El caso es que no me pareció tan mal lo de rodar por carretera, así que diseñé un par de rutas por asfalto con kilometraje suficiente para engordar un poco las piernas.
Una de ellas la comienzo en Puente Viesgo, famosa localidad cántabra por su balneario y por las cuevas prehistóricas del Monte Castillo que visitan miles de turistas todos los años.
Para este recorrido aprovecho un día que comenzó gris y poco a poco fue abriendo. Las primeras pedaladas me dirigen del aparcamiento hacia la Vía verde que tomo dirección sur hacia San Vicente de Toranzo, localidad en la que salgo a la N623 que utilizo para atravesar Ontaneda y Entrambasmestas. Aquí giro a la izquierda dirección a la Vega del Pas.
Las sensaciones por asfalto son bien distintas a lo que estoy acostumbrado. Desde el principio con el plato grande metido y los piñones más pequeños son los únicos que engranas. A toda leche.
Del desvío de Entrambasmestas a la Vega de Pas habrá unos 9 kms que transcurren por una carretera secundaria que serpentea entre árboles y prados verdes con las montañas por testigo de todo lo que sucede.
Son las 11 y pico y todavía hay poco tráfico lo que me da cierta tranquilidad. Un ciclista con una flaca me precede desde hace ya tiempo a unos 200 metros. Decido mantenerme a esa distancia. Por despacio que vaya él, si no me descuelga, yo no iré tan mal. Tras una parada necesaria para expulsar líquidos le pierdo, aunque no definitivamente ya que entrando en la Vega de Pas vuelvo a percibir su silueta delante de mí. La Vega es un pueblo precioso, totalmente restaurado, famoso por ser el eje del valle que lleva su mismo nombre y donde se diseminan varias villas del mismo estilo y belleza.
Una vez atravesado el pueblo y nada más pasar por encima del Puente Romano, que guarda el cauce del río Pas, la carretera gira a la derecha para presentar las primeras rampas del puerto de la Braguía, que ascenderá durante 6,5 kms para superar 352 metros de desnivel. Mi amigo carretero me sigue precediendo aunque tras el primer kilómetro me pongo a su rueda aunque adopto la postura de no pasarle y seguir a su ritmo, que no era malo.
Llego a la cima del puerto chupándole la rueda al carretero. Aquí nos despedimos, él comienza el descenso y yo me paro a disfrutar el momento y el lugar. En unos minutos empiezo a bajar. Tras un par de curvas, la montaña deja de protegerme del viento y tengo serias dificultades para no saltar al carril contrario. Hay que reducir la velocidad para no estamparse contra el quitamiedos. Nunca he sufrido este efecto “vela”, las rachas te movían de un lado a otro como si fueras una plumilla de gaviota.
Según perdía altura Eolo se iba tranquilizando. En una curva a izquierdas tipo herradura me paro a contemplar las vistas: a mis pies, Selaya; un poco más allá, Villacarriedo, y al fondo y entre las montañas se aprecia el mar. Solo por este instante ha merecido la pena esta ruta.
Termino el descenso, no sin antes cruzarme con algún carretero al que todavía le quedaba puerto para subir y me miraba con cara de “que hará este tío con esa bici por aquí”. Cruzo Selaya, llego a Villacarriedo donde en un cruce tomo la carretera de la izquierda dirección Villafufre, dato que confirmo con una pasiega que asomaba de su bar.
Los siguientes tramos pican para arriba con rampas entre el 5 y el 10%, y si los tomas con fuerza hacen daño y van minando las reservas. Los kilómetros se van acumulando –no se cuantos llevo porque tengo la manía de no mirar el cuenta hasta el final de las rutas- y eso se nota en las piernas.
Como todo lo que se sube, luego hay que bajarlo, ahora toca recuperar, pero es difícil dejarse llevar en las bajadas sin buscar más velocidad de la aconsejable.
Poco después llega el cruce donde a la derecha tengo a 10 kms Puente Viesgo, mi punto de partida. Pero cojo la opción de la izquierda para buscar el inicio de la Vía Verde por la que inicié la ruta, y por la que días atrás había paseado con mi pequeña dormida en el carrito, y me dirijo hacia Santiurde de Toranzo. Atravieso Iruz y Villasevil por una carretera estrecha y sin tráfico prácticamente. Los quitamiedos se cambian por preciosos empedrados que delimitan cientos de hectáreas de parcelas y prados.
Voy un poco sin rumbo ya que no tengo muy claro en qué punto he de coger la Vía Verde que me lleve de nuevo a Puente Viesgo. Tengo como referencia un antiguo paso elevado del ferrocarril construído en acero y que estaba próximo a San Vicente de Toranzo. Y así sigo unos 10 o 12 kms. Eran cerca de la una de la tarde y decido salirme de esa carretera y coger un camino vecinal que terminó, por fin, en la Vía Verde.
Comienzo a darle pastilla a los pedales, el piso es totalmente llano y sin obstáculos para poder mantener constante una velocidad entre 35 y 38 kms/h hasta Puente Viesgo. A este ritmo los kms pasan muy deprisa, y en un plis se me echa encima el Monte Castillo. Ya en la población, callejeo con la satisfacción de la ruta terminada, cruzo el puente y llego al aparcamiento.
Es hora de mirar el cuenta. Han salido 79 kms en 3.12 de pedaleo a una media de 24,8 km/h.
La sensación de cansancio no es tan intensa como en las rutas de mountain. Quizás noto las piernas más hinchadas de lo normal. Es una forma diferente de hacer ciclismo que sirve para desgastar el plato grande y coger bastante fondo. A tener en cuenta.
Un recuerdo para los carreteros de Forobici que quedaron en Liérganes. Esta ruta les hubiera ido al pelo a todos ellos. Tenedla en cuenta.
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