τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 27 de septiembre de 2009

Maratón en tierra de Califas

Sierra Morena BRIMZ "Guzmán El Bueno X". Campeonato de España MTB.

El perfil.

Voy a contar una secuencia de hechos que apenas me ha dado tiempo a percibir, por diversas razones, y es muy posible que la historia resulte incorrecta e imprecisa. Pido perdón por ello. Si tengo muy frescas, en cambio, las sensaciones que fui experimentando desde el comienzo de esta carrera hasta el final de la misma: sufrimiento desde el minuto uno, agotamiento, impotencia y, finalmente, consuelo. Consuelo por terminar. La Maratón Sierra Morena de la BRIMZ “Guzmán El Bueno X”, valedera para el campeonato de España de la especialidad, forma parte ya de la historia.

Las máquinas llegan perfectas.

El sábado comenzamos con el reconocimiento de parte del recorrido



Todo comienza el sábado muy tempranito con el viaje a tierras cordobesas. Salgo en coche con Juanma “Sportbilly”, con quien comparto 400 kms de amena e interesante charla. Ya en Córdoba nos espera Jose Feria, que como buen cicerone de esta aventura nos hizo sentir como en casa y nos regaló una visita guiada por su ciudad hasta bien entrada la noche, incluído barrio de la judería y la gran Mezquita. Momento, este, trascendental, y que nos traslada durante algunos minutos a comienzos del siglo VIII. Casi nada.



Antes habíamos subido a dejar el coche a la Base Militar del Cerro Muriano, donde terminaría la carrera el domingo, y de esta forma no bajar en bici a Córdoba después de una paliza de 80 kms sin descanso. Alli, ya comenzamos a sentir las cosas bien hechas. Y es que la organización fue de 10 durante todo el fin de semana. Después de dejar el coche, Jose nos llevó, ya con las bicis, hacia el “Arrastraculos”, una trialera endemoniada por la que deberíamos subir al día siguiente ya cerca de meta. Reconocimiento del terreno, vamos. Y con esto nos metimos 24 kms para estirar piernas. Qué vicio!

La Mezquita a nuestras espaldas, actual Catedral de Santa María de Córdoba.

El domingo suenan los despertadores sobre las 7:45 de la mañana. Los nervios, o lo que fuera, hizo que los tres brincáramos de la cama y, casi sin darnos cuenta, nos encontráramos en la cocina vestidos de romanos y con el clásico tic de los pies por la impaciencia del momento. Durante el desayuno viajan de un lado a otro proteínas por aquí, batidos concentrados por allá, barritas tipo cemento que van de carrillo a carrillo sin poder ser digeridas con normalidad. Hay que tener tragaderas

El Puente Romano.

A las ocho y pico, Rafa, del club de Jose, ya nos está timbrando. Y a las 8:40, aproximadamente, llegamos a la salida de la maratón y nos colocamos a unos treinta metros de la cinta de salida. Poco a poco van llegando ciclistas, decenas de ciclistas, centenas, muchas centenas. A las diez de la mañana, momento del comienzo de la prueba, eran 1.700 bicis preparadas para subir, bajar y volver a subir durante unas cuantas horas por los alrededores de Córdoba.

Domingo 8:40 am. Comienza a llegar la gente.

En la pole position se encontraban Paco Mancebo, Ismael Ventura, Pedro Trujillo, Sergio Mantecón, Israel Núñez o Marc Trayter, entre otros 250 élites que tenían puntos UCI y que eran favoritos para el triunfo final. Otra liga. La nuestra estaba a punto de comenzar, y para no perder el partido en el pitido inicial, la salida se convierte en un sprint a 160 pulsaciones desde el primer segundo con todo el desarrollo metido por las calles de Córdoba. Y picando para arriba ves que a casi 40 km/h te adelantan algunas unidades. Increíble.

Preparados para sufrir con unos amigos del Club Los Califas.

El sprint dura lo justo para que no explote el corazón, al que ya le exiges máximo rendimiento con salida en frío. Hay que pensarse lo de los geles calentadores. Son una buena solución para este tipo de acontecimientos donde se requiere el 100% durante toda la carrera. A mi vera llevo a Juanma y a Jose, que habían salido tras mi rueda desde la salida y tras un par de kms de locos se aminora un poco el ritmo. El pelotón ya está estirado y dentro de él, no vamos mal.

