- Muchas gracias, Luis, por esta magnífica ruta.

Cabeza Líjar (1823 m.) es la cumbre donde confluyen los límites provinciales de Madrid, Segovia y Ávila. Es un monte más madrileño que otra cosa, pues se divisa muy bien desde cualquier punto de la planicie que bordea la Sierra del Guadarrama. El norte de esta cumbre está tapado en su vertiente segoviana por otras montañas de más o menos entidad. Una de estas cumbres es Cueva Valiente (1903 m.) La sola mención de este topónimo entre los miembros de mi grupo, sugiere una serie de sentimientos dispares, todos ellos relacionados con dureza, lejanía, técnica, belleza, distancia,... En esta ocasión, solo tres "aventureros" íbamos a enfrentarnos a uno de los recorridos más técnicos y duros que puedan hacerse en la zona de Pinares Llanos (Peguerinos).

Esta senda, al llegar a la carretera que nos sube al puerto, continua hasta el Pico de Abantos, pero afortunadamente ese no es nuestro objetivo. La poca pendiente de los siguientes kilómetros nos permite reanudar la charla, exceptuando las últimas rampas de Malagón. Arriba hace frio. Comprobamos que algunos regueros resultantes de las copiosas lluvias de días anteriores, están helados. La bajada hasta la fuente de Las Negras es heladora. Hay que tomar precauciones por si hay hielo en algún sitio. En la primera curva en umbría hay una plancha de hielo bastante grande. Voy el primero y aviso con un gesto a los que me preceden para que me sigan, evitando la plancha y reduciendo la velocidad drásticamente. No había acabado de volverme, cuando los dos, como dos exhalaciones pasan por encima de la placa sin caerse. -¡Eh! ¿Qué hacéis? -les grito. -¿Era hielo, no? -Pregunta Juanma. -He pasado sin tocar el freno... -Ya. ¡Estáis buenos los dos!.
Desde la fuente de Las Negras baja un sendero invisible (no hay sendero), que discurre paralelo a la carretera. Campo a través y entre pinos de ramas bajas nos aproximamos a la Casa de las Cuevas. Una rama irreverente se agarra al casco de Pablo intentando impedir su paso. Casa de las Cuevas ¡qué sitio! Paradita, fotos, silencio. A partir de este lugar comienza un sendero muy marcado conocido por Los Tubos. No tiene apenas pendiente pero en él se alternan zonas de piedras trialerantes, algunas raices, también charcos, un barrizal que pasamos sin problemas y un poco más adelante acaba en un vadeo de un arroyo que hoy es un rio infranqueable. Así es que no nos queda más remedio que huir por una pista que nos hace retroceder un poco y que nos devuelve a la carretera que lleva al camping de Peguerinos. Este camping, situado en el corazón de Pinares Llanos, además de gozar de un entorno privilegiado, tiene la peculiaridad de que si un día de verano tienes mucho, mucho, pero que mucho calor en Madrid, y no puedes ni vivir ni dormir, pues te vas a este sitio armado de buen abrigo y buena manta, si no quieres arrecirte por la noche.

El ascenso a la cumbre de este monte, a simple vista, no parece que sea para tanto. Los tres conocemos esa subida y siempre te quieres creer que no te va a costar demasiado. Pero los frios datos son demoledores, casi trescientos metros de desnivel hasta la cumbre, en poco más de kilómetro y medio. A los tres minutos de ascensión desde el Alto de la Gargantilla, verificamos los datos. Con una primera rampa del 18 % nos saluda este tremendo comienzo. Le sigue un tramo de no-pista porque ha desaparecido el firme. Un tremendo barranco más o menos ciclable lo podemos superar sin problemas. Al poco suaviza un poquitín la pendiente.

Quedan restos de nieve en los pocos pinos que pueblan este inhóspito paisaje, ofreciéndonos aquellos un peculiar aspecto. La cumbre de este monte es un sitio para quedarse largo rato, siempre y cuando te lo permita la temperatura. En esta ocasión el sol brilla alto y nos deja estar. La contemplación del entorno de esta cumbre podría ser eterna. Hacia el norte, la inmensidad de la meseta castellana. Al noreste, las cumbres más altas de Navacerrada: Peñalara, Bola, Maliciosa, ... la Peña del Oso y la Pinareja un poco más al norte. También se divisa el puerto Pasapán, sufrido y gozado por todos nosotros. Hacial el sureste, la planicie de la presierra de Madrid, cuajada de chalets y urbanizaciones. Destaca a lo lejos y entre neblinas las Cuatro Torres de la capital. Y al oeste: "El mundo libre". La nevada sierra de Gredos marca el límite, a más de cien kilómetros en línea recta, del horizonte visible. Entre medias, kilómetros y kilómetros cuadrados de pequeñas sierras muy poco pobladas y con multitud de sendas, caminos y pistas.
Desde este sitio es fácil dejar volar la imaginación. Nuevas rutas, nuevos destinos, nuevas aventuras. Siempre con la mejor compañía. Pero mientras la imaginación vuela, el tiempo corre, así que no podemos quedar aquí para siempre (15 minutos). Estamos en el ecuador de la ruta. Nos quedan dos tramos de sendero muy técnico. En la bajada hasta el collado Hornillo no creo que nuestros cuentas pasen de cuatro o cinco km. por hora. Las piedras, las raices, la pendiente, nos obligan a extremar las precauciones. A pesar de todo el cuidado siempre hay algún elemento que no acabamos de controlar. Un tronco cruzado en el camino, asociado a unas ruedas húmedas, implican descabalgamiento asegurado. En esta ocasión es Juanma el que sale volando sin mayores consecuencias.


Estamos volviendo y las fuerzas brillan por su ausencia. Pero como siempre todo sufrimiento de subida tiene su recompensa en la bajada. Casi 10 Km descenderemos hasta el Monasterio de El Escorial. Desde Malagón hay varios caminos para bajar. Se elige el más radical; el de los Puntos. Yo me tengo que conformar con bajar por la carretera, pues un problema con el freno delantero aconseja no arriesgarse con pendientes tan pronunciadas. Cuando llego al punto de encuentro veo que asoman unos metros más arriba los dos kamicazes, por lo que la espera es mínima. El final del descenso lo hacemos por la 2ª parte del camino del Gitano. Este tramo tiene gran profusión de piedras de punta, como así puede comprobar Juanma con una de ellas. Una salida por las orejas le hace aterrizar con la rodilla, sin más consecuencias que un fuerte y doloroso golpe. (Juanma, una doble). Sin más contratiempos vamos llegando al final, relamiéndonos de la magnífica ruta vivida.
Insisto en lo dicho al principio. El que queda agradecido es un servidor por dejaros embarcar en estas pequeñas aventurillas por los alrededores de mi pueblo. Siempre seréis bienvenidos.
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