La Universidad Maria Cristina de El Escorial es nuestro punto de encuentro. Las 8:45, la hora señalada. Y, cinco locos, la compañía. Responden a los nombres de Peguero, Jesús (de El Escorial), Jose Ramón Marín, Jose y Juanma. El día había salido gris y con niebla en Madrid y alrededores, pero en nuestro destino brillaba el sol y la temperatura matutina era de 7º. Perfecto. Todo listo.
Salida. 9:09. Los nativos deciden subir el Pto de Malagón por carretera para abreviar (Tiempo, no esfuerzo). Hasta arriba nos esperan 9 o 10 kilómetros con porcentajes interesantes. Hay repechos del 18% que causan los primeros comentarios, o más bien los anulan. Como dijo Jesús, “ya han apagado la radio?”. Hasta el alto de Abantos tardamos poco más de una hora. No paramos (para qué!!), un viento desagradable del noroeste azotaba nuestro avanzar.
Al poco tiempo, y tras comentar como afrontan las rampas finales de este mismo puerto los carreteros de la última Vuelta a España, y que estos datos nos hundieran en la miseria, salimos en vertiginosa bajada de la zona hacia Pinares Llanos y sus espectaculares senderos. “Ilusos”, pensaban los escurialenses, “no saben lo que les espera”. Ya se venía comentando desde unos kilómetros atrás que durante la ruta deberíamos bajar una super-trialera antes de llegar al llamado Camino del Ingeniero.
El viento había cesado y la sensación térmica era muy buena. Si vas con alguien que tiene alergia a las paradas esto es más fácil que ocurra. Yo no miro a nadie. Llegamos al desvío de Cueva Valiente y lo dejamos a la derecha para avanzar por una pista que comienza a picar hacia arriba. La charla –solo cuando es posible sintonizar el dial- hace que ésta se pase pronto, y una vez superado el desnivel, surge una bien merecida parada para alimentar unos estómagos sufridos que ya empezaban a pedir como pollitos.
Tras la ascensión y el descanso, quedaban pocos kilómetros más hasta una preciosa explanada que de nuevo nos detiene. Unas fotos necesarias y algunos comentarios de intranquilidad por el próximo objetivo a acometer. LA GRAN TRIALERA nos esperaba. La primera parte de la misma no hacía presagiar nada especial, sin excesivo desnivel, lleno de piedras resbaladizas…. Los primeros metros es imposible hacerlos encima de la bici. Pero esto pronto se acaba, igual que lo del falso presagio. A montar, por huevos y por honor. Según avanzábamos, el porcentaje de caída libre iba aumentando. Y todo bien aliñado de piedras, piedras más grandes y grandes pedrolos. También había buenos escalones, roderas, raíces, palos sueltos. No sigo… Nos rodea el bosque, pinos de altura interminable nos observan atónitos. Algún altímetro llega hasta el 40% negativo. La bici no baja, se desliza, se cruza, quiere besar las piedras, te tira montaña abajo. Las ganas de gritar de todos nosotros no se pueden controlar. Dios!!! Que pasada. Una montaña rusa. Los nervios por el peligro reciente agolpan las palabras de los seis pirados a los pies de esta sáurica bajada. “Si es que dan ganas de subir otra vez”, comentamos casi al unísono. Bastante que no nos ha pasado nada, bueno, solo que nuestros culottes han quedado marcados por las sentadas en las ruedas traseras de las bicis. Nuestro problema es que nos creemos seres de videojuego, y que si nos caemos o chocamos contra un árbol, el nene de turno con su mando de la Play te levanta y sigues sendero adelante.
Pero la cosa no acaba aquí. No, no, no. Tras cruzar un pequeño arroyo comenzaba el Camino del Ingeniero. Indescriptible y estrecho sendero que se desliza por el Pinar de El Espinar bien preparado para el rodar de bikes con buenas curvas, subidas, bajadas, más bajadas, zonas de piedras. Y todo a gran velocidad. Divertidísimo. Es mejor experimentarlo que contarlo. Con total seguridad se repetirá pronto. Se repetirá hasta desgastarlo. Y lo mejor de todo es que el reportero de la zona nos acaba de confirmar que solo hicimos una tercera parte de su recorrido total. Tenemos pues una larga serpiente de casi 15 kms para llorar de emoción.