Cada minuto que pasa, aumentan los nervios.

La máquina.

Los normales.

Vamos más o menos juntos durante los primeros kms, “vigilándonos” en la distancia. A Jose le veo a unos 70 metros por delante y Juanma está 50 metros por detrás. Y así iremos hasta casi el km.14. Comenzamos la primera subida hasta la carretera de Ermitas a Trassierra a buen ritmo, aunque la dureza de la pendiente cercana al 8 o 9 % va dañando las piernas y te hace buscar una cadencia más conservadora.

A Jose dejo de verle tras una curva y pienso que habrá dado un tirón, aunque en realidad había pinchado sobre el km.15 y ni él, ni Juanma, ni yo nos habíamos dado cuenta del momento en el que le pasamos. “Lo siento amigo”. Ya en la cumbre comenzamos una zona de senderos preciosa con bastante sube y baja. El tráfico era bastante fluido. Delante tendría a unas 300 unidades con un ritmo muy vivo, incluídas algunas mujeres que daba gusto verlas rodar.

El primer avituallamiento llega en el km.18 por el que pasamos en desbandada. No para nadie de los que llevo alrededor. Continuamos hacia el Arroyo Bejarano y hacia la subida a Dos Columnas. Antes de comenzar con este ascenso, en el km.22, oigo a Juanma que me grita por detrás: “Ya estoy contigo”, lo cual me alegra un montón porque podríamos ir juntos los próximos kms. Pero después de un rato, al mirar para atrás, no le veo. “Arggghhh, qué pena, otra vez solo”.

Iba con un grupo de unos 4 o 5 que tiraban sin concesiones por caminos estrechos y senderos a plato. Tras la bajada hacia la urbanización Las Jaras, donde estaba el segundo avituallamiento, llega la subida corta hacia el Club de Golf, donde luego supe que Jose tuvo otro percance en forma de reventón, allá por el km.40. Una pena porque hubiera hecho un tiempazo sin estos contratiempos. Estaba preparado para ello, y además, estaba en su tierra. ¡¡¡Qué mala suerte!!!

Desde el club de Golf comienza una trialera bastante peligrosa y sobre todo, muy técnica y larga. No terminaba nunca. Todo el cansancio acumulado en estos kms se hace imposible soltarlo con esta clase de bajadas donde te juegas el tipo. No hay tregua. El recorrido es duro y no admite relajación. Solo queda seguir sufriendo, aunque la lectura del cuenta me consuela al ver que ya llevábamos 1100 metros de desnivel superado en el km.45 de los 1900 previstos. Aunque al final la organización nos regala 280 metros de más.

Terminada la trialera llegan los senderos que poco a poco nos suben hasta Santo Domingo. Zona impresionantemente bella pero donde el recorrido es muy ratonero. Aquí, los kms no pasan, las piernas ya soportan más de 50 kms y hay ganas de terminar. Es inevitable mirar el cuenta cada poco y desalienta ver como lo único que pasan, y muy lentamente, son los metros.

Llego al tercer avituallamiento en el km 57, donde paro a tomar un plátano, llenar el bidón y engrasar la cadena. Ni dos minutos. No me di cuenta de la presencia de ambulancias preparadas en cada punto final de las bajadas complicadas del recorrido. Y fueron unas cuantas. Salgo por un rampón de asfalto en bajada hasta el Puente de Hierro, y un poco antes, en el km.60 me cantan la posición 260. Llevaba 3:30h de carrera y los primeros “¡ya estarán llegando a meta!”.

Me quedaban unos 20 kms, pero qué kms. Insufribles kms. Técnicos, duros... Y según subía la exigencia, más bajaba mi rendimiento. La subida a la Cañada Real Soriana y al Cerro Muriano se me iban a atragantar de lo lindo. Y aquí no caben excusas. Habia bebido suficiente, había comido fruta y barritas. Pero estaba cansado y, lo más importante, el recorrido me estaba desgastando mentalmente. Voy más allá: me estaba cabreando. Demasiadas zonas en las que hay que bajarse de la bici, montar y volver a bajarse. Muchas piedras. Zonas excesivamente técnicas para la altura de carrera en la que estábamos. Echabas la mirada atrás y no recordaba ni un tramo de pista digna. Todo subidas, bajadas complicadas, trialeras y senderos. Pero solo quedaba resignarse y seguir pedaleando o arrastrando la bici, pero seguir.

