τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 13 de abril de 2008

Cueva Valiente, versión Master

Por Peguero.

- Muchas gracias, Luis, por esta magnífica ruta.

Generalmente estas son las inmerecidas palabras de despedida que me dedican Pablo y Juanma, cuando acabamos un recorrido por "mis dominios". Ellos no saben que el agradecido soy yo, pues mi placer es mayor que el de ellos, al poder enseñar y compartir rutas a gente ávida de conocimiento de espacios y caminos que para mí son de especial belleza e interés, y que la mejor forma de disfrutarlos es compartiéndolos.

Cabeza Líjar (1823 m.) es la cumbre donde confluyen los límites provinciales de Madrid, Segovia y Ávila. Es un monte más madrileño que otra cosa, pues se divisa muy bien desde cualquier punto de la planicie que bordea la Sierra del Guadarrama. El norte de esta cumbre está tapado en su vertiente segoviana por otras montañas de más o menos entidad. Una de estas cumbres es Cueva Valiente (1903 m.) La sola mención de este topónimo entre los miembros de mi grupo, sugiere una serie de sentimientos dispares, todos ellos relacionados con dureza, lejanía, técnica, belleza, distancia,... En esta ocasión, solo tres "aventureros" íbamos a enfrentarnos a uno de los recorridos más técnicos y duros que puedan hacerse en la zona de Pinares Llanos (Peguerinos).

La ascensión desde El Escorial al Pto de Malagón y Abantos, siempre es dura e inevitable. Da igual por donde empieces. Prácticamente desde la primera pedalada ya vas picando para arriba. Sin calentar. En frio. Como te acabas de encontrar, lo que más te apetece es cambiar impresiones con los amigos desde la última vez que nos vimos. Pero la inmisericorde pendiente impone su estricta ley y acaba sometiéndonos a pedalear en un ingrato silencio. En esta ocasión, y para ganar altura rápido, elegimos el camino de Pataseca al Cervunal o GR-10. Es un sendero relativamente pedregoso con pendientes del 15 al 20 %. Con concentración, un poquito de fuerza, unos gramos de técnica, (y unos Q-Rings) , se sube este kilómetro infernal sin echar pie a tierra.

Esta senda, al llegar a la carretera que nos sube al puerto, continua hasta el Pico de Abantos, pero afortunadamente ese no es nuestro objetivo. La poca pendiente de los siguientes kilómetros nos permite reanudar la charla, exceptuando las últimas rampas de Malagón. Arriba hace frio. Comprobamos que algunos regueros resultantes de las copiosas lluvias de días anteriores, están helados. La bajada hasta la fuente de Las Negras es heladora. Hay que tomar precauciones por si hay hielo en algún sitio. En la primera curva en umbría hay una plancha de hielo bastante grande. Voy el primero y aviso con un gesto a los que me preceden para que me sigan, evitando la plancha y reduciendo la velocidad drásticamente. No había acabado de volverme, cuando los dos, como dos exhalaciones pasan por encima de la placa sin caerse. -¡Eh! ¿Qué hacéis? -les grito. -¿Era hielo, no? -Pregunta Juanma. -He pasado sin tocar el freno... -Ya. ¡Estáis buenos los dos!.

Desde la fuente de Las Negras baja un sendero invisible (no hay sendero), que discurre paralelo a la carretera. Campo a través y entre pinos de ramas bajas nos aproximamos a la Casa de las Cuevas. Una rama irreverente se agarra al casco de Pablo intentando impedir su paso. Casa de las Cuevas ¡qué sitio! Paradita, fotos, silencio. A partir de este lugar comienza un sendero muy marcado conocido por Los Tubos. No tiene apenas pendiente pero en él se alternan zonas de piedras trialerantes, algunas raices, también charcos, un barrizal que pasamos sin problemas y un poco más adelante acaba en un vadeo de un arroyo que hoy es un rio infranqueable. Así es que no nos queda más remedio que huir por una pista que nos hace retroceder un poco y que nos devuelve a la carretera que lleva al camping de Peguerinos. Este camping, situado en el corazón de Pinares Llanos, además de gozar de un entorno privilegiado, tiene la peculiaridad de que si un día de verano tienes mucho, mucho, pero que mucho calor en Madrid, y no puedes ni vivir ni dormir, pues te vas a este sitio armado de buen abrigo y buena manta, si no quieres arrecirte por la noche.

La pista que nos conduce a Cueva Valiente desde el camping, es relativamente cómoda en sus primeros kilómetros. Está cerrada al tráfico y la sensación de soledad y aislamiento, aumentan a medida que nos alejamos del camping. Cuanto más avanzamos, más degradada está la pista. Esta pista, asfaltada hace mil años, no ha sido reparada nunca (ni falta que hace), por lo que los gorrones de la base de la misma, afloran por todas partes. Nos solidarizamos con el silencioso paraje, mientras subimos al collado de la Gargantilla. Ascender en silencio tiene un problema, y es que como no hablas, pedaleas distinto, y por un extraño instinto sin determinar, cada vez vas más deprisa. Es mejor hablar aunque te quedes sin resuello a veces y no puedas respirar. Cuando llegamos al alto de la Gargantilla (1620 m.), se ve perfectamente y por primera vez la cumbre de Cueva Valiente... (Continuará)

El ascenso a la cumbre de este monte, a simple vista, no parece que sea para tanto. Los tres conocemos esa subida y siempre te quieres creer que no te va a costar demasiado. Pero los frios datos son demoledores, casi trescientos metros de desnivel hasta la cumbre, en poco más de kilómetro y medio. A los tres minutos de ascensión desde el Alto de la Gargantilla, verificamos los datos. Con una primera rampa del 18 % nos saluda este tremendo comienzo. Le sigue un tramo de no-pista porque ha desaparecido el firme. Un tremendo barranco más o menos ciclable lo podemos superar sin problemas. Al poco suaviza un poquitín la pendiente.


