τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 19 de abril de 2009

Marcha Colmenar Viejo. Dulce reencuentro con la sierra Media

9.30, pistoletazo de salida a la VIII Marcha de Colmenar. En la línea de salida Edu, Víctor y yo, además de algunos amigos de rutas como Alberto Barbarroja o Ghostman, que estaba en la organización del evento. Minutos antes, Tony, me mandaba un mensaje desde Sonseca informando de la tromba de agua que estaba cayendo en la localidad toledana, donde se
celebraba otra marcha muy a tener en cuenta para el futuro.

Nosotros tuvimos más suerte. Mucha más. El día había amanecido espléndido y el agua caída durante la jornada anterior se condensaría en algunos charcos a lo largo del recorrido, pero el piso había filtrado de forma casi milagrosa todo el líquido elemento.

Vamos ya! La salida como siempre se hace a cuchillo de la parte intermedia hacia delante. Antes de meternos en la pista que nos sube al Cerro de San Pedro cogemos la carretera que sale de Colmenar y ahí ya veo que no voy bien, me duelen las piernas y ni sentado ni de pie cojo el ritmo. Calculo que estaré en mitad del pelotón, con Edu ya escapado y Víctor unos metros por detrás.

Los primeros kms de subida se hacen por pista rota y complicada, terreno donde algún “voceras” iba pidiendo paso sin control y dando el cante. La gente hace lo que puede y con las pulsaciones a mil es difícil pensar en todo lo que te rodea, otra cosa es bajando, donde los más lentos siguen empeñándose en desmontar en medio de la trazada. Pero es parte del juego y todos lo aceptamos así.
Una vez que nos desembarazamos de las primeras trialeras de subida llegarán otras de bajada donde ¡madre mía!, cómo se disfruta. Según bajaba, me iba acordando de Edu y de cómo habrá volado al pasar por aquí.

El paisaje espectacular daba preferencia al verde intenso de la vegetación bien alimentada, aunque la verdad, poco me fijé en lo que me rodeaba salvo un par de veces donde fue inevitable levantar la cabeza para disfrutar de algunas postales embaucadoras.

En el km 23 llegó el primer avituallamiento, un plátano, rellenar el bidón y aceite a la cadena para prevenir. Ya había visto gente tirada con el troncha en la mano. Continuamos por una carretera en regular estado que pasa junto al acueducto del Enebral y que con un trazado serpenteante y algún subibaja facilita el rodar a plato. Parece que las piernas se me empiezan a soltar y de hecho me sorprendo cuando miro el cuenta y veo que vamos a casi 40 km/h por un tramo en ligera ascensión.

Cruzamos el carril bici y nos metemos por unos senderos que nos llevarán hasta la pista donde surcamos el arroyo Tejada unas cuantas veces, en alguna ocasión con más de medio metro de agua. En esta zona, que es el comienzo de la ruta del Puente de la Marmota cuando sales de Tres Cantos, es donde empiezo a sentirme realmente bien encima de la bici y comienzo a desembarazarme de mis compañeros de viaje.

Tras una subida durilla pero corta y un par de kms de pista llega una de las visiones de la ruta: la sierra en primer plano con las nieves pintando las montañas desde las cumbres hasta la media ladera de un blanco impoluto.
Vaya, vaya, llega el 2º avituallamiento. Estamos cerca del km 50. Lo mismo que en el 1º, rellenar el bidón, medio plátano a la boca y otro al bolsillo por si hay pájara y para delante. Salgo con un grupo de unos siete bikers y nos ponemos en fila de a uno. Llega una larga bajada donde pierdo la noción de la velocidad y rozo los 60 kms/h. Voy siguiendo a un pirao del club Mammoth que bajaba como un demonio, pero esta gente te hace bajar bien. Del resto del grupo no tendremos más noticias.

Toca subir un rampón para girar, junto a la tapia de El Pardo, a la izquierda. Aquí abandono a mi compañero a su suerte. Me voy encontrando cada vez mejor y como en un videojuego, me voy tragando participantes sin que ninguno me moleste por detrás.