La zona del “Arrastraculos” era el último escollo antes de meta. En la cima del rampón, -como en todos los puntos claves del recorrido- se habían congregado numerosos aficionados gritando y dando ánimos a los participantes. A mí ya ni por esas. Decidí subirlo andando porque temía que mis piernas no pudiesen con la pendiente. Otros que lo subieron montados cuentan que la situación les provocó un estado de éxtasis inigualable. Quizás el año que viene.

Poco quedaba ya, unos tres kms de bajada y llano donde los cinco de mi grupo pusimos el resto del depósito y volamos hacia la meta como si nos fuera el pódium en ello. La llegada se mascaba. Los gritos por los altavoces ya llegaban a nuestros oídos, y pronto, entraríamos en la Base Militar donde tras cruzar la meta nos paran para comprobar que nuestra tarjeta haya pasado por todos los controles de paso y verificar el tiempo final. Después de 80 kms y 2180 de desnivel acumulado, el mío fue de 5h23:39 (5h13 de pedaleo) lo que me da derecho a colocarme el 325 de la clasificación general (74 en Máster 40).

Tras parar la bici y coger un poco de fuelle me fui directo a por una cerveza y llamé a Jose a ver donde se encontraba. Cuál fue mi sorpresa cuando me dice que todavía no ha terminado y que va con Juanma a una media hora del final. Claro que sus circunstancias de carrera acarrean dos pinchazos y un rato de espera. Qué lástima porque me consta que tenía unas ganas tremendas de hacer un buen papel en esta carrera.

El pódium.

Paco Mancebo, escoltado por Marc Trayter y Adolfo García.

De repente comienzo a oir el himno de España, lo que me pone todos los pelos de mi cuerpo como escarpias. Había comenzado la entrega de trofeos y en ese momento estaba recogiendo la copa de campeón de España Paco Mancebo, del equipo Rock Racing, que ganó con un tiempo de 3h17:53. A su lado estaban Marc Trayter (Northware) y Adolfo García (Dr. Bike), segundo y tercero respectivamente. Israel Núñez fue cuarto, Trujillo, quinto y Sergio Mantecón, sexto. Ismael Ventura llegó en novena plaza.

Nuestro garaje de bicis. Qué lujazo!

Pero a mí los que me importaban de verdad eran mis amigos Jose y Juanma que llegaron al poco rato de la charla telefónica. Enhorabuena a los dos, y especialmente a Juanma que también supo exprimirse y llegar lo suficientemente entero como para subir el “Arrastraculos” montado. Jose, para tí, desearte más suerte el año que viene. A ver si en la próxima edición entras delante de mí, jejejeje!!!

Reponiendo fuerzas con una gran comida.

Y así se desarrolló más o menos la maratón en tierra de Califas, pero de los Califas del MTB, el club de Jose, no de esos otros que se sucedían en los califatos musulmanes y que se perpetuaron en estas tierras hasta bien entrado el siglo VIII con la formación y consolidación de Al-Ándalus.

Por último quiero agradecer a la organización, a Ciclos Cabello, a la base militar BRIMZ y al club Agacha el Lomo, la atención con todos los participantes y la perfecta puesta en escena de esta prueba, que desde la recogida de dorsales con prueba de bicis incluída, hasta la comida post carrera, lavado y cuidado de bicis, etc... fue de 10. Gracias por hacernos sentir importantes y gracias por hacernos sufrir tan intensamente.

Y cómo no, un abrazo a mis compañeros sin los cuales no sería capaz de alcanzar estos grados de disfrute. Fue un auténtico placer!!!

La despedida de la Base Militar.

Volveremos!

lunes, 14 de septiembre de 2009

La Nava Express

Lunes. Día de asueto laboral. Los peques comienzan el cole y mi mujer trabaja. ¿Y yo? Aprovecho los despertadores de casa y me levanto con algún gruñido a las 7:00 am. Tengo coartada para aprovechar la espléndida mañana e irme con la bici a la sierra, aunque haré algo no muy largo porque a las 15:00 horas tengo que recoger a los niños en el centro de Madrid.

