No habrá llegado a la hora la cabalgada conjunta de los 9, pero ha sido digna de algunas emociones fuertes. Bajadas a 50 por hora por pistas peligrosas llenas de grava en las curvas. Sergio (del grupo del Escorial), Juanma y yo mismo, las hemos pasado canutas para salir encima de la bici de un vértice complicado en una de las curvas. Y todo con un guía de lujo, todo un descender: Delfi2.
Desgraciadamente en estos descensos, la cubierta trasera de la bici de Jose se ha rajado obligándole en estos tramos a tomar mas precauciones de lo normal.
Antes de este inolvidable momento y hasta llegada al Alto de los Leones, Delfi2, Juanma, Jose, Kiko y yo mismo saliamos de Villalba a las 9,20 con la baja de última hora de Delfi 1. Lástima. Tras una hora pedaleando alcanzamos Los Molinos (primera toma de contacto con el grupo de El Escorial), y de allí comienza una larga subida porel camino del Arcipreste hacia la cumbre del día.
Tras algún que otro y cornudo descanso alcanzamos la cima del León donde el grupo escurialense llevaba esperando ya un rato. El resto hasta la separación de los dos grupos ya lo hemos leído.
Tras la separación, nuestro grupo tiene un plácido camino hasta Villalba y aprovecha para hacer algunas fotos junto a la Jarosa. Y desde allí hasta Villalba solo quedaba una plácida vuelta donde Kiko mostró sus grandes dotes de contrarelojista.
3 h 10 pedaleando
15,5 de velocidad media
881 de desnivel acumulado
68,9 de velocidad máxima (que gran bajada en Guadarrama)
Temperaturas entre 17 y 27 grados
Señalar que la ida del Escorial a Guadarrama por carretera, fue lo más peligroso de toda la ruta. Bastante más que las vertiginosa bajadas por pistas rápidas y senderos del pinar de la Jarosa.
Cuando nos separamos en el merendero de este bonito embalse, teníamos varias opciones para volver. Aunque ya era un poco tarde (sobre todo para mí) y aunque la opción más rápida estaba en volver de nuevo por carretera, no estábamos dispuestos a pisar de ninguna manera asfalto. Así que optamos por regresar por la maraña de pistas que tejen este tremendo pinar.
La opción buena era ir acercándonos hasta la tapia del Valle de los Caidos, saltarla (está prohibido) convertirnos en delincuentes durante unos kilómetros, y volver a saltarla nuevamente para salir de ese enorme y controlado recinto.
En una ocasión ya nos pilló la Guardia Civil y nos desviaron hacia la salida ipso facto. Otra vez nos topamos con los forestales de Patrimonio Nacional cuando estábamos a punto de saltar la valla para salir, y casi nos hacen volver a Guadarrama de nuevo. Íbamos a tentar a la suerte una tercera vez.
Silenciosamente y casi sin hablar, nos fuimos acercando paulatinamente hasta el poblado que hay dentro del Valle. Bifurcación. Por la de arriba o la de abajo. La de abajo parece menos transitada. A toda pastilla. Casi llegando al poblado, frenazo en seco.
En esas circunstancias, llevas los ojos como platos y generalmente tú ves antes de que te vean. Efectivamente, a unos cien metros el coche de la Guardia Civil del que se bajaban dos números, y sin percatarse de nuestra presencia, entran en un edificio. ¡Qué susto! Si llegamos a bajar un poco más rápido, nos damos de bruces con ellos.
Rápidamente variamos radicalmente el rumbo para no pasar por delante de la casa en la que han entrado. Pero las decisiones precipitadas generalmente no son buenas. La pista que hemos tomado no va a ningún sitio, así que nos toca volver al mismo punto donde vimos a los guardias. Cruzamos el pueblo por otra calle, haciéndonos los tontos, como si perteneciéramos a un poblado de veinticinco habitantes. Dábamos más cante que Manolo Caracol.
Afortunadamente nadie ``peligroso´´ nos ve. Eso sí, todo el vecindario miraba: ¿Dónde irán esos colgaos? Sergio: - paso tanta tensión con estas historias que creo que pierdo pelo-.
Después de un rato interminable conseguimos llegar a la tapia de salida. Desde aquí y por las pistas y senderos que atraviesan la solana del incendio de El Escorial, llegamos a casa sin contratiempos. ¿La próxima vez por dónde cruzaremos el Valle de los Caidos?
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