La bajada al Puente de la Marmota la hago solo. Un fotógrafo avispado está atento a esta bajada que, la verdad, es disfrutona-disfrutona. Pasado el puente, nos metemos en un sendero rodeado de vegetación que desemboca en una pista que nos subirá durante un par de kms y donde la gente ya iba justilla. Arriba, en vez de seguir el camino tradicional de esta ruta, cogemos una trialera bestial donde la organización nos avisa de que hay una ambulancia atendiendo una caída. Un par de costillas rotas. Si es que algunos bajan como locos.

Seguimos sendereando por unos lugares preciosos hasta que salimos a la carretera de Cerceda, donde la Guardia Civil tiene cortado el tráfico.

El tercer avituallamiento está bajo el puente del Batán, ya a las afueras de Colmenar, aunque queda un trecho muy divertido con muchas piedras que se hace complicado si vas justo de fuerzas. El resto lo haremos bordeando Colmenar por una subida tendida que termina en el carril bici. Y tras 4 horas exactas, entro en meta con muy buenas sensaciones aunque con un sabor agrio por la mala salida que tuve, quizás producto del excesivo entrenamiento, o de la falta de montaña que estamos teniendo este invierno.

Me encuentro a Edu que aún rezuma humo por las narices, y con unos macarrones y unas cervezas comentamos la jugada muy satisfechos. Realmente lo hemos pasado muy bien. Este tipo de eventos son la fiesta mayor del Mountain Bike. A mí me ponen los pelos de punta.

Al rato llega Víctor también con un pedazo de sonrrisa en su boca. Juntos recogemos los diplomas que estaba repartiendo la organización donde te marcan posición y tiempo.

Terminado el cuento y 71 kms después, posición 161 de casi 700 inscritos en 4:00 horas contando paradas con una media de 17,7 km/h.

Hay que mejorar!

viernes, 17 de abril de 2009

Casa de Campo. Etapa reina de fondo

Hay un dicho en ciclismo que dice: “Si sales a hacer fondo, no toques fondo”. Advierte sobre la conveniencia de tomarte las salidas de fondo como lo que son, rodar mayoritariamente en plano, a pulsaciones controladas y con el menor número de paradas posibles para no cortar el ritmo. Aún cumpliendo todos estos requisitos es posible que la salida sea tan dura que roces tus límites de aguante encima de la bici.

En el tema de las pulsaciones se ha de ser especialmente precavido, ya que unos kms “a saco” pueden pasar factura y terminar por enviarte al fondo del pozo en poco tiempo. Lo aconsejable en estas salidas es mantener al corazón entre el 65% y 80% de su máximo.

Como todos los viernes desde hace ya un par de meses salgo con las premisas antes mencionadas para pasar un buen saco de horas encima de la bici. Primero fueron tres horas, luego cuatro, cinco, seis… sin paradas o con las estrictamente necesarias.

Hoy tocaba una salida de 5 horas, con lo que monto un recorrido de asfalto a base de 9 vueltas a un circuíto de 14 kms dentro de la Casa de Campo, excepto la vuelta 4 que tendrá casi 20 kms porque le uno una subida de 3 kms conocida como “el Camino de los Pinos” y que es lo más duro que tenemos dentro del parque. En esta vuelta saco el crono para hacer comparaciones con otras semanas atrás. En el resto de las vueltas hay una ascensión de 2 kms que, aunque se puede hacer a plato, es aconsejable alternar las escaladas de potencia con otras más controladas.

En fin, que con bastantes altibajos, saco adelante una ruta de 141 kms en 5h 40 minutos con 11 minutos parado (evacuar líquidos y rellenar el bidón en las fuentes) y con un acumulado positivo de tan solo 1.300 metros. Como en anteriores salidas de más de 100 kms, lo más duro llega a partir del km 80 hasta el 110 aprox. Después, el cuerpo saca reservas o se acostumbra al cansancio y tira para adelante mientras no le castigues en exceso.

Al final termino con una media de 25 kms/h que fue bajando poco a poco según pasaban las vueltas y que es una nimiedad cuando la comparas con las velocidades a las que te pasan algunos carreteros. Pero estos son harina de otro costal.

