchifuni). Esto lo hace así de bien porque a él no le cuesta y a los demás sí. No sé si tiene nombre este camino, pero podríamos llamarle el slalom rompehombros, pues se pasa tan rápido y tan cerca de algunos pinos que... Carrascosa sabe algo de eso. En pocos minutos estamos en el hotel....

domingo, 14 de septiembre de 2008

Colores de Montejo IV. Revisited (Estreno de la Opción IV)

Uno de los recorridos más duros que se pueden hacer en la provincia de Madrid es el que sale de Montejo de la Sierra y sube al Pico Tres Provincias. Estoy hablando de llegar a los 2216 metros de este pico después de 3 horas de pedaleo prácticamente sin parar de subir.

Los que me conocen saben mi atracción por este tipo de rutas. Debe estar relacionado con el masoquismo, no lo se. En esta ocasión necesito volver a hacer esta ruta para resarcirme de la caída que tuve tres meses atrás cuando la realizaba con mi amigo Frenetikow. El resultado de la caída fue de dos costillas rotas y dos semanas de inactividad ciclista. Demasiado para no tomarme la revancha.

La idea, además, era realizar la ruta con una variante que me había comentado Juanma y que la alargaría 16 kms. Se trataba de subir, desde el collado donde se coge la pista para bajar a Horcajuelo de la sierra, al collado del Mosquito y bajar por pista hasta el Puerto Cardoso y por carretera hasta Montejo. Vamos a ver como se da.

A las 9:54 dejaba el pequeño parking a las afueras de Montejo de la Sierra con 9ºC y el día despejado. Antes de cruzar el primer portón veo a dos ciclistas delante que van un tanto despistados. Sigo mi camino hacia el Puerto del Cardoso donde hago el tramo por carretera para coger poco después la pista que me llevará hasta el Collado del Mosquito, ascensión de 10 o 12 kms que no se hace especialmente dura y ofrece buenas panorámicas de las montañas que rodean mi posición, una distracción perfecta ante la ausencia de compañía en una subida tan larga.

Ya en la cumbre hago una pequeña parada para comer una barrita y festejar con alguna foto las vistas que me ofrece el día. Impresionantes. A mi derecha sale la pista en dura ascensión que está bautizada como Opción 2, y que lleva hasta Tres Provincias de una forma más directa que la Opción 3, la más popular entre los miembros de la PQ.

Monto de nuevo y tiro por la pista principal que lleva hasta Somosierra. Firme más o menos regular y en descenso rápido durante unos cinco o seis kms hasta la desviación a la derecha donde ascenderé de manera directa, sin tregua y mortificadora hasta Tres Provincias. Los dos o tres primeros kms tras el desvío se hacen entre abundante vegetación, pinos de decenas de metros de altura protegen al paseante, biker o incauta alimaña de la mirada del sol y otras estrellas del firmamento. Aquí el plato pequeño es la mejor compañía, más que nada para no reventar en las criminales rampas que vendrán unos kms más tarde.

Poco a poco, los pinos se van abriendo y permiten las seductoras vistas que te enseñan las montañas peladas de la Sierra pobre, apelativo que recibe la zona de la Tejera Negra en la provincia de Guadalajara. El ritmo es ágil pero sin forzar demasiado, voy solo y quiero ir cómodo. Una vez que he cogido la suficiente altura hago una segunda parada para regocijarme en la naturaleza que me rodea.

La parada vuelve a ser corta ya que no quiero acumular demasiado tiempo sin pedalear. Se que desde el coche hasta Tres Provincias no se baja de las tres horas de actividad y no quiero alargarlo con minutos innecesarios. Recupero las pulsaciones y continúo subiendo. Ahora la vegetación ha perdido el protagonismo para cedérselo a la aridez de las rocas y el color ocre del camino que he de seguir. En la encrucijada donde se incorpora la pista de la Opción 2 me cruzo con dos motoristas que me miran incrédulos.

Ahora solo queda la pista a Tres Provincias, mi “Pe” y yo. Poco a poco voy ganando metros, el terreno, bastante roto, como siempre, no hace sencillo avanzar, y es necesario una mezcla de fuerza y equilibrio para mantener las calas dentro de los pedales. El panorama a estas alturas es desolador, una serie de toboganes con pendientes cercanas al 20% nos indican el camino a seguir. Y cuando has culminado uno de ellos siempre aparece otro que deja insignificante al anterior, lo cual es una tortura difícil de digerir. Las rampas van pasando y me mantengo más o menos erguido con el piñón 13, manteniendo uno de reserva por si la cosa se pone imposible.