El cauce del Manzanares sale de su escondite.

Opto por dirigirme a La Pedriza y hacer las Zetas, Nava incluída. Es una opción en la que te puedes entretener lo que quieras y siempre hay escapatorias más o menos rápidas. Largas subidas, largos descensos, naturaleza 100%, abundante flora y abundante fauna.



Como siempre aparco el coche fuera del parque Regional y comienzo con los preparativos mientras compruebo como el termómetro no sobrepasa los 14ºC. El calentamiento es más necesario en esta ocasión porque se comienza a subir desde la misma salida y, además y como casi siempre, lo que tengo en primera instancia es una cronoescalada de 15,7 kms y 840 de desnivel acumulado hasta el Collado de los Pastores. Es la mejor manera de saber el estado de forma en el que uno se encuentra, y de paso, resuelvo las dudas que en este aspecto me ha generado la última ruta.

Casi se me cae un tornillo... de la cala!

La primera consigna es intentar mantener el plato mediano y una cadencia elevada durante toda la subida. Si la cadena cae al plato pequeño, mal asunto. Quiero acercarme al 1:06:14 que hice en el mes de mayo pasado, un par de semanas antes del Soplao. Para ello tengo por delante pendientes bastante sostenidas y tramos duros del 12 y 14%, pero también un descansillo de 1 km en el que hay que darle al plato grande para no perder tiempo.

En plena efervescencia se cruzan dos cervatillos o 'bambys' que me alegran la vista durante unos segundos mientras los pierdo montaña abajo. Estos si que bajan bien! Llego a las antenas, donde tengo una referencia temporal y paso con un minuto menos que en mayo, lo cual me anima a seguir esforzándome hasta el final. Aunque “no se si aguantaré este ritmo”.

En la Nava saboreando el silencio.

Me queda la última zeta. La más larga de todas. Quedan dos giros. ¡Qué momentos! ¡Cómo se sufre!¡Qué dolor de piernas! Ya estoy ahí. Se que voy a bajar el tiempo, y.... ¡Logrado! Paro el crono en 1:05:07 a 14,4 kms/h de media. Sinceramente creo, que sobre este tiempo ya no hay margen de mejora por mi parte. Bufff, hoy he sufrido tela. Aunque pensé lo mismo en mayo.

Como en el Collado de los Pastores corría airecillo, bajo hasta el puente que pasa por encima del nacimiento del Manzanares para saborear “mi” triunfo. Me aprieto una de las calas que estaba totalmente suelta y continúo hasta el Comedero de Buitres. Primero en una bajada con 4 o 5 revueltas y luego con una suave subida.

En el Comedero giro a la izquierda para dirigirme a La Nava (alt. 1998). Casi 5 kms donde hay que superar 400 metros de desnivel sin rampas especialmente duras. Termino en 28 minutos, tres menos que en mayo y, creo, con margen de mejora. Aquí si.

Arriba saboreo las mieles del silencio y la paz. Ni un sonido. Ni un ruido. Descanso total. Solo oigo mis pensamientos, que se alborotan ante algo tan inusual en nuestras vidas. “Esto no se paga con dinero”, pienso.

Seguiría hoy aún allí arriba, pero como en algún momento hay que bajar, comienzo la vuelta al Comedero. En este lugar, las ganas de alargar la ruta me hacen volver por el Collado de los Pastores y esquivar la bajada natural si sigo el sentido en el que inicié el recorrido. Esta decisión me obliga a subir los 2 o 3 kms de revueltas que se encuentran después del Collado y donde sus rampas no desmerecen a sus compañeras del resto del parque.

Bufff, no me quiero ir de aquí!

Superado este escollo, y ya en el Collado, me lanzo hacia la base de La Pedriza, cogiendo el desvío de la izquierda que me baja hacia Canto Cochino en un impresionante descenso por una pista estrechita. El porqué de seguir este camino es para no perderme el puertecillo que nos sacará de la Pedriza a mi compañera y a mí. Si es que me pierden las subidas...

Llego al final a las 13:30 pm (3:03h de ruta) con 56,5 kms y 1670 metros de desnivel. Le he ganado a la ruta circular convencional 6 kms y 280 metros de desnivel. A esto le llamo yo exprimir la zona, jajaja! Y es que es un gusto pedalear por La Pedriza y aprovechar todas las opciones que te dan las pistas del Parque. Lo malo es que cada vez que vengo a hacer estas Zetas me vuelvo loco con los pedales.

Rutas anteriores por esta zona I.
Rutas anteriores por esta zona II.

sábado, 12 de septiembre de 2009

Derrota en el Alto de Navacerrada

Se acerca el final de la temporada de marchas. Tengo programadas tres hasta el 18 de octubre, momento en el que mandaré la bici de vacaciones unas semanas. Me pregunto si seré capaz, aunque esta cuestión la averiguaré en su momento. La primera de las tres aventuras está ya a la vuelta de la esquina, será el próximo 27 de septiembre en Sierra Morena, Córdoba.

En estos momentos he de luchar para mantener el nivelillo alcanzado este año, que bueno o malo, me ha ayudado a conseguir los retos que me he marcado. Para ello, me pongo una meta de fondo y resistencia para este sábado que creo podré alcanzar, aunque seguramente me sacará los higadillos. Se trata de rutear de Madrid a Segovia pasando por la Bola del Mundo y Cotos. Es posible que salgan cerca de 120 kms y unos 2.500 metros de desnivel acumulado. En la meta estará esperándome la familia para pasar un día de picnic en el campo. A mí, o a mis restos.

Como voy a salir desde casa, voy a recoger la “burrita” a su sitio de descanso habitual, la monto en la baca del coche y me la traigo conmigo. Pero el destino está a punto de jugarme una mala pasada. Cuando estoy llegando a casa, hablando con mi mujer y con los niños detrás, le doy al mando que abre la puerta del garaje. Y como en cualquier otro momento, deslizo el coche hacia la entrada hasta que oigo mi horrible ruido. Un grito desgarrador acompañado de una explosión. ¡¡¡La bici!!!

Una rueda hecha un ocho.

El resultado es desolador, aunque mirado a posteriori podría haber sido peor. La rueda delantera está hecha un ocho, el disco de freno y una maneta totalmente doblados. Parece que el buje, la horquilla, la dirección y el cuadro no han sufrido daños. Y todo gracias a que la baca cedió a través de las barras del techo. Si no hubiera cedido, el muro de hormigón hubiera llegado a partir la horquilla y el cuadro. Seguro. Desde luego, el próximo portabicis irá en el portón trasero, mi memoria de pez no me permite llevarlas en el techo, jajaja.

La vereda del Manzanares.

El carril bici sale de la Casa de Campo.

Todo esto trastoca los planes de la ruta convenida. Tendré que hacer el recorrido con la “burra”, y no la he cogido desde hace más de dos meses. Lo que sea menos quedarme en casa. Hago el viaje de nuevo para recoger la doble, y tras dejar todo preparado me intento dormir pasada la 1:30 am.

Soñando en nuevas conquistas.

A las 7:00 am suena el despertador. Una hora después, me dirijo con las primeras pedaladas hacia la Casa de Campo para atravesarla y coger el carril bici que me lleve hasta Tres Cantos. Un ruido en el disco delantero me retrasa casi media hora. Y todo para seguir con el mismo soniquete. En fin.

En el Puente de la Marmota.

Todavía queda camino para alcanzar la sierra.

... Ya no hay vuelta atrás.

Intento tomarme los primeros kms con suavidad, pero a la vez, quiero pasar los tramos del carril hasta Montecarmelo y Tres Cantos lo más rápido posible. A Tres Cantos llego sobre las 9:40. Parada técnica, media barrita y sigo. En este punto cojo la pista que sale a la izquierda (GR 124) y que me llevará hasta el Puente de la Marmota. En estos tramos en los que vas paralelo a la tapia de El Pardo me encuentro a algunos bikers. Unos van en grupo, otros van solos. A mi me dan cierto aire de compañía, y eso se agradece.

Entre Cerceda y Navacerrada ya acaricio las cumbres.