Desde hoy hasta el Soplao quedan 4 viernes más para buscar el fondo ideal e intentar no tocar fondo. Hoy he estado cerca.

sábado, 11 de abril de 2009

Re-starting en Cantabria. Acantilados, senderos y algo de carretera

No estoy teniendo suerte este año. A la vista está. De cuatro marchas que había seleccionado desde septiembre hasta la fecha, sólo he podido hacer una (88 de Mammoth). El resto, bien por inclemencias meteorológicas (Festibike y Karacol), por fuertes catarros (Ávila-Vilalba), o por otras cuestiones (Madrid-Aranjuez), se han ido cayendo como un castillo de naipes.

Llegó la Semana Santa y tocaba cierto reposo dentro del calendario marcado con vistas a la preparación de las dos ultramaratones que tengo en mente (Soplao y Pedals). La faringitis que me tenía secuestrado y los antibióticos que la contrarrestaban aconsejaban reposo absoluto. Lo que no podía aplazarse era el viaje familiar a Santander. Vacaciones son vacaciones.

1ª Salida: Por los acantilados de Ribamontán el Mar y Cabo de Ajo.

La tarde del martes 7 de abril, y recién llegado de viaje, aprovecho la siesta familiar para salir a pedalear un rato. La tarde era primaveral y el sol lucía sin apenas nubes que lo estorbasen. Llevo desde el domingo con antibióticos y la tos se revelaba con ahínco. Decido ir hacia la costa atravesando las urbanizaciones de Somo hasta la Playa de los Tranquilos, un lugar poético donde se divisa toda la Bahía de Santander con el faro de la Isla de Mouro vigilando la entrada de barcos.

En este lugar tomo una senda a la derecha que me llevará hasta la playa de Langre y donde las vistas del mar infinito a la izquierda hacen imposible concentrarse en mantener erguida la bici. Los acantilados montan guardia perpetua e invitan al viajero a asomarse para sentir la brisa marina a 30 metros de altura.

Una vez en Langre, continúo por el sendero hasta Galizano, otro pueblo costero que se sitúa en la base del puerto de Ajo. La idea que tenía era subir por una carretera abandonada hasta una loma que se elevaba a mitad de puerto y decidir después qué hacer.

No llevaba ni 15 segundos parado cuando se me echan encima 4 bikers muy ataviados y con buenos pepinos. Les pregunto cómo subir a mi destino y me invitan a seguirles ya que ellos se dirigían al mismo lugar.

Nada más salir de Galizano comenzamos a subir la carretera que yo buscaba. Comienzan a oírse los cambios subiendo piñones ya que la pendiente se dispara pronto hasta el 15%, aunque no durará mucho. Entramos de lleno en un bosque de eucaliptos que se encuentra casi encima del mar y que provoca una extraña sensación de perplejidad en mí ante la falta de costumbre de montar en esas circunstancias. Impresiona.

Mi compañía, ajena a mis pensamientos, rueda ágil por los subibajas del lugar hasta que llegamos a una rampa que hace que te tragues la agilidad y muerdas molinillo un rato. Me puse a rueda del que iba delante y solo su parada para sacar un palo del cambio hizo que pudiera rebasarle. La verdad es que me llevaba con la lengua fuera.

Cuando todos estuvimos arriba, seguimos unos metros más hasta una bifurcación. Hacia arriba, dirección puerto de Ajo, y hacia abajo, dirección Galizano. Yo tomé esta última porque la siesta familiar debería estar tocando a su fin y no era plan desaparecer demasiado tiempo el primer día de vacaciones.

Antes de despedirme de la grupeta salió el tema Soplao, y es que los 4 amigos iban a hacer este año por primera vez la mega ruta que sale de Cabezón de la Sal. Tras charlar un buen rato del asunto, tranquilizar su ansiedad ante la proximidad del evento, e intercambiar nº de móvil nos despedimos. Espero que hasta pronto.

Lo que me queda de ruta es bajar hasta la carretera y aligerar el paso durante los cerca de 10 kms que me separan de mi punto de partida.

Un gran descubrimiento este recorrido junto al mar que en otra ocasión alargaré hasta la cumbre del puerto de Ajo. Los 23 kms finales sirvieron para desentumecer piernas y mente tras cuatro días en cama y comenzar a desembarazarme de tan inoportuno catarro.

2ª salida: A rodar por carretera.

