Por Frenetikow.
Crónica de una dura jornada. -30/03- Quedamos en la gasolinera de Soto de Viñuelas a las 9:00, allí nos presentamos a la cita: Juanma, Jose Feria, Pablo, Bruna y un servidor, conseguimos aparcar los coches en un residencial y nos disponemos a preparar el equipo, la moral y la animosidad del grupo es exultante y, además, el tiempo parece que nos va a acompañar, así pues, no hay nada mejor que comenzar el día.
Nada más salir tenemos un pequeño problema mecánico, un disco de freno parece que está flojo, y ello nos retrasará la salida considerablemente. Acordamos en este punto esperar a Juanma y a Feria que van a buscar las herramientas necesarias, mientras tanto, Bruna decide esperar en el coche, mientras que Pablo y el que suscribe, deciden ir soltando las piernas, pues, tenemos media hora larga hasta que vuelvan Jose y Juanma con la máquina a punto; total, que salimos de Soto de Viñuelas a través de un sendero entre la carretera y una tapia, por el cual, nos cruzamos con numerosos ciclistas, senderistas, en fin, gente disfrutando de una buena mañana de Domingo, calculo que a los 7 u 8 km. decidimos dar media vuelta para recoger al resto del grupo, dicho y hecho, puntuales nos presentamos todos, unos con la rueda reparada y otros con las piernas, ya, sueltas y calentitas, mientras que Bruna nos esperaba en el coche.
Segunda salida del día: La mañana torna su destino y el grupo se reduce a cuatro componentes debido a que Bruna decide a última hora retirarse, deben ser las 10:30 así que, en fin, hemos venido hasta aquí con la idea de conocer e investigar ésta ruta, y, creo que, el grueso del grupo no va a doblegar en sus propósitos, así pues, tomamos el mismo sendero que discurre junto a la tapia, pero, esta vez somos cuatro los integrantes.
Afrontamos esta primera parte relajados y dispuestos a disfrutar del día pese a los contratiempos, el terreno es un continuo sube y baja que nos hace levantarnos continuamente de nuestros sillines, bueno, la cosa pinta bien, la temperatura aumenta y decidimos parar a quitarnos ropa. El camino de tierra discurre a través de pequeñas lomas, no especialmente duras, pero sí, de forma muy continua, exactamente lo que todos conocemos por un auténtico terreno rompepiernas, así pues, avanzamos por pistas hasta cortar con la carretera muy cerca de San Agustín del Guadalix.
A partir de aquí, cogemos unos caminos, unas veces de tierra otras de asfalto, que discurren por una zona del Canal de Isabel II, paramos a observar el paisaje, a retratarnos, etc., en fin, vamos realmente disfrutando de la ruta, del paisaje, de los numerosos acueductos que existe en la zona, poco a poco, se van cumpliendo las expectativas de lo que veníamos a buscar. Nos adentramos en una cuenca de una belleza impresionante, una auténtica sorpresa la que nos tenía preparada Juanma, nuestro guía en el día de hoy, se trata de un camino estrecho que recorre el largo de la cuenca en paralelo al pequeño río que discurre en su fondo.
Una vez que hemos dejado atrás la cuenca y después de tomar un curva cerrada a la derecha comienza una rampa exigente, en la cual, algunos exhiben su buen momento de forma mientras que otros, sencillamente, suben a ritmo. Nos acercamos a Pedrezuela, cruzamos el pueblo para coger una carretera dirección Corepo, éste pequeño trozo de carretera tiene puntos de cierta inclinación que hacen que cada cual tome su ritmo y dosifique sus fuerzas, aunque alguno sigue exhibiendo su buen momento. Dejamos el pueblo y decidimos hacer una parada para retomar fuerzas y ojear el mapa que llevamos, en este momento el cielo se va cerrando por momentos y las primeras gotas de agua hacen aparición, el viento también hace acto de presencia, así que, replanteamos la situación viendo las nubes que no traen buenos presagios, decidimos continuar y aventurarnos, pues esto era a lo que veníamos, sin lugar a dudas.