Tras este colapso de disfrute y regocijo, toca penar. Todo lo que se baja hay que subirlo, y la subida hasta el Collado Hornillo no es moco de pavo. Zonas de treking andando, zonas de treking encima de la bici, y zonas de treking “a ver si puedo”… Terminado el treking toca merecido descanso. Las fuerzas están comenzando a flaquear y los cuentakilómetros señalan que hemos hecho el 55%-60% de la ruta. “Pues yo tenía la sensación de llevar más kilómetros”, suelta Peguero. Toma y yo. Si ya pensaba que esto terminaba ya. Pues no. Tras el treking, cogemos la pista que nos dejará en el Collado Hornillo. Aquí se me ocurre declarar una leve batalla al amigo Jesús con un clac-clac de piñón y leve demarraje. Craso error. Ya en el collado pienso en alto “Por aquí a la derecha se enlaza con las pistas que terminan en Marichiva”, y así podría ver a Mari, la amiga de la Noruega. “Si”, dice Peguero, “sólo saldrán ciento y pico kms”. Mejor otro día. O, nunca. Mejor, nunca. Que pirados estamos y qué ideas nos vienen, madre.
Desde el Collado Hornillo cogemos el sendero que nos deporta (cual bultos sin rumbo) a la pista que llega a la base de Abantos. Tras un breve descanso en la Casa de las Cuevas, seguimos con la última parte del puerto, que ya duele. Arriba nos espera un espectacular mar de nubes del que solo Peguero saca fotos (indirecta, maestro). Otra vez el viento nos empuja a salir de allí pitando. Y pitando cogemos el sendero de los puntos (algún Maquiavelo lo ha señalizado para que no te comas los árboles en la bajada, y es que solo a Maquiavelo se le ocurre bajar por este sitio). Es el siguiente punto fuerte del día. Una bajada de esas donde parece que nos da igual caernos, por la loma de una montaña que nos pone las bicis en vertical. Y todos bien pegaditos, no vaya a ser que nos perdamos. Zuummmmm, Zuummmmm, Zuummmmm, Zuummmmm, Zuummmmm!!!! Impresionante. De videojuego. Lástima la caída de José Ramón (si es que tenía que pasar) que, aunque sin heridas serias, prefiere hacer la última parte del descenso por carretera para evitar males mayores. Según el último parte médico todavía sigue con dolores fuertes en la rodilla.
El resto continuamos como alma que persigue el diablo ladera abajo, ahora por una especie de cortafuegos con tierra suelta donde todavía sigue levitando la polvareda que levantamos. Qué salvajes. Ya en El Escorial, nuestro transcurrir por las calles de la población son un devenir de cruces, tumbadas y “apártense todos” de cinco apocalípticos beteteros poseídos por la emoción de una ruta inigualable.
Enhorabuena a todos y gracias por vuestra compañía. Me lo he pasado de 12!
YAS TA!
Los datos:
Entre 7 y 14 grados.
5h19m de ruta real
4h13m de pedaleo.
55 kilómetros.
12,9 kms/h
65,6 velocidad máxima.
1563 metros de acumulado positivo.
Monasterio, Pto Malagón, Alto de Abantos, Fuente de las Negras, Casa de las Cuevas, senderos por Pinares Llanos, Camping de Peguerinos, Pista de Cueva Valiente, pista al collado de las lagunillas, sendero bajada del 40% al camino del ingeniero, es el pinar de El Espinar-San Rafael, camino de El Ingeniero, GR-10 subida hasta el collado Hornillo, bajada por sendero paralelo a la carretera hasta pista de Peñas Blancas, Casa de la Cuevas, Fuen de las Negras, Alto de Abantos, Atajo de Justino el Aventurero, bajada por el sendero de Los Puntos o el Silencio, camino de las jaras (cañada), casita Rústica y presa del Romeral, San Lorenzo.
José Ramón (Millán), es el nombre de nuestro contumaz compañero. Por cierto, he hablado con él esta tarde y me ha dicho que le dolía la rodilla. Espero que se le pase pronto.
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