Dos días después de la anterior ruta, elijo un recorrido de carretera para rodar un rato. Lo de rodar es un decir porque las cuestas toman un protagonismo especial en estas latitudes. Fueron cerca de 30 kms rompepiernas después de pasar por Suesa, Pontones, Hoz de Anero, Villaverde, Puente Agüero, Rubayo y Pedreña.

Las carreteras son comarcales o locales y no hay apenas tráfico aunque, en esta ocasión tuve como compañero un molestísimo viento sur que me escoltó durante la hora y cuarto que estuve encima de la bici. Y cuando no andas fino, si tienes un agravante eólico de estas magnitudes te dan ganas de abandonar a tu compañera en la cuneta e irte a casa haciendo auto stop.

En Rubayo se encuentra el desvío hacia Gajano y Heras. Allí se alza la montaña que los ciclistas de la zona utilizan para sus entrenamientos diarios: Peña Cabarga. Una tachuela de 6 kms y 500 metros de acumulado con rampas hasta del 19%. El pasado verano lo subí tres veces y doy fé de que su desnivel del 10% de media se hace duro-duro. Especialmente en su parte intermedia, donde las cabras montesas asaltan la carretera con bastante frecuencia.

En las condiciones en las que estaba decidí continuar recto hacia Pedreña en el mencionado desvío ya que no había lugar para encaramarme a este monstruo. Bastante tuve con salvar las contínuas bajadas y subidas de esta ruta que terminé con apenas 22 km/h de velocidad media.

3ª salida: Peña Cabarga.


La verdad es que me daba rabia irme de Santander sin subir Peña Cabarga y realizar la subida para compararla con las que hice el pasado verano, así que dos días después de la anterior salida diseño la misma ruta por carretera pero con el puerto en mitad del trayecto.

Salgo después de comer porque la tarde amenazaba tormenta y no es lo mismo que el aguacero te coja con las manos en la masa que comenzar a pedalear ya hecho una sopa. El viento había cambiado a noroeste así que me iba a tocar sufrirlo de cara al final de la ruta.

Los primeros kms los hago tranquilos, incluso me paro en la bonita estación de FFCC de Hoz de Anero. No es que me encontrase en plenitud pero rodaba algo más ágil. Llevaba dos días sin tomar el Aumentine y al menos, al respirar, ya no saboreaba el antibiótico.

A la hora y poco de comenzar me encuentro a los pies de Peña Cabarga. Pongo el cronómetro a cero y comienzo a subir incluso con algún rayo de sol colándose entre las densas nubes.

Las primeras rampas ya son la pera 8, 9, 10%, intento mantener el plato mediano durante la primera parte de la ascensión. Las pulsaciones suben por encima de 150 en el primer minuto e intento controlarlas por debajo de 160. Me empieza a sobrar toda la ropa, y por supuesto el chubasquero que tenía que haberme quitado antes de empezar a subir.

Pasado el tercer km (están pintados en el suelo ya que aquí se celebran abundantes carreras y cronoescaladas), paso a plato pequeño, ahora toca salvar porcentajes hasta del 15%; Tras el cuarto km llegan las paredes del 19% (anunciado por señales de tráfico); y tras el quinto se vuelve a suavizar al 12-14% hasta la cumbre.

Lo que más me costó fueron los dos primeros kms, luego, sin fijarme en las referencias de tiempo que me pudieran influir, me sentía más cómodo. Cuál fue mi sorpresa al mirar el tiempo y ver 37:54 (1:33 menos que el mejor tiempo del verano). Es posible que me ayudase el viento de cola que tuve en los dos primeros kms. Lo que es paradójico es que la velocidad media de toda la ruta salió casi 2 kms mas baja que en aquella ruta de agosto.

Arriba el viento pegaba de lo lindo así que decido bajar rápido. En el descenso es factible llegar hasta los 80 km/h, con lo que en un plis deshaces lo que tanto te ha costado subir.

Termino los 51 kms de ruta sin novedad aunque algo más cansado de lo normal. Espero que la merma de los medicamentos vaya desapareciendo en los próximos días.

En definitiva, tres rutas que no han sido precisamente un descanso activo y que me renganchan con la parte final de la preparación del Soplao, y en donde el próximo día 19 de abril está marcada la Maratón de Colmenar, un buen test para observar el estado de forma actual.

Si el clima, los constipados y otros asuntos lo permiten, claro.