τὸ νικᾶν αὐτὸν αὑτὸν πασῶν νικῶν πρώτη τε καὶ ἀρίστη
"La victoria de uno sobre sí mismo es la primera y la mejor de todas las victorias"

domingo, 7 de agosto de 2011

Conociendo la Sierra de Montecoche

La Sierra de Montecoche está situada al noreste de Algeciras, en las inmediaciones del embalse Charco Redondo, y pertenece al municipio de Los Barrios. En sus montes se celebra a mediados de noviembre una carrera maratón de la que Juan Carlos lleva tiempo hablándome, y como consecuencia, yo llevo ya tiempo rumiando participar en ella alguna vez. Todo lo que he leído y escuchado de esta carrera es positivo: el recorrido, la organización, el clima... Además, a lo atractivo de hacer cosas nuevas en sitios distintos, le sumo en este caso la fuerte vinculación geográfica con estos lugares que ya llevan siendo destino de parte de mis vacaciones casi una década. Creo que ya estoy tardando.

Para terminar de persuadirme, Juan Carlos y Alberto propusieron una salida que cubriera casi todo el recorrido de esta prueba exceptuando algún paso por finca particular que solo se abre para la maratón. He de decir que para convencerme de que me meta en el embolao este año no tenían que esforzarse demasiado, pero yo encantado con la idea de conocer parajes nuevos.


Así que el domingo 7 de agosto, Alberto me vino a buscar a las 8:00am y nos pusimos a rodar dirección Los Barrios donde habíamos quedado con Juan Carlos. Sólo tenía una inquietud. Y era grande. Me habían hablado de que en la zona por dónde íbamos a transitar había dos puntos con una super población de tábanos. Es más, en alguna ocasión mis acompañantes habían tenido que poner pies en polvorosa ante el ataque indiscriminado de enjambres de estos asquerosos bichos. "Los he llegado a tener caminando por dentro de las gafas", me decía Juan Carlos.


Esperando que la situación no llegara a tanto, comenzamos a adentrarnos hacia la sierra por la carretera de servicio que pasa junto al cuartel Militar "Charco Redondo" donde unos señores no hacen otra cosa que avisarnos de que nos quitemos de enmedio porque baja el ganado a toda pastilla. Y como si fuera un encierro de vacas, pasaron no menos de un centenar de cornamentas moviéndo sus cabezas a derecha e izquierda y de izquierda a derecha. Te coge un pitón y te deja vizco.

Tras pasar una primera cancela comenzamos a ascender poco a poco por una pista en buenas condiciones. En ningún momento llegaríamos más allá de los 550 metros por encima del nivel del mar, pero el contínuo subibaja y alguna que otra pared vertical nos iba dando un acumulado que en carrera puede dejarte las piernas fritas.


Todo el entorno me pareció espectacular... aunque las zonas de pinares y encinas más sombrías las disfrutaba poco ya que teóricamente eran donde los tábanos se concentraban esperando al ciclista temerario. Lo único que pensaba era en salir de ellas. "Joder qué ansiedad". Pero como buen previsor que es, Juan Carlos tenía un arma secreta: nos roció con un spray anti-insectos tipo elefantes que casi me quita el sentido. Y parece que daba su resultado. Los bichejos aparecieron en contadas ocasiones, aunque cada vez que escuchaba un zzzzuuummmm! se me erizaba toda la piel.


Tras alcanzar el punto más alto de la ruta comenzmos a bajar a la pista que bordea el embalse de Charco Redondo por un sendero más o menos técnico. Llevaríamos unos 40 kms y el calor había hecho mella en los bidones. El mío, desde luego, vacío. Menos mal que apareció de la nada una alberca con una fuente que nos dió la vida, porque al parecer en pocos kms tendríamos el punto más complicado de toda la ruta: la subida a Las Latas y el posterior ingreso en el Mordor Tabanero, el verdadero reino de estas sanguijuelas voladoras.


Las latas es un sendero de no más de 4 kms con bastante piedra y no menos desnivel de los que requieren fuerza y equilibrio. Además, las intensas lluvias de este invierno habían destrozado parte del camino y hubo que desmontar alguna vez hasta llegar al Tajo de los Buitres, lugar espectacular donde los haya. Se trata de dos rocas gigantescas, desde donde los pajarracos otean el horizonte. Estas atalayas dan paso a un estrecho camino, primero con una corta bajada, y después con un repunte en la inclinación de unos dos kms. Sería la última subida del día.


Subiendo el carril de la Lata

Aunque yo iba por delante abriendo el camino, no me quería despegar demasiado de Alberto por si las moscas. Cada diez pedaladas miraba hacia atrás para ver si mi compañero seguía mi rueda. Si nos comían, que tuvieran doble ración. Juan Carlos, más atrás, se las tuvo que ver en solitario con estos Orcos alados.

Una vez superado el trance, más por lo que no vimos ni sentimos que por la dureza de estas rampas, la tranquilidad volvió a mí. "Y en un día con el enjambre hambriento de sangre, si pinchas o rompes algo de la bici, ¿qué coño haces?". De película de terror.

Una vez reagrupados comenzamos a descender hacia Los Barrios donde nos despediríamos de Juan Carlos. Alberto y yo seguimos hacia Algeciras a donde llegamos después de cinco horas de ruta y con casi 74 kms y algo más de 1100 metros de acumulado.

La zona me sorprendió mucho. Miles de hectáreas de bosque cerrado, caminos para ir rápido, subidas técnicas, bajadas disfrutonas... y todo esto en modo tranquilo y relajado. Se me hace la boca agua si pienso en pasar en carrera por aquí persiguiendo a estos máquinas.

Desde luego estos dos angelitos han metido un problema en mi casa. A ver como le explico a mi mujer que quiero bajar en noviembre a Algeciras y, además, con la bici. El disfraz de gatito abandonado va  aterminar cogiendo holgura de tanto usarlo.

No hay comentarios: