τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 13 de diciembre de 2009

Y como cierre de curso, una ruta por Ayllón y su serranía.

Hay algunos días que cuesta más levantarse de la cama y prepararse para salir con la bici. El frío no ayuda a desatascar esta situación, más bien al contrario. Sin saber muy bien cómo, se van superando los escollos que uno pone para quedarse entre el calor de los sueños. Y sin darse cuenta, uno ya está sentado en el coche conduciendo hacia un lugar concreto con su burra como acompañante. Sublime misterio.

Mi destino para este domingo era Ayllón, al noreste de la provincia de Segovia y casi lindando con la de Soria. Tenía la firme intención de hacer una ruta por esta zona tras ver un track del CC Distrito 18, pero variando la ruta en Santibáñez. Desde esta población quería llegar hasta el pequeño pueblo de Grado del Pico (ocho habitantes censados) e intentar pasar a Cantalojas, ya en la provincia de Guadalajara, por el collado que separa estas dos poblaciones (cuestión que los mapas no sabían descifrar). Ésta era la motivación de la ruta, además de conocer la zona más septentrional de la sierra de Ayllón y la sierra la Pelá.


Santibáñez de Ayllón.

Grado del Pico.

Pero las motivaciones casi se van al traste cuando durante la hora y pico que duró el viaje hasta la villa segoviana, el termómetro no fue capaz de superar los dos grados negativos. Menos mal que la voluntad es firme y las ganas de montar en bici derriban casi cualquier barrera. Además, el hecho de pedalear por nuevos lugares y la aventura que esto conlleva, implica un plus de energía, un aumento de dopamina que nos domina prácticamente por completo.

La Sima de Somolinos desde el paso a Cantalojas.

Aún con esto, y a pesar de que el cielo aparecía completamente despejado, en el comienzo de la ruta no andaba muy animado. Aunque iba bien abrigado, el frío era intenso y casi no te dejaba pensar. Decidí hacer la primera parte de ruta por carretera y evitar una pista que no me quedó muy claro donde coger. Así podría darme la vuelta en caso de no ver las cosas claras. Así llegué hasta Santibañez de Ayllón, en unos trece kms que me sirvieron para calentar piernas y mente, y despejar las dudas que tenía sobre el recorrido.

Entrada al Parque.

Ya en Grado del Pico (alt 1263) había dejado atrás 19 kms desde la salida. La Sima de Somolinos y el Pico de Grado configuran los montes más representativos de esta sierra. Todo bastante pelado, montañas calcáreas, el Aguisejo (afluente del Riaza) descendiendo del collado al que me pretendía encaramar, y algunos ladridos sueltos escenificaron mi paso por esta fantasmal población en el linde de las provincias de Segovia y Soria.

Según me acercaba hacia el collado que tenía que atravesar para llegar a Cantalojas, los pinos iban dando color a las laderas de las montañas y mi pista acrecentaba su porcentaje hasta tocar techo en el 22% poco antes de coronar. “Se puede pasar!” Mis dudas resueltas de un plumazo. Según me dijeron unos paisanos, la pista se hizo hace 4 años para no tener que llegar hasta Villacadima para conectar Grado y Cantalojas.

En lo alto del Puerto del infante.

Hacia el paso a la provincia de Segovia desde Puerto Infante.

La Buitrera y la Peñota.

Después de una amable charla con los paisanos en este último pueblo, salí en busca del Parque Natural de Tejera Negra. Dejé el desvío que lleva a Majaelrayo por un camino paralelo al río Lillas y, poco más adelante, tomé el desvío a la derecha que me condujo hasta el Collado del Infante (alt. 1484) o Cabeza Chica en una subida de unos 5 kms y pendientes suaves que ofrece unas buenas panorámicas de Majada de la Sierra y los Collados de la Buitrera y de la Peñota.

Vistas hacia el Muyo y Madriguera.

La rojiza llanura castellana entre Segovia y Soria.

Plaza Mayor de Becerril.

Ya en la cumbre, crucé la cancela que me devolvió a la provincia de Segovia para comenzar una increíble y peligrosa bajada que, si se toma a la ligera, puede dar un serio susto ya que alcanza un 26% de desnivel negativo. Tras otra subida corta pero intensa, me encaramé a otro collado desde el que se divisan las pequeñas poblaciones de Madriguera, el Muyo y Serracín. Mientras admiro las tierras rojizas de la llanura castellana, los tiros de los cazadores rompen el idilio que los montes tienen pactado con el silencio. En fin.

De aquellos montes vengo... A aquellos montes volveré.

Hacia el Aguisejo y los chopos que me llevarán a Ayllón.

La ruta ya había cerrado casi 60 kms y lo que quedaba por delante era un primer subibaja hasta Serracín y Becerril que me haría coger una parte divertida de senderos y una bajada por pista entre un inmenso robledal que me puso de feldespato y mica negra hasta las cejas. Atravesar estos pueblos es cruzar al ‘Más Allá’. Ni un movimiento, ninguna pista de presencia humana. Ventanas cerradas. La plaza mayor de Becerril con la iglesia al fondo tenía un aspecto fantasmagórico que erizaba hasta el último pelo del cuerpo. Aún así, estos pueblos forrados de pizarra desde el suelo hasta los tejados tienen un encanto muy especial.

Campos sembrados con Pico del Grado al fondo.

De Becerril a Villacorta hay una serie de pistas que cortan la carretera que va de Riaza a Santibáñez, y fue uno de los puntos conflictivos en cuanto a orientación se refiere porque el plano que llevaba no alcanzaba a detallar esta zona. Tras algunos minutos de incertidumbre y algunos “por aquí, no; por allí”, conseguí encontrar la entrada de una finca ganadera que me acercó a los campos de sembrados amarilleados por la caída del sol que rodeaban mi destino.

De nuevo en Ayllón y su sabor medieval.

El resto, hasta Ayllón, colmó mis expectativas sobre la ruta. Los últimos 15 kms fueron un tranquilo pedaleo entre colores ocres, rojizos y amarillos con la vereda del río Aguisejo formando una hilera de chopos junto a la pista y el atardecer comiéndome las espaldas con esa luz tan diferente y tan cálida.

Satisfacción final.

En el coche estaba a las 15:42, con lo que me sobraron unas dos horas de luz, aunque por si la aventura se alargaba en exceso llevaba en la mochila un foco. Sin kilometraje concreto y en lugares desconocidos, se sabe cómo se empieza pero no cómo y cuándo se termina. Más vale prevenir.

Los datos finales:
78 kms
1300 de acumulado positivo.
5h46 de ruta (4h37 parcial)
Altitud máxima: 1550 m
Altitud mínima: 969 m
La ruta en Wikiloc.

Y ahora a descansar y a recargar el famélico bonobici, que el año que viene pinta muy intenso e interesante.

Feliz año 2010 a todos y prósperos pedaleos.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Circular a Puebla de la Sierra y Cerro Porrejón

Sábado, 5 de diciembre. El año bicicletero se acerca a su fin. Las rutas ciclistas por hacer se agolpan en mi cabeza luchando entre ellas por salir la primera. Son días fríos, pero la escasez de lluvias y nieve todavía permiten circular por cotas más o menos altas. Todo un lujo para los sentidos. Un problema para nuestras montañas.

Esta ruta en concreto no nace por mis frecuentes lecturas de los mapas, sino del imperturbable espíritu libre de otro ser que vive en continua simbiosis con la naturaleza: Eduardo Pedales. Ambos propusimos a principios de semana nuestras alternativas aventureras y, después de un concienzudo examen, se terminó impusiendo su opción. La mía, más al norte que ésta y más expuesta al frío, quedará para la primera oportunidad que se presente.

Quedamos en que el punto de partida fuera el puerto de El Cardoso (alt. 1358), todavía en el municipio de Montejo de la Sierra y en el límite noreste de las provincias de Madrid y Guadalajara. A las 9.30 de la mañana, la temperatura no pasaba de 1ºC, pero el día prometía cielo azul y escasez de nubes, con lo que el termómetro se recuperaría rápidamente.

Escarpando hacia el Collado Salinero.

Ufff, que vistas.

Las primeras pedaladas nos llevan por una pista en subida que nos dejará en el puerto de la Hiruela (alt. 1477), donde cruzamos la carretera y nos metemos campo a través en escalada pura y dura con las bicis al hombro hacia el Collado Salinero. La idea de mi amigo era atravesar este monte a machete para coger la pista que nos llevase hasta el Collado de las Palomas bordeando el monte Porrejón (alt. 1827).

Genial día otoñal para esta pareja.

Vistas desde el Puerto de la Hiruela.

La otra opción era descender por carretera unos tres kms para coger otra pista que nos subiría a nuestro punto de destino. Pero este tramo asfaltado no aparecía en el mapa que nos acompañaba. He de reconocer que hubo momentos en que pensé que mi acompañante iba a ciegas (y le maldije por ello, jeje). Pero no, ciertamente, y tras quince minutos de sufrimiento, enlazamos con un sendero que iba a resultar ser el GR88 y que, al más puro estilo Mountain Bike (que diría Peguero), nos llevaría a nuestra pista deseada para poco después desembocar en el Collado de las Palomas (alt. 1647).

Primer gran escollo superado con más pena que gloria... Ay Edu, Edu!

La mañana estaba en pleno apogeo, el viento se había tomado vacaciones, y el sol brillaba para calentar estos montes de la Sierra de la Puebla para nuestro absoluto regocijo. Los próximos kms resultarían muy cómodos y placenteros. Poca subida, buena pista e impresionantes vistas. Y esto aliñado con una buena conversación que determina el estado de locura de los tertulianos. Buenas dosis de risas.

Desde el Collado Salinero.

Al oeste, las cumbres que llegan desde Peñalara hasta Somosierra.

Al sur, el embalse del Atazar.

Más estampas de la Sierra de la Puebla.

Nos vamos acercando al Cerro de la Torrecilla (alt. 1500) y vamos dejando atrás la impresionante garganta del Portillo que atraviesa el mismo GR88 al que tanto nos costó llegar unas horas antes. Ya en el cerro, y tras cruzarnos a dos parejas de ciclistas, comenzamos una fulgurante bajada de más de 8 kms hasta El Atazar (alt. 995) -población que da nombre al mayor embalse de la Comunidad de Madrid-. Aqui tocaba parar para comernos algo de lo que llevábamos como avituallamiento (sandwiches y pan élfico!). Eran las 12:45 y habíamos dejado atrás unos 32 kms. Si las previsiones de la ruta eran correctas llegaríamos al coche bastante justos de tiempo como para poder cumplir con mi promesa de llegar a casa sobre las 16:30.

Bordeando Peña Cabra.

La marcha continuó, dejando El Atazar atrás y su esplendoroso embalse. La temperatura alcanzaba los 16ºC y era un gusto pedalear. Pronto comprobaríamos como lo más duro de la ruta estaba a punto de llegar, pero ya sabemos que recompensa sin sufrimiento no existe. Para endulzarnos la penuria, el monte nos iba a regalar unas estampas dignas de los más recónditos lugares de cualquier lugar por descubrir.

Buitre retratado en Peña Cuervo.

Montejo de la Sierra desde nuestra atalaya.

La pista poco a poco iba cogiendo altura en su destino hacia el norte. Sin saber muy bien en dónde nos metíamos, el desnivel a superar en unos 10 kms era de 800 metros ante la única y atenta vigilancia de Peña Cabra (alt. 1834). El puerto apretaba en unos puntos con porcentajes hasta del 17%, y relajaba las pendientes en otros lugares. Las piernas ya comenzaban a pesar, especialmente en Edu, que llevaba sin coger la bici desde la ruta por Casillas y la Reserva de Iruelas y esto es un 'debe' importante cuando afrontas estos puertos largos y exigentes. Pero como todo se sube, especialmente si tienes un don para luchar (caso de mi acompañante) en pos de una satisfacción infinitamente superior al sacrificio, el tiempo que se emplee es lo de menos. Lo importante era alcanzar Peña Cuervo y sus casi 1700 metros.

Increíble postal con el Pico de la Miel saliendo de la neblina.

En el ascenso, dos venados cruzaron la pista unos 30 metros delante de mi posición. Ante tamaño espectáculo solo se me ocurrió lanzar un grito de aviso en el vacío para que Edu “se diera prisa en llegar para verlos”. De qué forma más extraña funciona nuestra mente cuando la exigencia física anula el raciocinio. Edu iría unos 100 metros por detrás, y a mí ni siquiera me dio tiempo a sacar la cámara de fotos ante la aparición de los animales.

El éxito del disfrute en la cara de los dos.

Ya en el alto, con el puertaco superado, una espectacular postal se abrió ante nuestros ojos. Pocas veces he tenido una sensación tan magna de altura y dominio, ni siquiera en la Bola del Mundo. Situados en lo más alto de la cuerda de la Sierra de la Puebla, a casi 1.700 metros de altura, Prádena del Rincón, Horcajuelo y Montejo de la Sierra aparecían como mínimas maquetas a nuestros pies. Enfrente, el manido collado del Mosquito y a su derecha, los picos que desembocan en Peña Cebollera con sus cumbres nevadas. Espectacular. La luz de la tarde le daba a toda esta visión unas tonalidades diferentes. Como si estuviéramos en un lugar diferente al de la mañana.

Pista hacia el Puerto de la Hiruela bajo el sol del atardecer.

Ya estaba claro que en mi casa me iban a cambiar la cerradura. No había ya ni la más remota posibilidad de llegar a la hora prometida. La ruta había terminado siendo más larga y dura de lo previsto, y las paradas habían sido demasiado frecuentes. Ya solo quedaba rezar para que los daños colaterales fueran mínimos. Rezar, y disfrutar estos irrepetibles momentos.

Espíritu animal.

A veinte metros de nuestra posición, dos buitres nos miraron desde su atalaya (y quien sabe si su nido-hogar) preocupados por que los dos de los cascos no superaran su línea de seguridad. Cuestión difícil. Di dos pasos y se lanzaron pausados al vacío en busca de esas corrientes de aire que les mantienen arriba sin esfuerzo. Momentos que no tienen precio.

La ruta llega a su fin en los senderos que llevan hacia el Pto del Cardoso.

Pero había que seguir, quedarían no más de 10 o 15 kms. Al subirnos en nuestras monturas aparecieron dos de los ciclistas que nos habíamos cruzado en el cerro de la Torrecilla. Uno de ellos iba con una Gary Fisher roja de época. Vaya pepino de museo. E iba fino, fino. Tras despedirnos (a ellos todavía les quedaba un trecho hasta El Atazar) y desearnos buen final de ruta, Edu y yo nos pusimos en marcha en busca, de nuevo, del Puerto de la Hiruela, que ahora sí alcanzaríamos desde la carretera. Y desde aquí, por pista, hasta el puerto del Cardoso, no sin antes hacer un nuevo descubrimiento made in Edu de un sendero indómito que nos dejaría en los coches con esa cara de bobos disfrutones que cada vez se repite más. 16:42. Fin de la aventura. En casa me cortan los huevecillos.

“Amigo”, le digo a Edu, “no se porqué, pero últimamente, tengo la sensación de que ruta que acabo, ruta que supera todo lo anterior”. Será eso que dices de surcar territorios nuevos, encontrar nuevos senderos, escalar desconocidas montañas... sufrir y aventurarse por caminos que esconden mil y una sorpresas... Deleite total.

Espero que haya alguna otra aventura antes de tomarme las vacaciones bicicleteras que me permitan afrontar los retos del próximo año con ciertas garantías.

Hasta la próxima!

Algunos datos:
65,7 kms.
1760 de desnivel positivo.
6h54 de ruta (5h14 parcial)
1697 m punto más elevado
880 m punto menos elevado
1358 m media de altura durante la ruta
<1/16> ºC


miércoles, 25 de noviembre de 2009

A Cueva Valiente por Santa Catalina

Con este cartel empieza lo bueno.

El 25 de noviembre fue fiesta patronal en Majadahonda, y en honor a la Santa que nos ha ofrecido este día de asueto laboral, organicé una peregrinación en su nombre al monte de Cueva Valiente (alt 1903), situado al noroeste de El Escorial, al sur de El Espinar y al este del municipio avulense de Peguerinos.

A las puertas del invierno, la mañana nació soleada, con cierta temperatura y poco o nada de viento, cuestiones importantes para discurrir por los maravillosos parajes que nos ofrece esta zona de la sierra límite de Madrid con Ávila.

La ruta, que parte de El Escorial, no tiene un kilometraje excesivo (apenas llega a los 50 kms), en cambio tiene un desnivel acumulado ciertamente importante y concentrado en dos o tres subidas de las de corazón en boca. Además, ha sido la primera de las cuatro ascensiones a Cueva Valiente que realizo en solitario y sin mapas de apoyo. En las anteriores (, , ), siempre he ido bien escoltado por el grupo de escurialenses, señores de estas tierras y maestros bicicleteros de primer orden en las nobles artes de subir y descender por lugares imposibles.


Una hora al Alto de Abantos y descanso forzoso.

Es en estas excursiones donde la incertidumbre del “¿me perderé?”, causa mella en los nervios desde momentos antes de comenzar a pedalear. Hasta me tuve que hacer una chuleta para salir de San Lorenzo de El Escorial y enlazar con las primeras cuestas del puerto de Malagón –gracias, Peguero-. Una vez encaucé el camino, ya con las pulsaciones por encima de 150 gracias a las potentes rampas que te sacan del Real Sitio, el olor a pino se hizo ostensible y me sumergió en un estado placentero que me ayudó bastante durante los sesenta minutos que tardé en llegar al alto de Abantos (alt.1590).

A la altura del embalse de la Aceña.

Cuando el recorrido me zambulló en Pinares Llanos, después del desvío desde la Casa de la Cueva, los sentidos se dispararon y tuve que poner en alerta mi escaso sentido de la orientación. Aunque tampoco estaría mal perderme -pensaba- por estos increíbles bosques de indiscutible valor paisajístico, atravesados por senderos que son un deleite para el más exigente de los aficionados a la bici de montaña.


Pista hacia el Collado de la Gargantilla.

La llegada al Collado de la Gargantilla la hice sin más novedad y compañía que la sensación de soledad absoluta, y esto, sin duda, es un privilegio que le debo a nuestra afamada Santa Catalina, ya que ha sido ésta mártir, que vivió en el S.IV, quien me ha permitido realizar este ejercicio de navegación en una profunda intimidad con estas tierras del valle de Enmedio de Peguerinos.


Hay que subidita más maja...

La subida a Cueva Valiente es la subida a Cueva Valiente. 315 metros de desnivel en unos dos kms duros, muy duros, desequilibrantes, rotos, y algo frustrantes si no estás suficientemente entrenado en el ascenso a porcentajes del 20%, o superiores, sin el apoyo de una buena tracción. Son estos exámenes los que te ponen la realidad de cara y, en mi caso, me demuestran cual torpe sigo siendo en este tipo de terrenos. Un par de veces tuve que poner pie a tierra para superar esos 50 metros de terreno impracticable que se encuentran a mitad de ascensión.

Hacia el oeste.

Hacia el sur.

Hacia el este.

Al cielo.

Y me piro...

Arriba todo se olvida. Había consumido 2h30 para llegar hasta aquí y tocaba disfrutar de las vistas espectaculares miraras a donde miraras. Y de la sensación de soledad, que ahora la percibía más acrecentada por el fastuoso silencio que allí se respiraba. El viento relajado permitió que echara un buen rato en esta cima antes de ponerme manos a la obra con la siempre complicadilla salida de esta montaña dirección a Collado Hornillo. Senderos, piedras, escalones y bajadas trialeras son ahora los protagonistas, y aunque soy poco amigo de estos tramos extremadamente técnicos, intento exprimir estos momentos disfrutándolos desde una actitud de aprendizaje.

Salida hacia las trialeras.

El cerro de la carrasqueta y su refugio.

Alucinantes vistas en el búnquer de la cuerda.

Tras llegar al Collado Hornillo, cogí la senda que me subiría hacia el Cerro de la Carrasqueta sobre un terreno bastante complicado por el desnivel e impracticable por los graciosos que se dedican a cruzar troncos en el camino. Las tormentas del año pasado han dejado este tramo bastante perjudicado, aunque merecía la pena superarlo para tomar el camino de los refugios que enlaza con la pista del Campamento de Peñas Blancas.

Sendero de la cuerda.

Puro éxtasis.

Cuando accedí a la cuerda de Abantos, comprobé como el paisaje que se abría hacia el norte era increíble, y aunque las nubes estaban llegando desde el noroeste creando cierta neblina en el ambiente, todavía se apreciaba bien el espectáculo que la naturaleza tenía pactado ofrecerme en exclusiva. La tontuna que me creó la anestesia cerebral por lo contemplado durante toda la mañana, generó algún problema que otro para encontrar el sendero que me habría de bajar hasta Peñas Blancas.

En el bosque llegando a la pista de Peñas Blancas.

Superado este momento de incertidumbre y la dura subida hasta Abantos por la Fuente de las Negras, me dejé caer por la carretera hasta el sendero del “silencio” y, más adelante, lo enlacé con el de los “puntos”. Son dos bajadas salvajes que me pusieron la adrenalina a mil quinientos mientras sorteaba los pinos que, como en un videojuego, iban saliéndome al paso. Qué disfrute! Pero no todo acaba aquí, más adelante me esperaba un pseudo cortafuegos que me bajó como un misil hasta la zona de la presa, donde el año pasado Edu rompió su cadena.

El puntazo final con el sendero de los "Puntos".

Y poco a poco comencé a sentir de nuevo la civilización, con los estudiantes de la Universidad María Cristina saliendo y entrando de sus clases y, el gesto fruncido de, en general, todo aquel que se encontraba laborando. Son las 14:30, llego al coche y me llama la atención la cara de bobo con la que aparezco reflejado en el cristal del portón trasero. Gesto que le debo a Santa Catalina de Alejandría, patrona de Majadahonda.

Maravillosa ruta!

Los datos para quien quiera disfrutarla por primera o enésima vez:
48 kms
1475 de desnivel acumulado.
1903 m punto más elevado (Cueva Valiente)
1032 m punto más bajo (San Lorenzo de El Escorial)
1500 m media de altura registrada
4h34 de tiempo total.
<7/13> ºC