Pasado el senderillo que hay tras pasar el puente, inicio la corta subida hasta la pista que, en un continuo subibaja y con un piso de grava gorda bastante incómodo, me acerca hasta la carretera de Hoyo de Manzanares primero; y Cerceda, a la altura de Peñalagua, después (pk. 39 de la M-607). Voy bastante justo de agua y los próximos 17 kms son de carretera, así que mi única fuente de agua posible será la que me compre en alguna gasolinera. Voy rodando por debajo de 30 kms/h, y no por no querer hacerlo más rápido.

Llevo más de dos horas de ruta y casi desde el inicio voy pensando que no voy fino. La postura que me hace llevar esta bici no me es tan cómoda como la que tengo en mi "burrita” con su manillar plano y su potencia en 110 mm. En la doble, el manillar doble y la potencia más corta me hacen ir algo más erguido. “No voy cómodo”, me voy repitiendo.

El embalse de Navacerrada desde La Barranca.

Llegando a Cerceda, me paro a la altura de una gasolinera para comerme la otra mitad de la barrita que tenía empezada. Pienso en comprar agua, pero como aún quedaba algo en el bidón, sigo la marcha y pospongo la compra hasta Navacerrada. De Cerceda a Navacerrada la carretera pica para arriba sin remedio. No sabes que marcha poner, pero ponga la que ponga, me es complicado pasar de 15 km/h con las pulsaciones al 80%.

Tres kms después llego a la rotonda donde a la izquierda bajaría hasta el centro de Navacerrada, y a la derecha subiría hacia la Barranca. Recto, el puerto de Navacerrada. Voy con agua para dos o tres tragos. Seguir así es un suicidio. Llevo 70 kms en poco más de tres horas y me hace falta agua con urgencia. Bajar hacia Navacerrada supone aprovisionarme de líquido, pero también chuparme unas cuestas del copón para volver a esta rotonda. No. Decido seguir.

La Maliciosa a mis espaldas.

En vez de continuar hacia el puerto de Navacerrada, giro hacia el camino que sube hacia la Barranca con la intención de coger la pista que sale tras el Parque de Bomberos. La misma que tomamos el año pasado en la ruta de Forobici. Esta pista supera un buen desnivel en poco más de dos kms, y tras una rápida bajada salgo a la carretera que sube el puerto, pero tres kms más arriba del inicio. Es momento de un plátano. El reloj marca la una y pico de la tarde y mi mujer acaba de salir de Madrid. En una hora poco más o menos estará en el Alto bajando hacia las Siete Revueltas.

Inicio del Calvario. Qué merecido tiene su apelativo.

Comienzo la subida al puerto por carretera. En el Ventorrillo abandono el asfalto para adentrarme en el camino del Calvario. Solo había subido este sendero una vez, hace ya dos años, y los recuerdos son de bastante dureza, y de tener que descabalgar por las piedras. Como los antecedentes son desalentadores y mis piernas llevan 75 kms, comienzo a subir despacio. El ascenso, al principio, no tiene complicación, pero pasado el primer km llegan las piedras y aumenta el desnivel.

Se acaba el agua, la subida continúa. Las fuerzas van al límite. Cada vez que miro lo que tengo por delante se me abren las carnes. Mas piedras y más porcentaje. Ciertamente las he pasado canutas para llegar arriba. Ir a 4,5-5 kms/h sorteando piedras y haciendo equilibrios no es mi plato favorito encima de una bici.

En la venta Arias compro una Coca-Cola y agua. Por fin, agua. Llamo a mi mujer y me dice que está en Villalba. En esos momentos, el cielo se termina por cerrar y comienza a chispear. Mi cabeza también se cierra. Mientras, sentado en un escalón frente a la subida a la Bola del Mundo decido que no tengo fuerzas para seguir. Mi etapa ha llegado hasta aquí. Madrid-Alto de Navacerrada, 84 kms y 1995 metros de desnivel. 5:18h (4:40h de pedaleo). Hoy no doy para más, y menos cuando el coche escoba está a punto de llegar. Quedo formalmente derrotado a 1860 metros de altura.

Consumada la derrota en el Alto de Navacerrada. Es momento de pensar en llenar el estómago, jeje.

La subida a la Bola del Mundo (2268), la siempre complicada Loma del Noruego, la bajada desde Cotos hasta la Granja y la llegada triunfal a Segovia tendrán que esperar. No se si una semana o un año, pero estoy seguro que sea cuando sea, ahí seguirán.

