Llegó la Semana Santa y tocaba cierto reposo dentro del calendario marcado con vistas a la preparación de las dos ultramaratones que tengo en mente (Soplao y Pedals). La faringitis que me tenía secuestrado y los antibióticos que la contrarrestaban aconsejaban reposo absoluto. Lo que no podía aplazarse era el viaje familiar a Santander. Vacaciones son vacaciones.
1ª Salida: Por los acantilados de Ribamontán el Mar y Cabo de Ajo.

En este lugar tomo una senda a la derecha que me llevará hasta la playa de Langre y donde las vistas del mar infinito a la izquierda hacen imposible concentrarse en mantener erguida la bici. Los acantilados montan guardia perpetua e invitan al viajero a asomarse para sentir la brisa marina a 30 metros de altura.

No llevaba ni 15 segundos parado cuando se me echan encima 4 bikers muy ataviados y con buenos pepinos. Les pregunto cómo subir a mi destino y me invitan a seguirles ya que ellos se dirigían al mismo lugar.
Nada más salir de Galizano comenzamos a subir la carretera que yo buscaba. Comienzan a oírse los cambios subiendo piñones ya que la pendiente se dispara pronto hasta el 15%, aunque no durará mucho. Entramos de lleno en un bosque de eucaliptos que se encuentra casi encima del mar y que provoca una extraña sensación de perplejidad en mí ante la falta de costumbre de montar en esas circunstancias. Impresiona.

Cuando todos estuvimos arriba, seguimos unos metros más hasta una bifurcación. Hacia arriba, dirección puerto de Ajo, y hacia abajo, dirección Galizano. Yo tomé esta última porque la siesta familiar debería estar tocando a su fin y no era plan desaparecer demasiado tiempo el primer día de vacaciones.
Antes de despedirme de la grupeta salió el tema Soplao, y es que los 4 amigos iban a hacer este año por primera vez la mega ruta que sale de Cabezón de la Sal. Tras charlar un buen rato del asunto, tranquilizar su ansiedad ante la proximidad del evento, e intercambiar nº de móvil nos despedimos. Espero que hasta pronto.
Lo que me queda de ruta es bajar hasta la carretera y aligerar el paso durante los cerca de 10 kms que me separan de mi punto de partida.
Un gran descubrimiento este recorrido junto al mar que en otra ocasión alargaré hasta la cumbre del puerto de Ajo. Los 23 kms finales sirvieron para desentumecer piernas y mente tras cuatro días en cama y comenzar a desembarazarme de tan inoportuno catarro.
2ª salida: A rodar por carretera.
Dos días después de la anterior ruta, elijo un recorrido de carretera para rodar un rato. Lo de rodar es un decir porque las cuestas toman un protagonismo especial en estas latitudes. Fueron cerca de 30 kms rompepiernas después de pasar por Suesa, Pontones, Hoz de Anero, Villaverde, Puente Agüero, Rubayo y Pedreña.

En Rubayo se encuentra el desvío hacia Gajano y Heras. Allí se alza la montaña que los ciclistas de la zona utilizan para sus entrenamientos diarios: Peña Cabarga. Una tachuela de 6 kms y 500 metros de acumulado con rampas hasta del 19%. El pasado verano lo subí tres veces y doy fé de que su desnivel del 10% de media se hace duro-duro. Especialmente en su parte intermedia, donde las cabras montesas asaltan la carretera con bastante frecuencia.
En las condiciones en las que estaba decidí continuar recto hacia Pedreña en el mencionado desvío ya que no había lugar para encaramarme a este monstruo. Bastante tuve con salvar las contínuas bajadas y subidas de esta ruta que terminé con apenas 22 km/h de velocidad media.
3ª salida: Peña Cabarga.


Salgo después de comer porque la tarde amenazaba tormenta y no es lo mismo que el aguacero te coja con las manos en la masa que comenzar a pedalear ya hecho una sopa. El viento había cambiado a noroeste así que me iba a tocar sufrirlo de cara al final de la ruta.
Los primeros kms los hago tranquilos, incluso me paro en la bonita estación de FFCC de Hoz de Anero. No es que me encontrase en plenitud pero rodaba algo más ágil. Llevaba dos días sin tomar el Aumentine y al menos, al respirar, ya no saboreaba el antibiótico.

Las primeras rampas ya son la pera 8, 9, 10%, intento mantener el plato mediano durante la primera parte de la ascensión. Las pulsaciones suben por encima de 150 en el primer minuto e intento controlarlas por debajo de 160. Me empieza a sobrar toda la ropa, y por supuesto el chubasquero que tenía que haberme quitado antes de empezar a subir.
Pasado el tercer km (están pintados en el suelo ya que aquí se celebran abundantes carreras y cronoescaladas), paso a plato pequeño, ahora toca salvar porcentajes hasta del 15%; Tras el cuarto km llegan las paredes del 19% (anunciado por señales de tráfico); y tras el quinto se vuelve a suavizar al 12-14% hasta la cumbre.
Lo que más me costó fueron los dos primeros kms, luego, sin fijarme en las referencias de tiempo que me pudieran influir, me sentía más cómodo. Cuál fue mi sorpresa al mirar el tiempo y ver 37:54 (1:33 menos que el mejor tiempo del verano). Es posible que me ayudase el viento de cola que tuve en los dos primeros kms. Lo que es paradójico es que la velocidad media de toda la ruta salió casi 2 kms mas baja que en aquella ruta de agosto.

Termino los 51 kms de ruta sin novedad aunque algo más cansado de lo normal. Espero que la merma de los medicamentos vaya desapareciendo en los próximos días.
En definitiva, tres rutas que no han sido precisamente un descanso activo y que me renganchan con la parte final de la preparación del Soplao, y en donde el próximo día 19 de abril está marcada la Maratón de Colmenar, un buen test para observar el estado de forma actual.
Si el clima, los constipados y otros asuntos lo permiten, claro.
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