Juanma y Pablo se animan. Poco a poco se me van yendo y ni siquiera el tercer pulmón del que sospecha el amigo Pacopelan que tengo, me sirve para poder seguirles. La experiencia me dice (más bien mi cuerpo), que no conviene cebarse, pues aunque la subida no es demasiado larga, resulta mejor subir tranquilamente para llegar con fuerzas suficientes a un tramo malísimo lleno de piedras gordas, por el que es complicado avanzar. Este tramo agota las fuerzas de cualquiera y nosotros no vamos a ser la excepción, así que unos subimos montados algo más que otros, pero al final, todos pie a tierra. Un poco más arriba la cuesta pierde pendiente y nos permite subir sobre las bicis, lo cual no quiere decir que subamos de rositas; la pista pedregal está fatal y siempre vamos al límite. Tanto castigo físico se compensa rápidamente a medida que ganamos altura. El campo de visión aumenta considerablemente y nos anima a llegar cuanto antes a la cima.

Quedan restos de nieve en los pocos pinos que pueblan este inhóspito paisaje, ofreciéndonos aquellos un peculiar aspecto. La cumbre de este monte es un sitio para quedarse largo rato, siempre y cuando te lo permita la temperatura. En esta ocasión el sol brilla alto y nos deja estar. La contemplación del entorno de esta cumbre podría ser eterna. Hacia el norte, la inmensidad de la meseta castellana. Al noreste, las cumbres más altas de Navacerrada: Peñalara, Bola, Maliciosa, ... la Peña del Oso y la Pinareja un poco más al norte. También se divisa el puerto Pasapán, sufrido y gozado por todos nosotros. Hacial el sureste, la planicie de la presierra de Madrid, cuajada de chalets y urbanizaciones. Destaca a lo lejos y entre neblinas las Cuatro Torres de la capital. Y al oeste: "El mundo libre". La nevada sierra de Gredos marca el límite, a más de cien kilómetros en línea recta, del horizonte visible. Entre medias, kilómetros y kilómetros cuadrados de pequeñas sierras muy poco pobladas y con multitud de sendas, caminos y pistas.

Desde este sitio es fácil dejar volar la imaginación. Nuevas rutas, nuevos destinos, nuevas aventuras. Siempre con la mejor compañía. Pero mientras la imaginación vuela, el tiempo corre, así que no podemos quedar aquí para siempre (15 minutos). Estamos en el ecuador de la ruta. Nos quedan dos tramos de sendero muy técnico. En la bajada hasta el collado Hornillo no creo que nuestros cuentas pasen de cuatro o cinco km. por hora. Las piedras, las raices, la pendiente, nos obligan a extremar las precauciones. A pesar de todo el cuidado siempre hay algún elemento que no acabamos de controlar. Un tronco cruzado en el camino, asociado a unas ruedas húmedas, implican descabalgamiento asegurado. En esta ocasión es Juanma el que sale volando sin mayores consecuencias.

Desde el collado Hornillo asciende un sendero poco explorado por nosotros, que enlaza con el GR-10 o ruta de los refugios. Esta senda de Gran Recorrido discurre por la línea que delimita las provincias de Madrid y Ávila. Según avanzamos por este complicado camino, nos vamos encontrando numerosos vestigios de la defensa de Madrid en la Guerra Civil. Toscas construcciones en piedra semiderruidas salpican este sendero. Trincheras, parapetos y rudimentarios fortines van apareciendo, casi perdidos entre la escasa vegetación de piornos y brezos. Trialeras casi imposibles y pasos con piedras enormes, dificultan nuestro avance aunque la mayor parte de la senda es ciclable.

Después de sobrepasar el risco del Palanco y antes de llegar al cerro de la Carrasqueta, hay un collado denominado por nosotros como "el de los pinos albales" (pinos albares). En este lugar podemos contemplar unos magníficos ejemplares de este tipo de conífera. Uno de ellos marcado por un rayo a todo lo largo del tronco. Giramos 90 grados a la derecha (oeste) y nos dejamos caer por un sendero que no es tal, pero se puede pasar y ciclar. Hay agua por todas partes. A medida que avanzamos el sendero se convierte en camino claro que desemboca en la pista de Peñas Blancas. Quitando los dos km. que hay hasta la carretera de la Casa de las Cuevas sentido El Escorial, el resto de la ascensión hasta el alto de Abantos, siempre es igual de largo y penoso.

Estamos volviendo y las fuerzas brillan por su ausencia. Pero como siempre todo sufrimiento de subida tiene su recompensa en la bajada. Casi 10 Km descenderemos hasta el Monasterio de El Escorial. Desde Malagón hay varios caminos para bajar. Se elige el más radical; el de los Puntos. Yo me tengo que conformar con bajar por la carretera, pues un problema con el freno delantero aconseja no arriesgarse con pendientes tan pronunciadas. Cuando llego al punto de encuentro veo que asoman unos metros más arriba los dos kamicazes, por lo que la espera es mínima. El final del descenso lo hacemos por la 2ª parte del camino del Gitano. Este tramo tiene gran profusión de piedras de punta, como así puede comprobar Juanma con una de ellas. Una salida por las orejas le hace aterrizar con la rodilla, sin más consecuencias que un fuerte y doloroso golpe. (Juanma, una doble). Sin más contratiempos vamos llegando al final, relamiéndonos de la magnífica ruta vivida.

Insisto en lo dicho al principio. El que queda agradecido es un servidor por dejaros embarcar en estas pequeñas aventurillas por los alrededores de mi pueblo. Siempre seréis bienvenidos.

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