Lo que ya es definitivo es que tendré que aclimatarme a la “burra” lo antes posible porque le toca a ella acompañarme a Córdoba y terminar la temporada de marchas. Nos lo pasaremos en grande, aunque vayamos un poco más despacito.

domingo, 6 de septiembre de 2009

De Miraflores a Canencia por el Collado del Hontanar y Cabeza de Braña

La historia de la ruta del pasado domingo se puede dividir en cinco fases. Cada una de ellas pertenece a los diferentes estados de ánimo por los que paso durante las seis horas que duró el recorrido.

1.- Fase de creación y primeros momentos.-
Se remonta a antes del verano, cuando dándole vueltas a los mapas, diseño un recorrido que atraviesa las sierras de la Morcuera, Hontanar y Canencia. Tenía mucho interés en atravesar el Collado del Hontanar desde Pinilla del Valle y enlazar con la subida a Cabeza de Braña desde la carretera del Puerto de Canencia.

La salida la realizo desde Miraflores de la Sierra, lo que me hace ganar bastantes metros de altura respecto a la salida habitual de las rutas de esta zona, que suele ser Soto del Real. Me toca un día nublado y chispeante en la sierra, y la temperatura rondando los 18ºC. El reloj marca poco más de las 9 de la mañana. Es hora de ponerse en marcha dirección a la pista que sube hacia el alto de la Morcuera.

Frío y niebla en lo alto de la Morcuera.

La subida al puerto la realizo sin mayor novedad que la compañía del denso vapor de agua que contienen las nubes que me rodean. La niebla se va cerrando. Como conozco casi de memoria la subida intento darle vidilla a los pedales durante los casi 9 kms de ascensión.

2.- Fase de espectación.-
Casi sin solución de continuidad inicio la bajada hacia El Paular por la pista que sale detrás del refugio. Arriba, la temperatura no pasaba de los 15º y empapado por el sudor tengo bastante frío. Durante la bajada me quedo helado, no tengo ni chubasquero ni periódicos para protegerme. Casi a pecho descubierto.

Me cruzo con bastantes bikers que suben la Morcuera por el lado norte. Por cierto, alguno de ellos debería tener la prudencia de echarse a un lado cuando se cruza con la gente que baja. No es de recibo que cuatro bicis ocupen todo el ancho de la pista en una curva, y el que baja casi tenga que pasar por el sembrao.

El Monasterio del Paular siempre espectacular.

Aprovechando los primeros rayos de sol en el Puente del Perdón.

Después de 13 kms, llego a El Paular con el sol abriéndose paso entre las nubes. Me paro en el Puente del Perdón y lo busco como una lagartija.

Decido ir por carretera a Pinilla del Valle para ahorrar tiempo. Ya en el pueblo me dirijo al puente que pasa por encima del Embalse. Un poco más allá de éste cojo la pista que sube al Collado del Hontanar. La bajada masiva de unos 15 bikers me orientan sobre el camino a seguir. La pista es estrecha y salvaje. Según vas cogiendo altura se abren las vistas hacia el valle de Lozoya y, al otro lado, el Reventón y Navafría.

Cruzando las estribaciones del Embalse de Pinilla.

Después de unos 5 kms, la pista desaparece. La opción es continuar montaña arriba por un senderito que te lleva al collado en rampas del 26%. Toca empujar la bici 300 metros. Después llega el momento de sentarse y disfrutar de las vistas a más de 1550 metros.

La pista que sube al Collado del Hontanar no recibe demasiadas visitas.

Los últimos metros son un paseillo al 25%

3.- Fase de negación y martirio.-
En el alto hay unas alambradas con un portón que cruzo. Tengo que bajar la vertiente sur de la montaña. Es la parte de esta serranía que mira hacia Canencia. Al principio sigo un sendero que va dando paso, en poco tiempo, a zonas más pedregosas (me acuerdo del verdadero Mountain bike de alguien que yo me se), para terminar montaña a través.

De pronto comienzo a oir los gruesos y graves ladridos de un perro pastor que me obligan a salvar el culo reculando de mi dirección correcta. Salgo como la pólvora hasta que dejo de oir al motivado animal. La adrenalina la tengo a 1000. “Joder, quién me mandará meterme en estos verengenales”, me pregunto con angustia una y otra vez.