Nos adentramos por caminos que discurren entre jara y monte bajo, se trata de una zona de abundantes ganaderías, poco a poco, nos vamos acercando al embalse de El Vellón, debo decir que se veía poco agua, pero, ya, el cielo dejaba caer tímidas gotas, decidimos aumentar el ritmo, ya que, el cielo poco a poco se va cerrando completamente y el viento y el agua no hacen nada agradable pedalear por el monte.
Llevamos dirección suroeste dejando a nuestra derecha el alto de San Pedro, todo hace indicar que llevamos buena dirección de regreso, a esta altura, poco a poco, cada uno de nosotros ha ido quedándose sin agua y sin los pequeños y variados alimentos que portábamos, el día toma un color un tanto desagradable y después del esfuerzo acumulado comienzan los primeros síntomas de fatiga, el camino
discurre entre granjas ganaderas por terreno pedregoso y continuo sube y baja, alcanzamos cierto punto en el que una larga bajada hace que volvamos a disfrutar, por momentos, encima de la bicicleta. Al final de este descenso comienza una no muy fuerte pendiente, pero que, debido al esfuerzo previo hace que cada cual busque la mejor manera de sobrellevar la rampa, a partir de aquí, el sufrimiento y la fatiga, ya, son explícitos, y el que escribe estas líneas va pasando momentos delicados, obligando al resto del grupo a esperarle de vez en cuando, para colmo de males, la lluvia aprieta y la humedad se cuela por todas partes, la chaqueta va empapada, y el frío hace mella en los cuerpos, en este punto debo decir que, una vez más descolgado del grupo, veo que el camino gira 180 grados, y ello significa, gracias a mis escasos conocimientos en orientación, que: ¡¡nos estamos alejando!!, no puede ser ¿?, ¿cómo es posible?, ahora llevamos dirección noreste, de nuevo dirección Corepo.
Cuando sabes que vas justito de fuerzas y que en lugar de acercarte al punto deseado, lo que haces, es alejarte más, es un duro golpe para la moral. Aquí hay que mantener la cabeza fría y avanzar, ese es el único objetivo, seguir avanzando, poco a poco, seguir ganando terreno, la dureza del día se hace máxima, serían alrededor de las tres de la tarde, el mal tiempo, los kilómetros, la imperdonable falta de agua, el terreno abrupto y pedregoso, la humedad, el frío, el viento, la paliza acumulada…demencial…esa es la palabra para aproximarnos a la descripción del momento. A duras penas seguimos avanzando, en mi mente solo hay un objetivo: ganar terreno, aprovechar las bajadas para recuperar algo y sufrir en los repechos, ese es el panorama en los próximos quince kilómetros, así pues, no se puede hacer otra cosa que tirar para adelante como se pueda, aquí, alcanzamos de nuevo las viejas carreteras del Canal, en estos momentos rodar por este viejo asfalto hace que mis piernas lo agradezcan enormemente, seguimos avanzando a través de las lomas y repechos.
De nuevo cogemos una pista de tierra, el aire entra de frente y la temperatura está cayendo, uno de nosotros pincha, es verdaderamente uno de esos momentos comprometidos, a duras penas reparamos la avería y continuamos, cada uno tira como puede, y, solamente gracias al compañerismo existente, aquellos que van delante, esperan cada cierto tiempo a que entre en el grupo, reconocemos esta última parte del recorrido junto a la tapia, y a partir de aquí sabemos que está cerca el final, pero todavía dos o tres lomas nos separan del final de esta dura jornada.
Esta última parte, qué decir, solo pensaba en llegar y las fuerzas definitivamente habían desaparecido, solo pensaba en avanzar, aunque fuera muy despacio, y así, poco a poco, muy, poco a poco, conseguimos llegar al final de la ruta. En este punto la satisfacción me embarga, y poder compartir estos momentos con el grupo es todo un verdadero lujo. De nuevo, ¡gracias compañeros!.
Dejo los datos aproximados de la ruta: 90 kilómetros, 1700m de acumulado y 6 horas de pedaleo.
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