Y llega el momento en el que el terreno da paso a una pared de imposible digestión. Una rampa en curva a derechas con pedrolos sueltos al estilo Cueva Valiente pero con más inclinación y ante la que mis piernas han cedido, antes o después, siempre. Es el momento de aprovechar la parada para contemplar las estupendas panorámicas y descansar unos minutos para coger fuelle. Aquí y a estas alturas no es difícil avistar zorros, buitres, cervatillos e incluso algún lobo despistado en busca de topos o algún otro pequeño mamífero o ciclista desahuciado. Por ello, no pierdo demasiado tiempo y continúo en busca de los tres últimos toboganes que me dejarán al pie de la cima del Pico Tres Provincias, un gigantesco mirador a 2216 metros de altura hacia Castilla León donde quedarse embaucado por el infinito horizonte es parte del trato.

Me tumbo en el dólmen a descansar después de tres horas de ascensión en poco más de 30 kms desde Montejo de la Sierra y cerca de 1400 metros de desnivel positivo. Al poco tiempo aparecen en el lugar los dos bikers que advertí al comienzo de la ruta. Pero bastante desmejorados como todo aquel que osa subir a este santuario.
Después de una corta pero amena charla con mis amigos decido salir hacia Somosierra. Me estaba empezando a quedar un poco frío y todavía quedaban más de 40 kms por delante, aunque los siguientes doce son un descenso por diferentes terrenos en los que hay que mantener la guardia alta. Pistas rotas, pendientes negativas importantes y trampas de todo tipo salpican la bajada hasta Somosierra. Tomo mis precauciones y tal y como había prometido a mis acompañantes bajo de forma prudente. Me tengo que recordar que voy solo y que cualquier caída fea puede convertirse en un contratiempo fatal.

Llego sin novedad a la pista que había abandonado para subir al Pico y giro a la izquierda para continuar el descenso por el sendero que baja en zig-zag junto a la A1 y que termina en el Chorro, el mayor salto de agua de la Comunidad de Madrid. En esta última bajada tomo especial cuidado ya que tres meses atrás fue aquí donde me rompí dos costillas en una desafortunada caída.

Paso por el Alto de Somosierra y desciendo por carretera hasta la valla que me meterá de nuevo en el bosque. En este punto comienza de nuevo una subida que se hace bastante cómoda si te la tomas con tranquilidad. Se trata de unos 4 kms por un Coto de Caza por el que se rueda por una pista con roderas de 4x4 y que termina en el alto del collado en el que, normalmente, tomas la pista que baja hasta Horcajuelo de la Sierra, preámbulo del final de la ruta denominada como Opción 3. Pero yo había venido a sumar una unidad más, buscaba terminar la ruta con la Opción 4, y aquí, en este collado, en vez de bajar por la citada pista, debería tomar el camino que sale a mi izquierda para ascender de nuevo al Collado del Mosquito.

Mi estado físico se mantenía por encima de la reserva. Llevaba unos 48 kms y me quedaban algo más de 23. Los próximos seis, previa parada para verificar en el mapa mi posición y el recorrido a realizar, iban a resultarme bastante duros, con los inevitables dolores de cervicales y las piernas muy desgastadas. Lo bueno que tiene esta subida es que la has bajado tres horas y media antes y visualizas los puntos de referencia que te animan cuando el final está cerca.

Una vez en el Collado del Mosquito, apoyo la bici en un poste y me tiro en el suelo con dolores hasta en las pestañas. La satisfacción en este momento es enorme porque la ruta está prácticamente terminada, ya solo queda descender por pista hasta el Puerto Cardoso primero y, desde este punto y por carretera, hasta Montejo de la Sierra. Un verdadero deleite de bajada aunque tengo que tirar de frenos en un par de ocasiones por unos potrillos y unos senderistas que no advirtieron a tiempo mi fulgurante aparición.
Poco después, ya en la carretera, viajo a 50 y pico por hora por un firme rodeado de hayas y robles y con una sonrisa en la boca que transmite la felicidad que te dan momentos como este. Son las 4:19 de la tarde y Montejo de la Sierra me recibe con 21ºC y un cielo azul con luz de tarde. Ha llegado el final de esta ruta, en solitario y con un montón de sensaciones encima difíciles de explicar.

Como siempre, el recuerdo para mis compañeros de rutas que, por uno u otro motivo, no me han podido acompañar en esta aventura. A ellos va dedicada.

Datos finales:
71,7 kms
5:10 de pedaleo
13,87 de media
67 de máxima
2200 de desnivel acumulado aprox.