Salvando mi culo.

Pasado el trago del perro y con un buen tramo de montaña por descender, solo queda regatear zarzas, arbustos y piedras que van golpeando mis tobillos sin piedad. “Esto no me está pasando”, pensaba, “y espérate que no termine pinchando”.

Cuando llego a la carretera de Canencia se me abre el cielo otra vez. Literal. “Que machacada me he metido”. No tanto por el cansancio, si no por el desgaste que supone estar metido en un laberinto del que no sabes muy bien cómo ni cuándo vas a salir. Total: 1 hora perdida. “Señores, esto es aventura”, que diría un buen amigo.


Subida a Cabeza de Braña por el corazón del bosque de Canencia.

4.- Fase de incertidumbre.-
Tras una breve lectura del mapa, comienzo a subir por la pista que se encuentra en el pk 12 de la carretera que sube al Pto de Canencia. En principio, el objetivo es subir por donde ya lo hicimos en la carrera de los 88 de Mammoth del año pasado. No fue así. Cogí la pista que va por encima de aquella y que te lleva hasta Cabeza de Braña, a 1711 metros de altitud. Tenía alguna referencia sobre lo que me espera en este puerto, pero su belleza ayuda a sufrir un poquito menos. Su dureza se concentra en la parte final de forma diabólica con porcentajes del veintitantos y piso con piedra suelta. El lograr pasarlo montado, apretando los dientes, me da una satisfacción especial en la cumbre, aunque noto que este tipo de paredes cada vez me cuestan más (el inexorable paso de la edad???!!!).

Nunca vi este paisaje desde tan arriba. Casi a 1711 metros.

Como premio, un maravilloso escenario con el valle de Miraflores a mis pies, contemplado desde mayor altura que nunca, pocos metros más abajo de la torre de vigilancia de incendios.

La satisfación del deber cumplido, jeje.

Y ahora... cómo salgo de aquí?. Dar marcha atrás, impensable. Seguir la especie de pista que sale hacia la caseta de vigilancia me alejaría del Pto de Canencia, así que... otra vez montaña abajo hasta llegar a la pista que me deje en las praderas de Canencia. Caigo (nunca mejor dicho) ladera abajo aproximadamente durante 1 km entre una gran masa de pinos y con un porcentaje para despeñarte al menor descuido. Me cuesta sujetar la bici y en más de una ocasión doy con mis posaderas en el suelo. “Vaya aventura???”.

Deslizándome hacia la pradera de Canencia. Todavía no se cómo no pinché!

5.- Fase de reflexión.-
Cuando logro llegar a la pradera vuelvo a sentirme protegido. Me acerco a la fuente del Pto de Canencia, y desde allí cojo la pista que me llevará, de nuevo, hasta la Morcuera. Son unos 5 o 6 kms de ascensión tendida y vistas espectaculares, pero mi estado de ánimo no me deja ya casi disfrutar. Está muy desgastado por la cantidad de tumbos que me ha hecho dar esta ruta.

A la vuelta, el aspecto del puerto de la Morcuera era bien distinto al de la mañana.

Llego al Pto de la Morcuera con el cielo practicamente despejado y, aunque pienso en bajar por carretera a Miraflores (opción rápida), el instinto me saca a la pista por la que inicié la ruta seis horas antes. Durante el descenso voy pensando en lo sucedido durante la mañana, en lo sufrido de las dos bajadas montaña a través, y en esas marcas que llevo en mi cuerpo como recuerdo. “Vah!”. ¿Qué es esto comparado con el pedazo de ruta que me he metido?, ¿Con esas dos subidas nuevas que he descubierto?. ¿Qué es? Pues os lo voy a decir: “Nada”. Bendita aventura y bendita montaña. No está de más que, de vez en cuando, los montes gasten alguna broma. Tienen derecho, ¿verdad?

Supongo que habrá un nuevo intento para salvar los escollos que por circunstancias no he sabido salvar hoy.

78,2 kms
6:20h Tiempo total
4:58h Tiempo s/c paradas
1890 metros de desnivel acumulado
Temperatura entre <15/31>